Rafael Narbona: "Vox ha deteriorado la convivencia, todo lo que se diga contra ellos es necesario y urgente"
Charlamos con el escritor, exprofesor de filosofía y colaborador habitual de nuestra revista, que acaba de publicar 'Maestros de la felicidad'.
5 febrero, 2024 02:36Los lectores de El Cultural conocen bien a Rafael Narbona (Madrid, 1963), uno de nuestros críticos y blogueros más populares. Exprofesor de filosofía y escritor, acaba de publicar Maestros de la felicidad (Roca), una indagación rebosante de optimismo a través de la historia de la filosofía, de los clásicos griegos a nuestros días, en busca del secreto del buen vivir, a pesar de los numerosos infortunios de su propia vida, de los que también da cuenta en este libro.
Nada en Narbona es previsible. Si tras una semana ingresado en el hospital por neumonía ha salido enamorado de Vivien Leigh, sus polémicas tuiteras han multiplicado el número de sus seguidores. “Sí, en un par de meses pasé de 40.000 a 135.000. Fue cuando me llamaron tres editoriales interesadas en publicarme y Julia Otero, para participar en “Julia en la Onda”, admite.
Pregunta. Con sus seguidores también se han multiplicado sus enemigos. ¿No teme a los haters?
Respuesta. No, aunque hay gente muy impertinente. Con Twitter he conseguido insensibilizarme a las críticas, ya no me afectan. Hombre, me afectaría que me atacara Javier Gomá, al que quiero y respeto, pero ¿que me ataque Vox? Y eso que me han insultado, han insinuado que era pederasta, solo por decir que Vox me parece una desgracia, un partido en vías de extinción que ha deteriorado la convivencia. Todo lo que se diga contra ellos es necesario y urgente.
P. Uno de los argumentos que esgrimen sus enemigos son sus cambios de opinión...
R. Bueno, soy una persona de centro-izquierda que en algunos temas como las drogas o la promiscuidad resulto muy conservador. ¿Incoherente? En absoluto. Soy creyente y de centro-izquierda, un cristiano independiente acosado por la duda, y eso a la gente le resulta muy chocante, porque en la gente de izquierda hay un anticlericalismo primario.
»Yo no simpatizo con el rumbo que ha tomado la Iglesia Católica en España, porque se está dedicando a torpedear las reformas de Francisco, pero sí con figuras como Hans Kung o Ignacio Ellacuría o Jon Sobrino, que creen en un Dios de la esperanza, mientras que el dios de las religiones tiene un carácter fundamentalmente represivo.
P. ¿En las redes triunfa el victimismo?
R. Sí, todo lo que es manipulación emocional triunfa, el victimismo por supuesto, el exhibicionismo, el radicalismo, la mala educación, la agresividad. En cambio, yo cultivo la ironía y soy bastante contundente con las opiniones que me molestan pero nunca chabacano.
"Me parece muy mal el silencio de algunos intelectuales ante lo que está pasando en Gaza"
P. Quizá lo que más sorprenda de sus escritos tuiteros sea su visceralidad...
R. Tal vez. A mí, en cambio, me parece muy mal el silencio de algunos intelectuales ante lo que está pasando en Gaza. Yo simpatizo mucho con el pueblo judío, he escrito a menudo sobre la Shoah, pero lo que está haciendo Netanyahu es un genocidio: han muerto ya cerca de 40.000 personas, 30.000 con nombre y apellidos, mientras que 7.000 están bajo los escombros, y el 90 por ciento son mujeres y niños.
»Un intelectual tiene la obligación moral de pronunciarse cuando se están produciendo violaciones gravísimas de los derechos humanos. Permanecer mudo y dedicarse a hablar de otras cosas porque no quieres crearte enemigos es infame. Además, yo creo que la importancia de un intelectual se mide por la cantidad de enemigos que se atrae. Si nadie te hace caso y nadie te odia es porque lo que dices no tiene repercusión.
P. Hablando de repercusión, ¿cómo surge la idea de escribir este volumen dedicado a los Maestros de la felicidad?
R. La idea surgió hace años hablando con Javier Gomá. Los dos compartimos la convicción de que el pesimismo siempre es la tentación más fácil, pues nos exime de adoptar iniciativas. Gomá me animó a escribir sobre la superación de las heridas que nos ahogan en la tristeza y la impotencia. El proyecto quedó aparcado, pero el azar quiso que Penguin se pusiera en contacto conmigo y me pidiera un ensayo de carácter humanista. Fue entonces cuando decidí escribir Maestros de la felicidad. El nihilismo es una actitud muy extendida entre filósofos y literatos: Schopenhauer, Cioran, Thomas Bernhard, Miguel Torga.
»Todos estos autores parecen darle la razón a Calderón de la Barca cuando afirma que el mayor delito del hombre es haber nacido. Yo, que he sufrido pérdidas muy dolorosas y he luchado durante años contra la depresión, repudio esa visión. La vida puede acarrear muchas calamidades, pero también nos ofrece la oportunidad de conocer el amor, la belleza, el bien, la esperanza, la serenidad. Si suprimiéramos el sufrimiento y disfrutáramos de una seguridad ilimitada no maduraríamos, no adquiriríamos una identidad, no nos desarrollaríamos interiormente. Seríamos seres incompletos y huecos.
P. Sí, pero ¿qué es para usted la felicidad?
R. Para mí, la felicidad no es algo dado, sino un estado de la mente que se construye mediante un propósito firme. El optimismo pueril del que desconoce el sufrimiento solo es una emoción primaria. Etty Hillesum conservaba su amor por la vida y su fe en Dios y en el ser humano en vísperas de ser deportada a Auschwitz. La felicidad es una obra maestra de la inteligencia.
P. ¿Quién es, de todos los filósofos que revisa en el libro, su maestro de la felicidad?
R. Nunca he tenido un filósofo de cabecera. Siempre he preferido aprovechar las ideas de distintos autores. Sócrates me ha enseñado la importancia de conocerse a uno mismo. Sin un ejercicio de introspección, no podemos aspirar a una comprensión adecuada de las cosas. Spinoza me ha mostrado que la verdadera sabiduría consiste en conocer las causas que nos determinan para superar ese condicionamiento y obrar con la mayor libertad posible.
»Nietzsche, cuyas ideas políticas detesto, me ha animado a decir sí a la vida, a amarla, incluso cuando nos duele. Por último, Bergson, tan olvidado, ha estimulado mi esperanza al vincular materia y espíritu. El cosmos no es una máquina, sino pura creatividad y ese hecho sugiere que hay algo más allá de lo puramente bioquímico.
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P. ¿Y por qué decidió combinar la historia de la filosofía con su propia historia personal?
R. Las ideas solo adquieren fuerza y convicción cuando se convierten en vivencias. David Hume no tenía miedo a la muerte y lo demostró durante sus últimos días, disfrutando de su rutina sin permitir la intromisión del miedo. Además, Maestros de la felicidad no es un manual, sino la historia de un profesor de filosofía que dejó atrás la desesperanza gracias a las lecciones de la filosofía. Lo que he vivido no es algo secundario o accidental, sino la explicación última de mi forma de entender el mundo.
P. Contemplando el mundo actual (la antes mencionada Gaza o Ucrania), ¿realmente es posible “contemplar el mundo con optimismo y juzgar al ser humano con indulgencia”?
R. Las guerras de Gaza y Ucrania han despertado manifestaciones de solidaridad en todo el mundo. Esas reacciones invitan al optimismo. La violencia no es un rasgo de nuestro ADN, sino una perversión ideológica o la consecuencia de obscenos intereses económicos. En Gaza y Ucrania se lanzan bombas por ambición material y política. Se lucha por la hegemonía y por el control de los recursos naturales y las rutas comerciales. Médicos y periodistas se juegan la vida a diario para salvar vidas e informar. Su coraje y generosidad nos impiden afirmar que la especie humana es abominable.
"Tras mis tragedias personales solo me quedaba hundirme en la desesperación o afrontar los problemas con esperanza"
P. Muchos de los interludios del libro se refieren a algunas de sus tragedias personales: ¿cómo ha encontrado razones para la esperanza?
R. Los jóvenes uruguayos que se estrellaron en los Andes cruzaron la cordillera en unas condiciones infernales. Deseaban vivir. Yo, también. Después de perder a mis hermanos en circunstancias trágicas (uno de ellos se suicidó), luchar contra la depresión y contra las enfermedades que han afectado a mis seres queridos (Alzheimer, cáncer o patologías infrecuentes, como la neurofibromatosis y el síndrome de Turner), solo me quedaban dos alternativas: hundirme en la desesperación o afrontar los problemas con esperanza.
»Adopté la segunda opción, pues me parecía la única razonable. El ser humano tiene más recursos de los que cree. Subestima su capacidad de superar los problemas. La experiencia como cuidador fortaleció mi elección. Hay que pensar menos en uno mismo y ocuparse de los otros.
P. ¿Teme a la muerte?
R. Claro que tengo miedo a la muerte, especialmente a la de mis seres queridos. No hay experiencia más devastadora que una pérdida.
P. Sí, pero ¿por qué le irrita la idea platónica de que morir tal vez sea una liberación?
R. Platón sostenía que la muerte constituía una liberación porque significaba librarse del cuerpo. Olvidaba que la persona no es solo alma, sino la totalidad que la constituye. Sin el cuerpo, no podríamos interactuar con el mundo ni desarrollarnos individualmente. Por eso, el cristianismo augura la resurrección del cuerpo y el alma, dos entidades inseparables. Gödel sostenía que la muerte es irracional en un cosmos racional. No parece lógico que se extinga por completo un ser humano, desperdiciando todo el potencial que podría desarrollar en un tiempo indefinido. Pienso que no debemos menospreciar esa especulación.
"La inmadurez de nuestra sociedad ha olvidado la necesidad de fracasar para aprender. El fracaso no debe desalentarnos"
P. ¿Cuándo descubrió que la vida intelectual no es una huida de la realidad sino una forma de vivir más intensa?
R. Cuando la rutina de leer y escribir me sacó de la depresión. Algunos afirman que no se puede hacer nada cuando estás deprimido, pero ese razonamiento solo es válido en el caso de la depresión mayor, no en el de la distimia, una forma leve y persistente de depresión. Yo sufro distimia desde muy joven. La tristeza siempre ha estado ahí, como un telón de fondo. Logré desprenderme de ella, leyendo, escribiendo, viendo películas clásicas, escuchando a Bach, los Beatles y John Coltrane. El arte no es un mero entretenimiento, sino una escuela de vida.
P. En el capítulo dedicado a Aristóteles afirma que “la felicidad no consiste en ser sino en hacer” y que para que una vida tenga pleno sentido, debe tener una meta: ¿cuál es la suya?
R. Ser mejor persona. Lo demás, incluida mi vocación literaria, me parece secundario. Como todos, he cometido errores, pero creo que cuidar a mi madre enferma de Alzheimer, atender a mi hermana Rosa, que sufría graves discapacidades físicas, cuidar a los perros y gatos que rescaté del abandono y el maltrato (en una época, mi casa se convirtió en un pequeño refugio), y ahora acompañar y confortar a mi mujer, a la que recientemente le han diagnosticado un cáncer –afortunadamente, de grado bajo–, me ha hecho crecer como ser humano. Ese es mi mayor logro y mi meta es continuar en esa dirección.
P. Al estudiar a los estoicos afirma que el fracaso es “una experiencia necesaria”. ¿Sabemos asumirlo hoy, sobre todo los más jóvenes?
R. Los fracasos nos revelan nuestros límites, pero también nos incitan a superarlos o a fijar unas metas más realistas. Como se repite en la trilogía de Christopher Nolan sobre Batman, “nos caemos para levantarnos”. La inmadurez de nuestra sociedad ha olvidado la necesidad de fracasar para aprender. El fracaso no debe desalentarnos, sino estimular nuestro deseo de superación.
P. De Marco Aurelio destaca la necesidad de encontrar la paz retirándose al interior. ¿No sufrimos hoy demasiado “ruido”?
R. Hay un exceso de información circulando por todos los canales que ha deteriorado gravemente nuestra capacidad de concentración. Se hacen vídeos de un minuto o incluso menos, pues poca gente soporta dedicar más tiempo a un tema. El estoicismo se ha puesto de moda, entre otras cosas porque reivindica una vida sencilla y austera. Marco Aurelio era frugal y discreto, y pensaba que la felicidad consistía en necesitar poco y cultivar el espíritu mediante el retiro. Nos hace falta menos ruido y más reflexión.