Uno de los debates habituales de los últimos años gira en torno a qué hacer con monumentos o estatuas que celebran momentos o biografías que colisionan con los valores morales del presente. En los últimos años ha habido numerosos movimientos que han exigido la retirada de representaciones de figuras históricas variopintas, acusadas de fijar un marco histórico que perpetúa una visión blanca, colonialista e incluso racista y esclavista.



Pocos países occidentales se han liberado de una reivindicación que ha afectado a personajes como Cristóbal Colón o el general Lee, entre otros muchos. Un debate que afecta al corazón de nuestras identidades colectivas y a la salud de nuestras democracias.



Se trata de un debate que hay que afrontar sin apriorismos, y a ese objetivo contribuye este ensayo del periodista y consultor de patrimonio Robert Bevan (Londres, 1964), que ya abordó este tema en La destrucción de la memoria (La Caja Books, 2019).

Mentiras monumentales. La guerra cultural sobre el pasado

Robert Bevan



Traducción de Daniel Esteban Sanzol. Barlin Libros, 2023 410 páginas. 21,90€

Vuelve ahora sobre los mismos asuntos, aunque con un enfoque más cercano a controversias políticas actuales, como la que enfrenta a cierta izquierda hipersensible a cualquier representación de personajes históricamente polémicos y a una derecha instalada en una resistencia numantina ante cualquier cambio del relato histórico y sus protagonistas.

Aunque si bien Bevan critica a los primeros, les concede una razón de fondo que niega a los segundos: “Los verdaderos temores de la clase dirigente no conciernen a las estatuas, sino a la posibilidad de que se cuestione con éxito su visión parcial e interesada de la historia”, escribe.



Dos son los asuntos centrales de este oportuno y lleno de matices Mentiras monumentales. Por un lado, responder a la pregunta de fondo que plantea el debate: qué hacer con dichas estatuas y monumentos.

Para Bevan, si bien la izquierda tiene razón en su condena, es un error el enfoque que apuesta por el derribo de los mismos: “Tenemos que buscar formas de preservar los estratos de sentido que atesoran nuestros monumentos y nuestra ciudad, con el fin de convertir ciertos elementos hoy conmemorativos en monumentos capaces de alterar el valor del pasado sin renunciar por ello al valor evidencial que encarnan dentro de la esfera pública”.



Porque “a pesar de todo el cinismo y la hipocresía y del propio historial de borrado del Estado, los monumentos nos ayudan a comprender el pasado. Son registros históricos”.

Este debate sobre el destino de las estatuas polémicas afecta a la salud de nuestras democracias

Por otro lado, Bevan aborda el debate sobre la arquitectura, sobre la tensión entre el clasicismo y el modernismo, y sobre las distintas visiones sociales que representan cada una de ellas. Es interesante el desglose que hace del cambio de posición dominante a lo largo de los años, así como su relato del papel cambiante del enfoque de la UNESCO relativo a la conservación del patrimonio.



En coherencia con su posición con las estatuas y los monumentos, Bevan es contrario a la reconstrucción historicista de edificios o infraestructuras dañadas o destruidas: “La restauración de la arquitectura por sí misma nunca puede poner fin a los conflictos. Si se lleva a cabo de forma apresurada, creando réplicas perfectas del pasado antes del conflicto, se corre el riesgo de eliminar cualquier memoria tangible y material de la injusticia original o expiación, que son fundamentales para alcanzar la verdad y la reconciliación”.



Su obsesión por los registros de la verdad histórica le lleva a citar a Hannah Arendt y a reclamar que la UNESCO vuelva a su anterior forma de considerar el patrimonio histórico. Y pone ejemplos como la reconstrucción del viejo puente de la ciudad de Mostar, en el que es imposible ver hoy las cicatrices de su pasado reciente. Un peligroso autoengaño con riesgos evidentes. Porque, en cuanto a estatuas y monumentos, la “verdad y la historia deben primar siempre sobre la memoria”.