La escritura, y sobre todo la génesis, de los libros es para María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) un misterio. La autora de El corazón del daño (Random House, 2023) recuerda que hace más de diez años visitó el Museo de Historia Natural de la ciudad de La Plata, a 60 km de Buenos Aires, y quedó fascinada.
No era la primera vez que entraba a un museo de Historia Natural pero en su mente la experiencia se grabó gracias al encanto melancólico de sus estancias no renovadas, de su mobiliario original, de su ambiente “un poco decadente y obsoleto”. Quedó tan “flechada” que decidió ponerse manos a la obra con La idea natural, un pequeño pero encantador tratado que ahora publica Acantilado.
P. ¿Qué le ha guiado a la hora de seleccionar a los personajes del libro?
R. Uno llevó al otro. Empecé, creo, por los naturalistas europeos conocidos como tales (Humboldt, Buffon, Linneo, Darwin) y luego fui incorporando otras formas de la misma empresa en EEUU, América y Argentina.
"Hay una tendencia a separar el pensamiento científico de la emoción artística, pero yo creo que el pensamiento y la emoción van juntas"
P. ¿Qué conexiones aprecia entre la naturaleza y la creación literaria?
R. La conexión que veo es entre los intentos humanos –desde el comienzo de los tiempos—de ordenar y dar una forma al desorden fascinante del mundo por medio de las clasificaciones, taxonomías y nomenclaturas y la actividad literaria. También la literatura es un microcosmos, un lugar de condensación de la experiencia inasible de la vida, un intento de encontrar una forma que nos calme. No hay que olvidar que el Liber Naturae (el libro de la Naturaleza que no es más que el Libro de Dios) es ante todo, un libro.
P. ¿Algún nombre favorito entre los seleccionados?
R. Creo que mi entrada preferida es la Carta a un escolar americano, esa carta que inventé donde Emerson –el autor de Nature—le escribe a Thoreau que se ha ido a vivir a Walden para alertarlo sobre el riesgo de suplantar la experiencia de la naturaleza por la escritura de la naturaleza. No es lo mismo escribir el bosque que ser el bosque.
P. En su libro dialogan, indistintamente, nombres de la ciencia con los de la cultura (música, literatura, arte, filosofía…) ¿Les une una cierta “idea natural”?
R. Claro, la ciencia, en este sentido, no se distingue del arte. En ambos casos, el impulso es el mismo. Lo digo en la entrada de Lucrecio, cuando le atribuyo el deseo de escribir un gran poema donde la ciencia cante.
P. ¿Cree que falta comunicación entre la ciencia y el resto de las artes?
R. No para mí. Hay una tendencia a separar el pensamiento científico de la emoción artística, pero yo creo que el pensamiento y la emoción van juntas en ambos casos. No hay poesía sin pensamiento y pensar es también una emoción.
P. ¿Qué tiene el libro de inventario de lecturas y referencias?
R. Supongo que mucho. Leer y escribir son dos caras de una misma moneda. En mi caso, identifico en el libro cuáles son mis obsesiones y preferencias de lectura.
P. ¿Entiende, como Rosseau, la naturaleza como una barricada contra la vileza?
R. Sí, siempre me ha seducido la idea del aislamiento (aunque no hace falta hacerse una cabaña en el bosque) para preservar la soledad de donde surge la escritura. El personaje de Julio Verne, el Capitán Nemo, decía que en su submarino Nautilus se protegía de los verdaderos tiburones que son los seres humanos.
P. ¿Qué lugar ocupa Humboldt en este libro? ¿Diría que es, con permiso de Darwin, el gran naturalista?
R. No me atrevería a decir tanto. Pero Humboldt es un personaje entrañable para mí desde hace mucho tiempo. Su desesperada voluntad, su bulimia por los descubrimientos, su desarraigo, su psique vulnerable siempre me conmovieron. De hecho, en una novela que publiqué en 2005, La Anunciación, atribuí al personaje—que es un desaparecido argentino de la época de la dictadura—el alias o nombre de guerra Humboldt.
[Humbold, un renacentista tardío]
P. ¿Es Thoreau el gran escritor del de lo "natural"?
R. Thoreau y Emerson encabezan lo mejor de la intelligentsia norteamericana. Con ellos nace y se desarrolla el espíritu rebelde y democrático de los EEUU.
P. Incluye a Rosa Luxemburgo, ¿qué tal se llevan la política y la naturaleza?
R. Creo que en la entrada de Rosa Luxemburgo está la respuesta, cuando ella afirma que prefiere las flores de sus jardines “de paso” (los que cultivaba en las cárceles donde estuvo) a sus camaradas políticos.