El psicólogo y periodista Daniel Goleman (Stockton, California, EE. UU., 1946) cambió hace casi 30 años la manera en que concebimos la inteligencia. Gracias al éxito de su libro superventas Inteligencia emocional (1995), dio a conocer este concepto formulado por primera vez poco antes por otros investigadores.
Aunque han proliferado distintas interpretaciones y modelos de inteligencia emocional en todo este tiempo, en resumidas cuentas se trata del conjunto de capacidades relacionadas con la comprensión y gestión de las propias emociones y las de los demás; habilidades como el autocontrol, la empatía, la capacidad de escucha o el trabajo en equipo. En definitiva, es el reverso de la inteligencia cognitiva —ya saben: memoria, atención, lenguaje, datos…—, que antaño era la única que se tenía en cuenta a la hora de determinar la inteligencia de una persona.
Goleman se convirtió en el gran gurú de la inteligencia emocional, que se convirtió en la gran vocación a la que ha dedicado su vida profesional desde entonces. Hoy todo el mundo conoce o ha oído hablar de la inteligencia emocional. Muchos creen saber lo que es y, dice Goleman, la interpretan de manera libre o inexacta. Por eso él sigue escribiendo libros, dando conferencias alrededor del mundo y organizando cursos online sobre el tema. "¡Ahora también en español!", informa el psicólogo en conversación con El Cultural. Aviso: cuesta más de mil dólares.
Después de su famoso libro de 1995, Goleman publicó otros como La práctica de la inteligencia emocional, Inteligencia emocional en el trabajo, Focus o Inteligencia social. Su último libro sobre el tema verá la luz en español este 31 de enero en la editorial Kairós y se titula Óptimo. Rendimiento, empatía e inteligencia emocional. El autor nos da las claves de este nuevo libro —coescrito con su colega Cary Cherniss, investigador especializado también en el tema— en el que explica cómo aplicar la inteligencia emocional de manera que nos permita alcanzar nuestro estado óptimo de rendimiento, dentro y fuera del trabajo.
Pregunta. ¿Cómo define ese “estado óptimo” del que habla en el libro?
Respuesta. Mi definición de “óptimo” se basa en una muy buena investigación realizada en la Escuela de Negocios de Harvard, donde pidieron a cientos de hombres y mujeres que llevaran un diario en el que anotasen cada día qué les sucedía, cómo se sentían y cuál era su nivel de productividad y creatividad. Y el día óptimo resultó ser aquel en el que las personas se sentían muy comprometidas con lo que estaban haciendo, eran altamente productivas, bastante creativas encontrando soluciones para cualquier problema que surgiese ese día y conseguían pequeñas victorias en pos de una meta mayor. En días así se sentían bien, felices y muy conectados con las personas con las que trabajaban. Esos son algunos de los elementos clave de un día óptimo.
P. ¿Qué tiene que ver la inteligencia emocional con ese estado óptimo?
R. La mayor revelación de ese estudio es que los días que las personas subjetivamente describían como buenos coincidían con los días buenos según las medidas que usan las empresas y las organizaciones. En otras palabras, cuando las empresas miran a las personas, lo hacen a través de una lente diferente, pero miran lo mismo. Y resulta que la inteligencia emocional se correlaciona con esas medidas. Cuando escribí mi primer libro sobre inteligencia emocional en 1995, había muy poca investigación, era un concepto muy nuevo. Pero ahora mi coautor, Cary Cherniss y yo, que hemos sido copresidentes del Consorcio para la Investigación de la Inteligencia Emocional, hemos recopilado datos y hay muy buenas medidas de cómo la inteligencia emocional contribuye a ese día óptimo.
"Tenemos que ganarnos la vida, así que creo que es mejor disfrutar que estar de mal humor todo el tiempo porque vives en el capitalismo y estás atrapado en tu puesto de trabajo"
P. ¿Que intentemos rendir al máximo no es el gran logro del capitalismo tardío, que nos autoexplotemos con la promesa de que así seremos más felices?
R. Ese es un buen análisis periodístico de la situación, pero hay una famosa oración del teólogo Reinhold Niebuhr: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”. Así que diría que tienes razón y que este es probablemente un valor del capitalismo tardío. Sin embargo, nos encontramos en la situación de que trabajamos para empresas con esos valores. La pregunta es: ¿cómo podemos sobrevivir de la mejor manera en esta situación? Tenemos que ganarnos la vida, así que creo que es mejor disfrutar que estar de mal humor todo el tiempo porque vives en el capitalismo y estás atrapado en tu puesto de trabajo.
»La empresa o la organización pone la estructura en la que trabajas, pero no controla tu mente ni tu corazón, eso depende de ti. Lo que digo es: toma el control de lo que puedes controlar, que es tu realidad interior. Y la inteligencia emocional ayuda mucho para ello. La inteligencia emocional consta de cuatro partes: conciencia de uno mismo, manejo de las emociones, empatía y habilidades sociales. Y cuando se trata de gestionar las propias emociones, ayuda a superar dificultades como estar enojado, frustrado o ansioso y tener más calma y claridad para que puedas hacer mejor tu trabajo.
P. Usted dice que la concentración conduce al estado óptimo, pero vivimos en una época con demasiadas distracciones: teléfonos inteligentes, redes sociales, multitarea… ¿Cómo entrenar la concentración y qué papel puede tener la meditación en ello?
R. Cualquier meditación, no importa de qué tipo o sistema de creencias, desde un punto de vista científico es entrenamiento de la atención, porque su regla fundamental es que, cada vez que notes que tu mente se distrae, la traes de vuelta a aquello sobre lo que estás meditando. Desde el punto de vista de la ciencia cognitiva, lo que estás haciendo es fortalecer los circuitos cerebrales de la atención. Y en esta época de seductoras distracciones que llevamos con nosotros todo el tiempo en el teléfono, esto es más necesario que nunca.
»En 2019 se hizo un estudio en Harvard en el que los participantes tenían una app que les avisaba a cualquier hora de manera aleatoria y les preguntaba qué estaban haciendo y pensando en ese momento concreto, y el estudio determinó que las personas están distraídas el 50 % del tiempo, y el 90 % de ese tiempo transcurre en el trabajo. Así que creo que la meditación es un superpoder para entrenar la atención, y cuanto más entrenes, mejor serás.
P. La inteligencia emocional se ha convertido en un concepto universal, casi todo el mundo sabe lo que es, pero ¿se distorsiona con frecuencia? ¿Se abusa del término o se usa a la ligera?
R. Cuando escribí mi libro en 1995 y usé el término inteligencia emocional para el título, pensé que sería un éxito si escuchaba a dos desconocidos usar ese término y ambos sabían lo que significaba. Hoy se ha convertido en una locura. El término EQ [iniciales de “coeficiente emocional” en inglés, en contraste con IQ, “coeficiente intelectual”] está muy extendido, la gente cree que sabe lo que significa. No puedo responder por cómo ni quién lo usa y puede que se esté usando para algo muy diferente a lo que quiero decir, así que seguiré escribiendo libros sobre lo que quiero decir. Además, ahora acabo de lanzar la versión en español de mi curso online Inteligencia Emocional de Daniel Goleman. El primero comenzará el próximo otoño, pero puedes inscribirte ahora mismo.
"A diferencia del coeficiente intelectual, que es bastante estático a lo largo de la vida, la inteligencia emocional se puede aprender en cualquier momento"
P. ¿Cómo determinan la genética y la experiencia la inteligencia emocional? ¿Cada uno de nosotros nace con una cantidad determinada de inteligencia emocional, o todo se adquiere a través de la experiencia y el aprendizaje de nuestros padres?
R. Influyen tanto la naturaleza como la crianza. A diferencia del coeficiente intelectual, que es bastante estático a lo largo de la vida, la inteligencia emocional se aprende y se puede aprender en cualquier momento. Ayudamos a nuestros hijos, por ejemplo, retrasando la gratificación: primero haz tus deberes y luego podrás jugar a videojuegos. Esta es una lección muy valiosa para el cerebro al dejar de lado los impulsos de lo que quiere hacer y en lugar de eso hacer lo que debe hacer. Se llama control cognitivo y es muy importante para los niños. Así que los padres tienden a ser los primeros maestros o tutores en inteligencia emocional.
»Muchas escuelas ya han adoptado lo que se llama aprendizaje socioemocional, que enseña inteligencia emocional de manera apropiada para cada edad. Muchos países europeos ya han adoptado este programa. Y las empresas están ayudando a las personas a desarrollar más puntos fuertes en inteligencia emocional porque es bueno para los negocios, pero también para la persona. Si te vuelves más empático, tu familia también se beneficia.
P. ¿Cómo ha cambiado su vida la fama y el reconocimiento que ha adquirido en estos treinta años como principal promotor de la inteligencia emocional?
R. Para mi sorpresa, la inteligencia emocional se convirtió en mi profesión. He dado la vuelta al mundo hablando de ello. Estaba en el New York Times cuando ocurrió, y se dieron cuenta de que en un año no había escrito un artículo para ellos. Estaba demasiado ocupado, así que dejé el periódico. De modo que la inteligencia emocional se ha convertido en mi profesión, y me alegra difundir el mensaje porque creo en él.
P. ¿Cuál fue la reacción de otros psicólogos y del mundo académico en general cuando empezó a fomentar la inteligencia emocional? ¿Se encontró con mucha reticencia o escepticismo al principio?
R. Sí. Creo que hubo muchas críticas iniciales justificadas, particularmente por parte de académicos que dijeron que aún no había investigaciones que justificasen las afirmaciones de mi libro. Era cierto, porque en 1995, el concepto acababa de ser propuesto por Peter Salovey y John D. Mayer. Salovey, que ahora es el presidente de la Universidad de Yale (aunque ha anunciado que deja el cargo), era profesor junior cuando escribió su estudio, y Mayer era su estudiante de posgrado. Y eso fue solo cinco años antes del libro que escribí. Así que mi libro estaba lleno de datos convergentes y datos sugerentes e historias. Pero ahora ya hemos podido recopilar información de décadas de investigación al respecto. Y aquellas críticas de antes han cesado porque ahora hay muchos datos que corroboran la teoría.
P. ¿Y cómo ha evolucionado la posición del mundo empresarial acerca de la inteligencia emocional en todo este tiempo?
R. Hace unos cinco años, si entrabas en una librería de cualquier aeropuerto de Estados Unidos, había todo un estante con libros de Harvard sobre inteligencia emocional. Al mismo tiempo, publicaban muchos artículos sobre el tema. Y creo que a estas alturas la idea forma parte del ADN de la cultura empresarial.
P. En su libro dice que es fundamental que el líder de una empresa tenga una alta inteligencia emocional. El empresario más famoso de nuestro tiempo es Elon Musk, y de él se dice que es iracundo, poco empático, impredecible y despiadado. ¿Cree que le falta inteligencia emocional?
R. Es muy difícil evaluar a alguien que no conoces personalmente, si solo lo conoces a través de la lente de lo que la prensa dice sobre él. Por ejemplo, Steve Jobs era otro director ejecutivo famoso que a veces era criticado por ser distante y frío, pero que se rodeaba de personas que no eran así. Y lo mismo ocurre con Bill Gates en Microsoft. Así que creo que no hay que ser ingenuo a la hora de decidir si un ejecutivo en particular tiene estas habilidades o no, sino más bien observar toda la cultura del lugar de trabajo y ver qué cómo es, y muy a menudo estos son más inteligentes emocionalmente de lo que cabría esperar por tener un CEO errático.
P. En un proceso de selección de personal, es más difícil evaluar la inteligencia emocional que la cognitiva. ¿La gente suele mentir o exagerar en los test que tratan de medir habilidades como la empatía, la capacidad de escuchar a los demás o de trabajar en equipo?
R. Cuando buscas trabajo, tratas de mostrarte lo mejor que puedes. Muchas evaluaciones de inteligencia emocional se hacen preguntándole directamente a la persona, pero si realmente quieres una opinión verdadera, tendrías que preguntar a las personas que han trabajado con ella y conseguir que sean honestas en sus respuestas. Por eso decimos en el libro que, en realidad, es bastante difícil evaluar la inteligencia emocional. En lugar de eso, es mejor ayudar a las personas a desarrollarla en las áreas que lo necesiten cuando ya tengan el trabajo.
"La inteligencia artificial podría imitar la empatía, pero creo que la gente se sentirá más inspirada y guiada por otras personas que por un programa de IA"
P. ¿Qué importancia va a tener la inteligencia emocional en un futuro fuertemente marcado por la inteligencia artificial?
R. Aún no lo sabemos, aunque es una cuestión muy interesante. La inteligencia artificial es en realidad un conjunto de códigos informáticos, algoritmos, y no tiene un yo. No tiene emociones. Podría imitar la empatía, pero creo que la gente se sentirá más inspirada y guiada por otras personas que por un programa de IA. La gente va a necesitar a la gente en el futuro.
P. Vivimos en una época de creciente polarización ideológica. ¿Cree que esto se debe a una falta general de inteligencia emocional?
R. En realidad, creo que la polarización se debe más a las redes sociales y a la amplificación de lo que antes eran voces minoritarias, haciéndolas más ruidosas y haciéndolas parecer más comunes de lo que son. También está el fenómeno de la ciberdesinhibición: la gente dice o hace cualquier cosa en Internet porque existe el anonimato, y eso hace que otras personas piensen que hacer eso está bien. Así que no veo que la inteligencia emocional entre en juego particularmente en ese contexto.
P. ¿Cree que las nuevas generaciones tienen más inteligencia emocional que sus padres o abuelos?
R. Ya veremos, aún no lo sabemos.
P. Pero se suele decir que la generación Z antepone su bienestar emocional y su salud mental a las obligaciones laborales, y también que les preocupa más que los valores de la empresa para la que trabajan estén alineados con sus propios valores.
R. He oído eso y he visto algunos datos que sugieren que eso se da más en las personas más jóvenes que en las mayores. Pero debemos ver las opiniones de alguien a lo largo de toda su carrera, y ahora mismo los jóvenes están en su etapa inicial y algunos de esos datos cambiarán, y no sabemos cómo.
P. ¿Podría dar algunos consejos para alguien que quiera empezar a mejorar su inteligencia emocional?
R. Sí, que se apunte al Curso de Inteligencia Emocional de Daniel Goleman en línea, porque te ayuda a fortalecer las 12 competencias de la inteligencia emocional.