Una carpeta grande y verde con dibujos de Rafael Alberti ha reavivado una de las polémicas más comentadas de la literatura española en lo que llevamos de siglo. El azar quiso que en 2021 aquella carpeta cayera encima de María Asunción Mateo, la viuda del poeta, cuando ordenaba su casa. Desde que Alberti falleciera en 1999, Mateo no se había atrevido a abrirla. Además de los versos y dibujos del poeta y alguna flor acompañada de un "te quiero" como regalo a su Altair, como él gustaba de llamarla, había una revelación: "Mi absoluto permiso para revelar todos mis secretos, los más íntimos y oscuros".
Desde julio hasta octubre, escribió casi compulsivamente. El resultado es un libro, Mi vida con Alberti. Para algo llegaste, Altair, publicado en la editorial Almuzara y presentado en la tarde de este lunes en la Cátedra Mayor del Ateneo de Madrid. Las memorias de Mateo evocan los años que pasó junto al poeta en el ocaso de su vida, una relación amorosa redondeada con el matrimonio, pero también suponen el final de más de veinte años de silencio en los que la viuda no había salido al paso, salvo ocasiones contadas, de las declaraciones de sus enemigos. Poetas que, en el inicio de sus carreras, anduvieron muy cerca del gran icono de la Generación del 27, recién regresado del exilio. No tuvo reparos para nombrarlos: Luis García Montero, Benjamín Prado y Luis Muñoz.
De lo uno y lo otro, el enamoramiento de una pareja que se llevaba 42 años de diferencia y la polémica en torno al cruce de declaraciones en las últimas semanas, se habló ayer en la presentación del libro, oficiada por Luis María Anson. Pero el escritor y académico prefirió deleitar al respetable con incontables versos del poeta y jugosas anécdotas de su vida. Y es que Anson, como señaló Joaquín Pérez Azaústre, también poeta y también presente en el coloquio, fue buen amigo de Alberti y de Pablo Neruda, dos de sus autores de cabecera.
"Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera / repetir con tus labios mi propia poesía". Con estos dos versos, correspondientes a un soneto del poeta marinero y dedicados a Mateo, iniciaría Anson su intervención, cuajada de versos cuyo recitado, siempre de memoria, celebraría el público repetidas veces. El presidente de El Cultural relató lo que, supuestamente, habría ocurrido en los prolegómenos del acto, un episodio tan delirante que no hubiera tenido nada que envidiar a los versos surrealistas que Alberti escribió en Sobre los ángeles.
La viuda del poeta habría llegado al Ateneo demasiado pronto, propuso Anson, pero en la puerta un perro pretendía atacarla. Para defenderse, pensó en utilizar el número de nuestra revista —porque, claro, lo llevaba en la mano— en la que Anson había publicado una reseña de su libro, pero alguien la aconsejó que mejor sería leer el artículo al perro. Esto mismo es lo que, según el presidente, habría hecho la viuda, propiciando que el animal se tumbara sobre el suelo para escuchar, ya amansado, los elogios a Mi vida con Alberti.
Sin apenas reparar en el significativo contraste, el público pasó de la carcajada a la emoción cuando Anson comenzó a hablar del "amor extraordinario", "profundamente espiritual" e "intensamente sensual" que los protagonistas, Mateo y Alberti, se profesaron en vida. El libro, pergeñado a partir de "una construcción sintáctica de primera magnitud", resulta "impecable, emocionante e interesante desde la primera página hasta la última", dijo.
Mi vida con Alberti no solo refleja al poeta de los últimos años, sino que retrocede hasta su infancia y da buena cuenta del carácter de "un hombre humanamente extraordinario", aseguró Anson. Y "un comunista insobornable", añadió, pero también "admirable", o sea, "coherente consigo mismo". Tanto que, según el escritor y académico, no llegó a recibir el Nobel de Literatura porque antes había aceptado el Premio Lenin.
[María Asunción Mateo, la vida de Altair con Rafael Alberti]
Stalin, que lo recibió en su despacho después de que le comunicaran la noticia, tenía dos libros en su mesa. El poeta gaditano no pudo evitar preguntarle cuáles eran y el dirigente soviético satisfizo su curiosidad: se trataba de las Obras escogidas de Lenin y las Constituciones de San Ignacio de Loyola. Pero las anécdotas no acababan con la que constata su íntegra fidelidad al comunismo, por mucho que Pérez Azaústre recordara oportunamente que, a su regreso del exilio, Alberti se expresó en estos términos: "Me fui de España con el puño cerrado y hoy vuelvo con las manos abiertas".
Anson también quiso recordar que el poeta no solo era un maravilloso tejedor de versos, por más que sigan siendo algunos de los más importantes de la historia de nuestra literatura. Además de "un extraordinario autor de teatro" —su obra El hombre deshabitado inspiraría a Jean-Paul Sartre—, "hubiera sido un formidable pintor" según las palabras del mismísimo Picasso y fue "uno de los mejores articulistas de la historia del periodismo español". Pudo Anson dar buena cuenta de esto último durante los años en que dirigió el ABC "verdadero", dijo con sorna.
"Enamorarme de Rafael fue el pecado mayor que cometí"
Angeles López, editora de Almuzara, vino a apoyar lo dicho y, aunque aseguró que los editores eran quienes menos tenían que hablar en ese tipo de actos, dijo mucho. Por ejemplo, que la mítica agente literaria Carmen Balcells conminó a Mateo a que siempre dijera "que no escribía libros de viudas". Pero qué bien que lo acabara escribiendo, sugirió López: "No sé cómo has estado callada tanto tiempo", dijo interpelando a la viuda. La editora opina que estas memorias "retratan a todos los que se portaron mal con ella y la ningunearon".
De este modo abrió la puerta al desahogo de la viuda, que no se guardó nada dentro. "Enamorarme de Rafael fue el pecado mayor que cometí", ironizó al comienzo, juntos antes de recordar que mantuvieron la relación en secreto durante los ocho primeros años. "Todo fue bien hasta que el momento de su muerte", continuó Mateo. Y añadió que, desde entonces, "Luis García Montero escribió que cuando [Alberti] se casó conmigo ya era un pelele que había perdido la cabeza".
Esto sería tan "falso", según la viuda del poeta, como que ella hubiera reescrito pasajes de La arboleda perdida, las memorias de Alberti. Todavía hay quien asegura que suprimió datos y nombres. "Es falso e interesado", insistió, propio de "malas personas". Todo apunta a que estas no estarían muy lejos, según su consideración, de "la gente que ha dominado la cultura durante los últimos treinta años". Los mismos que "no querían que mi libro se publicara", concluyó.
"No voy a dedicar lo que me queda de vida en matarme en la Fundación Alberti, como hace tantos años"
Estas palabras de Mateo podrían estar relacionadas con el burofax que ella misma envió el pasado 3 de noviembre a Pedro Sánchez para pedirle explicaciones de por qué no le invitaban a los actos gubernamentales que sirven para homenajear la figura de su marido. El presidente del gobierno "se deja guiar por la gente que tiene de confianza alrededor. Lo que hay que saber es si esa gente es de extrema confianza o si no lo es", advirtió en unas declaraciones a Europa Press.
También podrían sus palabras remitirse al polémico artículo que García Montero publicó en El País el pasado mes de octubre. El motivo era responder a la defensa que hizo de las memorias de la viuda la historiadora Anna Caballé. En el texto, el director del Instituto Cervantes alertaba de una manipulación del feminismo y acusaba a Mateo una vez más de corromper los textos del poeta y de privatizar su legado a través de la fundación que lleva su nombre, emplazada en el Puerto de Santa María (Cádiz).
Mateo ha vuelto, precisamente en estos días, a la Fundación Rafael Alberti. Lo hizo hace una semana para presentar unas jornadas que conmemoraban los 121 años del nacimiento del poeta. Aunque en el acto de este lunes se mostró ilusionada, asegura que su labor ahora pasa por la supervisión, pues "no voy a dedicar lo que me queda de vida en matarme allí, como hace tantos años".
"La obra de María Teresa León era buena, pero no era la de un genio"
La polémica quedó enterrada en los compases finales de la presentación gracias al buen hacer de Azaústre y Anson, que capotearon las embestidas con un arte similar al del propio poeta cuando, hacia finales de los años 20, banderilleaba en la cuadrilla del torero Ignacio Sánchez Mejías. Se acabó hablando, por tanto, de "un poeta de asombrosa sencillez" que prefería hablar con el albañil de la esquina que con los jefes de estado, según afirmó su viuda, que tuvo palabras cariñosas para María Teresa León, la anterior mujer del poeta, "la persona más importante en la vida de Rafael".
"Hizo lo que le dio la gana y era más libre que las feministas de hoy en día", añadió. Ahora bien, "su obra era buena, pero no era la de un genio". No parece casual que Memoria de la melancolía, las memorias de la autora editadas por Renacimiento en 2020, sean consideradas como las mejores de toda la Generación del 27 por Benjamín Prado y García Montero. Por cierto, la obra de estos "tampoco pasará a la historia", sentenció Mateo. En realidad, hubo picante hasta el último momento.