Antes de pronunciar su famosa frase Ich bin ein Berliner (“Soy berlinés”) el 26 de junio de 1963 ante el Ayuntamiento de Berlín, John F. Kennedy había realizado tres viajes a Alemania: en 1937, tras su primer año en Harvard como estudiante; en 1939, antes del inicio de la II Guerra Mundial como hijo del embajador de Gran Bretaña, y en 1945, con motivo de la conferencia de Potsdam como reportero.
Había conocido el convulso país como turista, diplomático y reportero y de cada una de las facetas dejó un diario personal, cartas y varios reportajes.
Antes, por tanto, de ser presidente de Estados Unidos (período comprendido entre enero de 1961 y noviembre de 1963) a JFK el país teutón ya le era familiar. Conoció de primera mano cómo se gestó el totalitarismo en la Alemania nacionalsocialista, en la Italia fascista y en la España de la Guerra Civil (por los refugiados en Francia).
"Las calles italianas son más bulliciosas y llenas de vida que las de Francia y su gente parece más atractiva. Parece que el fascismo los trata bien”. John F. Kennedy
Gracias a la labor del profesor Oliver Lubrich conocemos estos diarios desconocidos que nos muestran a JFK conformando su visión del mundo y que se han reunido en El diario secreto de John F. Kennedy, recién publicado en España con el esfuerzo editorial de Vegueta.
Un mundo convulso en el que se desarrollaba vertiginosamente la tormenta perfecta que conduciría a la II Guerra Mundial. JFK y su compañero de viaje, Kirk Lemoyne Billings, ponían en su joven mirada todo cuanto ocurría pero también se dejaban llevar por la seducción de la vida cotidiana que les salía al paso.
“El año 1937, al que se refiere el diario de juventud que reproduce el libro, está especialmente repleto de acontecimientos de interés -explica en el prólogo Santiago Muñoz Machado, director de la RAE-. No es fácil saber cuáles de ellos llamarían la atención del estudiante de Harvard, pero es seguro que muchos le deslumbrarían porque mostraban los problemas de una sociedad en crisis y muy distinta a la norteamericana”.
Lubrich destaca la importancia de poder leer los dos diarios juntos: “Gracias a que no solo se conserva el diario de Kennedy, sino también el de Billings, podemos comprobar dos percepciones distintas del mismo viaje. Los dos testimonios coinciden en muchos aspectos, a veces incluso literalmente, lo que puede deberse a que los amigos compartieran impresiones sobre los lugares y escribieran sus diarios de forma paralela”.
JFK lo llama Diario de Europa y se confiesa con una intimidad y una sinceridad propia de la protección que le da el formato: “Las calles italianas son más bulliciosas y llenas de vida que las de Francia y su gente parece más atractiva. Parece que el fascismo los trata bien”.
En Múnich, hacía su particular perfil de los seguidores de Hitler: “Tuve una charla con el propietario, que es seguidor de Hitler. No hay duda de que estos dictadores son más famosos dentro del país que fuera por la efectividad de su propaganda”.
En sus ratos más introspectivos reflexionaba sobre la situación general de Europa, especialmente por el ascenso del fascismo. De España se cuestiona qué pasaría si se retirasen las tropas extranjeras, “¿cuáles serían las posibilidades de Franco?”, y plantea una pregunta en la que ya asoma el gran estadista que fue: “¿Sería posible el fascismo en un país con la distribución económica de la riqueza de Estados Unidos?”
En el diario de Billings (Diario de viaje) se nos aparece un Kennedy más humano, tumbado en muchas ocasiones por sus numerosos achaques: “Me desperté tarde y descubrí que Kennedy necesitaba medicación. Finalmente la conseguí después de hablar mucho con la dueña de una farmacia en Beauvais”.
En Londres, en agosto de 1937, el compañero de viaje del que sería presidente de Estados Unidos apunta en su cuaderno: “Kennedy sigue muy mal. Me preocupa un poco porque tiene el mismo aspecto que un perro moribundo. Hemos probado todas las medicinas que existen para aliviar su urticaria, pero él resiste como un soldadito”.
Para Lubrich, el viaje europeo del verano de 1937 fue una iniciación política. Kennedy estaba realmente interesado por el movimiento que estaba dirigiendo Hitler. “Este interés se centraba principalmente en la escenificación pública. Los medios, como señaló Kennedy, fueron cruciales para la popularidad de los dictadores”.
El año 1937 dejaba acontecimientos como el bombardeo de Guernica y la batalla del Jarama en España, la abdicación de Eduardo VIII por su decisión de casarse con Wallis Simpson en Gran Bretaña y la exigencia de Hitler de anexionarse la ciudad libre de Danzing. Kennedy dejaba Europa a punto de estallar.