Javier Gallego (Madrid, 1975) es el rostro más conocido de la radio independiente. Desde 2009 permanece al frente de Carne Cruda, el primer programa de radio en España financiado por sus oyentes. Cuando se quedó fuera de las grandes emisoras públicas y privadas —empezó en Radio Nacional de España, etapa en la que se alzó con un Premio Ondas en 2012, y pasó por Cadena Ser—, logró la sostenibilidad a través de un crowdfunding al que contribuyeron sus oyentes más fieles, los mismos que hoy le otorgan carta libre para hacer un periodismo sin tutelas, al margen de los grandes grupos económicos.
En septiembre de 2023 se independizó definitivamente. Carne Cruda, plataforma asociada a elDiario.es pero desmarcada de su estructura empresarial, ha pasado de subcontratar servicios a la autogestión íntegra en una sede propia. El periodista, músico y poeta nos recibe en el nuevo estudio, ubicado en la calle Santa Isabel, para hablar de su primera novela, La caída del imperio (Random House), un relato de extrarradio situado en el corazón de Madrid durante los días previos al movimiento 15-M.
Edificado sobre frases cortas como disparos, se inmiscuye en la travesía nocturna de unos jóvenes que pasan tres días de fiesta en la capital. Nos recuerda, por el tono y la estética, a la que vivieron los protagonistas de El camino de Jack Kerouac, pero estos personajes no se deslizan por el asfalto de las carreteras secundarias estadounidenses, sino que flotan en la atmósfera crepuscular y pegajosa de algunos de los rincones más sórdidos de la ciudad del oso y el madroño.
Visceral, desacomplejada, corrosiva y a veces delirante, la novela está determinada por el artificio formal: los diálogos cuyas voces no se atribuyen a quienes las pronuncian, el monólogo interior o el juego de perspectivas son algunos de los rasgos que nos remiten a la experimental novela modernista. Los lectores, además, reconocerán a las generaciones malditas a través de múltiples ecos del ecosistema underground: el rock de garaje, el cine, los comics, los fanzines... Y por supuesto las drogas, el alcohol y el sexo.
"Yo quería contar que en los márgenes existe un submundo fascinante y toda generación tiene un momento de rebeldía. Esta novela celebra esa vocación de ir a la contra", dice el autor a El Cultural. Bajo la consigna de la desesperación se proyectan, como fundidos con la luz que se colara en un after a punto de echar el cierre, importantes visos de profundidad: el ocaso de un ciclo vital y político, el amor y sus miserias, la soledad en medio del estrépito... El autor ha volcado todas sus inquietudes en una ópera prima tan ambiciosa como notable. De mucho más que esto hablamos en la entrevista que sigue a continuación.
Pregunta. Su ecléctica producción creativa como músico y como poeta se engrosa ahora con una novela. ¿Cómo surge esta historia?
Respuesta. Tenía la idea de hacer una novela de un grupo de amigos en un momento de intensidad emocional, de fiesta... Belén Bermejo [editora de Espasa fallecida en 2020] me ofreció la posibilidad de publicar un libro de poemas, pero ya me editaban en Arrebato [sello indie con sede en Madrid], así que me preguntó si tenía una novela. Lo que tenía es la idea. Yo viví con mucha intensidad los años que rodearon el 15-M y me pareció que ese momento era la catarsis de la crisis de una generación, por lo que decidí localizar la novela en un fin de semana de marcha que coincide con ese momento.
»La novela retrata a una generación desencantada porque ve la pérdida de horizontes, la precariedad de sus vidas, un presente que no da respuestas, un futuro que se ve oscuro… Quería también explicar el país que teníamos entonces y contar la juventud no solo en su fulgor, sino también en su decadencia. Al final, todas las generaciones se definen por un momento de rebelión frente a una crisis: el Mayo del 68, los hippies y las drogas, los beatniks con los viajes y la experimentación… Lo más cercano a esto que tenemos en nuestro país es ese levantamiento popular.
P. Por el hecho de ser eminentemente urbana, tiene una impronta anacrónica, ahora que están tan de moda los relatos rurales. ¿En la editorial le hicieron alguna consideración de este tipo?
R. Pues a la editorial le gustó mucho que fuera tan urbana y que Madrid fuera tan protagonista. En realidad, no es una novela sobre el 15-M. Lo que quería contar era el contexto social y político, cómo una juventud se encuentra con un muro e intenta saltarlo o esquivarlo. No tuvieron mucho problema con este anacronismo que comentas, pero es verdad que este ritmo vertiginoso y nocturno o el frenesí de la ciudad va en contra de las tendencias actuales. También es anacrónica, como dices, porque se opone a la autoficción: es una novela del nosotros, no del yo.
P. ¿Cómo ha envejecido el 15-M?
R. Ahora se mira con tristeza y no creo que sea un tema que despierte pasiones. Es cierto que hay un desencanto con respecto a esa ilusión que se creó. Y también es verdad que seguimos asistiendo a problemas que entonces se pusieron sobre la mesa: la corrupción, el sistema bancario, la desigualdad, los desahucios, la vivienda…
»Yo soy más positivo porque pienso que hubo una toma de conciencia generalizada que cambió cosas fundamentales en el país, desde la manera de afrontar el compromiso político diario de la ciudadanía hasta lo que estamos viendo ahora en el Congreso de los diputados: una pluralidad y una plurinacionalidad que no existía antes del 15-M. Creo que sí ha sido una cesura en la cultura de la Transición e incluso inició un tiempo nuevo. Ahora está terminando de cristalizar y, probablemente, también se está desvaneciendo.
"Es imposible mantener la protesta social en su máximo apogeo durante mucho tiempo"
P. Consigna también en la novela ese mantra que fue "Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¿Puede que esta frase haya terminado calando, en la medida en que los ciudadanos ahora se conformen con tan poco? A tenor de lo poco que ha cambiado la situación en estos trece años, se advierten pocas ansias de revolución.
R. Es verdad, hay un cierto conformismo que tiene que ver con una cronificación de la crisis. Todos los ciclos políticos tienen un auge y también una caída. Es imposible mantener la protesta social en su máximo apogeo durante mucho tiempo. Y cuando la política de la calle pasa a las instituciones, generalmente las expectativas defraudan. Efectivamente, nos hemos instalado en la precariedad. Lo de aquello fue un golpe, mientras que ahora estamos en una anestesia generalizada, cierto derrotismo ante la posibilidad de cambiar las cosas. Además, desde los medios y la política se impulsa esta desesperanza.
»También creo que se está gestando un malestar en la juventud por la mala salud física y mental que provoca esta precariedad, por la imposibilidad de acceder a una vivienda, las dificultades de formar una familia o un proyecto de vida... Inevitablemente, este mar de fondo provocará una oleada. No se puede mantener a la juventud perennemente hastiada. Cuando surge la desesperación, puede convertirse en un movimiento.
"Cuando la política de la calle pasa a las instituciones, las expectativas generalmente defraudan"
P. ¿Cree, como dice uno de los personajes de su novela, que no hay un solo medio de comunicación que sea libre, que mantenga su independencia con los grandes grupos de poder?
R. La prensa libre es difícil en casi cualquier circunstancia. Sin embargo, no creo que no se pueda hacer buen periodismo. De hecho, creo que hay muy buenos periodistas, aguerridos, haciendo muy buen trabajo, a veces incluso sorteando los intereses de su empresa, pero es verdad que las presiones en los grandes medios, tanto públicos como privados, son muy fuertes. Cuando el capital controla los medios de producción y también de reproducción, aspira al beneficio económico, no al social ni al periodístico, mientras que la sociedad está secuestrada por una manera de pensar.
»Creo que este es un gran debate en nuestro país. Estamos en unos niveles de manipulación informativa que ponen en peligro un puntal básico de las sociedades democráticas. Si los periodistas no pueden contarte la verdad oculta o denunciar la corrupción, ¿cuál es el mecanismo que tenemos los ciudadanos de controlar las instituciones? ¿Votar cada cuatro años? Evidentemente, eso es insuficiente. En general, yo soy bastante crítico con el nivel de democracia en los países occidentales.
P. ¿Ahora es cuando más libre se siente?
R. Totalmente. De lo que más orgullo estoy es de que Carne Cruda se haya convertido en ejemplo colectivo y comunitario de lo que decíamos. O sea, convertir la teoría en práctica. Es un ejemplo inédito en España: un programa que se queda sin emisora en los grandes medios porque el mensaje resulta incómodo al final es rescatado por los ciudadanos. En realidad, si la información quiere ser de servicio público, es el público el que tiene que comprometerse. Esto no quiere decir que Carne Cruda haga mejor información que estos medios, pero sí es cierto que nosotros gozamos de una independencia de la que no gozan muchos compañeros y compañeras.
"Ahora lo irreverente parece que es la ultraderecha porque dicen lo que nadie se atreve a decir"
P. ¿No tiene la sensación de que la derecha ha conquistado ese espacio de incorrección política que antes se solía atribuir a la izquierda irreverente? ¿Han ganado la batalla por este relato?
R. Desde luego. Ahora lo irreverente parece que es la ultraderecha porque dicen lo que nadie se atreve a decir. En realidad, se atreven a decir lo que no se debería decir porque es un atentado contra los derechos fundamentales. Lo que han hecho es asumir los consensos más establecidos: el racismo, el machismo, la desigualdad… Eso es lo que impera, aunque se venda como modernidad lo que es una vuelta al pasado. La izquierda debería dar esa batalla, pero se ha instalado en un cierto puritanismo: no pueden decir ciertas cosas porque podrían dañar a colectivos vulnerables.
[Bret Easton Ellis: "Si no te puedes reír de todo, no te rías de nada"]
P. Volviendo a la novela, hay un interés evidente por los escritores malditos, desde la Generación Perdida de Scott Fitzgerald, la Generación X de Kerouac o la posterior de Bret Easton Ellis hasta la Generación Kronen. Por cierto, ¿cree que en España esta última existió realmente o se quedó en el título del documental de Luis Mancha?
R. Evidentemente, me interesan las generaciones malditas por el modo de actuar de los personajes, por el ambiente en el que se mueven y por lo que se cuenta en esta novela. ¿Si existe una Generación Kronen? Creo que esto es más dudoso. Todas las generaciones tienen una personalidad, pero Historias del Kronen [José Ángel Mañas, 1994], novela que sin duda marcó esta época, solo muestra una parcela. Yo, por ejemplo, no me siento muy representado por los personajes de esa novela.
"Los modernistas son una de mis principales inspiraciones porque son los que de verdad estallan el canon tradicional"
P. Diría que, por sus características formales —fragmentación, subversión del modelo narrativo clásico, etc.—, la suya se aproxima al posmodernismo. Sin embargo, subyace en estos personajes una aspiración a encontrar un sentido a la vida, mientras que en el posmodernismo prevalecía la renuncia a todo tipo de esperanza.
R. Yo creo que, por eso mismo que comentas, es una novela modernista más que posmoderna. Bebe de los años 20, de Virginia Woolf, de Djuna Barnes, de T. S. Eliot y La tierra baldía, de Joyce y los experimentos, de las vanguardias… Está en la línea de un modernismo actualizado a la realidad actual. La posmodernidad renuncia a encontrar un sentido, efectivamente, mientras que el modernismo trata de encontrar el rumbo de esa dispersión y de esa fractura que el mundo tiene desde la Gran Guerra.
»Los autores modernistas son una de mis principales inspiraciones porque me parece que son los que de verdad estallan el canon tradicional. El monólogo interior, el fluido de la conciencia, el modo en que los personajes ahondan en el psicologismo… Gracias a la posmodernidad que comentas y funciona como lazo, ahora podemos recuperar esas técnicas literarias que resultan tan interesantes y llevarlas hacia otros ámbitos. También en Rayuela de Cortázar y Los detectives salvajes de Bolaño hay una ruptura en la forma tradicional de narrar.
P. Madrid es casi un personaje en esta novela. ¿Cree que es una de las últimas grandes capitales que se resiste a perder su esencia y abandonarse a la gentrificación?
R. Estoy de acuerdo, creo que hay un Madrid resistente a la gentrificación. De hecho, los barrios se acaban organizando para evitar ese desembarco masivo de esas marcas y grupos inversores que acaban cambiando la personalidad de un barrio y uniformizándolo todo. En Madrid hay un “No pasarán” frente a la gentrificación, pese a que las administraciones reman en dirección contraria. A mí lo que me gusta de Madrid es que es una ciudad excéntrica, abierta, proteica, orgánica, divertida y rompedora.
"En Madrid hay un 'No pasarán' frente a la gentrificación, pese a que las administraciones reman en dirección contraria"
»Además, se niega a envejecer, tiene complejo de Peter Pan… Me lo dicen amigos que viene de fuera, porque aquí todos vienen de fuera, por eso es muy fácil integrarse en un grupo. Esto va en contra de la etiqueta que se le ha acabado atribuyendo. Siempre se habla del centralismo de Madrid, pero esto tiene que ver con sus instituciones, no con sus gentes. Yo puedo entender el antimadrileñismo porque se genera desde el madrileñismo institucional con mensajes como que "Madrid es España dentro de España" [Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad, en 2020].
»No, España es muy diversa en culturas, formas de ser, gastronomía, folclore… Es un país despampanante, por lo que no es de recibo querer reducirlo todo a una visión tan arcaica y tan construida en el franquismo. Y es verdad que los medios solo hablan de Madrid, y hay una parte muy pija, muy retrógrada y muy cerril. Pero Madrid como ciudad es apasionante y la gente de los barrios es muy hospitalaria. En fin, me hace mucha gracia cuando hablan de los de Madrid. Pero ¿quién es de Madrid?
P. Usted que ha sido guionista en el programa Caiga quien caiga y su modo de hacer periodismo se caracteriza por un estilo desenfadado, ¿cree que ahora se está haciendo buen humor en España?
R. Sí, creo que hay muchos humoristas buenísimos y que siempre los va a haber porque lo mejor que tiene nuestro país es que se ríe de sí mismo. España tiene una larga tradición de humoristas, desde los surrealistas hasta los satíricos. A mí me interesa mucho el humor crítico con la realidad. Por ejemplo, El Mundo Today me resulta brillante. Estoy muy a favor de romper con la gente biempensante y con los consensos burgueses. El humor es un arma de destrucción masiva en este sentido.
"Nos estamos riendo todo el rato, pero a veces me preguntó de qué nos reímos"
»Sí echo en falta un humor más subversivo e incómodo en medios más mayoritarios. En la televisión solo tenemos el caso de Polònia en Cataluña; ya ni siquiera queda el Vaya semanita de la ETB. Hay un humor que vacía de contenido todo, la risa por la risa sin ningún tipo de mensaje, y tiene mucho que ver con el espíritu de estos tiempos. Me preocupa ese humor muy blanco al estilo del contenido que nos aturde en redes sociales. Nos estamos riendo todo el rato, pero a veces me preguntó de qué nos reímos.
P. ¿Y la pujanza de las nuevas sensibilidades le ha hecho alguna vez autocensurarse?
R. La autocensura es un riesgo del que a veces ni siquiera se es consciente. Como uno ha sufrido las consecuencias de la censura y de la reprobación, lo acaba asumiendo sin darse cuenta. A veces pienso que la autocensura es aún más poderosa que la censura. Hay periodistas que no publican ciertas cosas por miedo a qué dirá su jefe, cuando a lo mejor el jefe no ha dicho nada. En mi caso, creo que he conseguido un gran escudo de autodefensa, que es tener una comunidad que sostiene un programa de radio y lo hace independiente.
»Yo no me debo a ningún interés más allá de mis oyentes. Podría no querer pisar los callos de estos, pero entonces mi programa y mi figura perdería su razón de ser. Yo tengo muchos debates acaloradísimos con oyentes que a veces se enfadan con lo que digo. Algunos pensarán que tengo el típico programa de izquierdas donde todo el mundo está de acuerdo. En absoluto, dentro de las izquierdas también hay debates.
»Y volviendo al humor, lo que peor sienta es que te rías de algo por lo que sienten pasión. Pues precisamente creo que ahí es donde hay que ir. No debe haber nada sagrado en el humor. Si se hace con una intención justa, debe ir a por todas. La risa y el baile es lo último que nos queda.