En el eterno debate que enfrenta a la imagen y la palabra, no es habitual que los escritores se posicionen sin tapujos a favor de lo visual. Olga Tocarczuk, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2018, se expresa con implacable contundencia. "En la literatura no es tan importante la lengua como las imágenes", dijo hace apenas seis meses en el ciclo Europa celebrado en el CCCB de Barcelona. "La lengua está en un segundo plano. Solo está para mostrar la naturaleza subyacente de la imagen", apostilló.
En esta ocasión se encuentra en España con motivo de su participación en el arranque de la segunda edición del programa Escribir el Prado, que invita a reconocidos escritores internacionales para que profundicen tanto en la historia del Museo como en las obras que alberga. Este proyecto, que acoge a los creadores en la Residencia Literaria Internacional y está patrocinado por la Fundación Loewe —en colaboración con la revista Granta en español—, arrancó el año pasado con la presencia de J. M. Coetzee y Chloe Aridjis.
La escritora y editora Valerie Miles, gran conocedora de las obras de la escritora polaca, ha ejercido de interlocutora este lunes en una conversación celebrada en el auditorio del museo que ha transitado por sus motivaciones en el plano creativo y la relación entre arte y literatura. Es difícil encontrar un escenario más proclive a reflexionar sobre esta dialéctica que el Museo del Prado.
Tocarczuk ha celebrado, en el acto denominado El mundo como una pintura, la afluencia diaria que tiene la institución. "Las decenas de miles de visitantes podrían ver las imágenes por internet, y sin embargo prefieren venir", ha señalado.
Sobre el rito colectivo que supone contemplar en directo una obra de arte, ha apuntado: "Esto los políticos no lo entienden". La escritora polaca, aunque nacida en "unos tiempos en los que la literatura predominaba sobre lo visual", insiste en la idea de la imagen como elemento "primordial", en tanto que constituye "el reflejo de la memoria como especie".
Y es que, como casi no disponemos de imágenes reales antiguas —vino a decir—, "hemos tenido que crear un disco duro". Reconoce, no obstante, que "el lenguaje es una buena herramienta para expresar imágenes". "El mayor cumplido que me puede hacer un lector es decirme que creo imágenes con las palabras", apostilló.
¿Y cómo capta Tocarczuk las imágenes que aparecen en sus novelas?, preguntaba Miles, que confesó más de una vez la admiración que siente por su obra. "Hay que apelar a la sensualidad del lector", aseguraba la escritora. Su respuesta serviría como antesala del análisis de la obra renacentista La historia de Nastagio degli Onesti, de Sandro Botticelli, un tríptico datado en 1483 que refleja visualmente las peripecias de El Decamerón (remite a la Octava novela de la Quinta jornada en la novela de Giovanni Bocaccio).
"Botticelli tiene la misma dificultad que un escritor para narrar una secuencia histórica", apuntó la autora de Un lugar llamado Antaño. En la segunda parte del tríptico contemplamos dos tiempos, según relata Tokarczuc: el mitológico, basado en el relato literario, y el individual que corresponde a Nastagio, un joven noble y rico de Rávena, enamorado de una dama que no le corresponde.
Respecto a la tercera escena, en la que asistimos al banquete que organiza Nastagio para sorprender a su amada, a la escritora le gusta pensar que Botticelli es "el primer director de cine en contar una historia que pretende curar los traumas". En aquella época "se creía que era el ojo el que arrojaba luz" y no era la luz la que entraba en el ojo, apuntó oportunamente Miles.
De la mitología, elemento clave también en la producción literaria de la escritora, viajamos a la mística, coordenada no menos relevante, a través del grabado The Purple Filigrane (1945) del ruso Marc Chagall. La clave de la cultura es la repetición: en el caso de la pintura, "el número de repeticiones" revela "la posibilidad de regresar siempre al momento" en que la obra fue vista por vez primera, concluía Tokarczuk al respecto de la cuestión visual.
Más allá de las imágenes, la conversación discurrió también acerca de la trayectoria de la escritora polaca. Precisamente su lugar de origen fue un motivo propicio para la reflexión. Aunque consciente del elevado porcentaje de ganadores del Nobel de Literatura procedentes de Polonia —nada menos que seis—, teniendo en cuenta la reducida extensión del país, Tokarczuk no cree que pueda hablarse de literatura en clave nacional. Y es que están Czeslaw Milosz (1980) y Wislawa Szymborska (1996), los últimos en ganarlo antes que ella, pero también son polacos Isaac Bashevis Singer (escribía en yidish) o Bruno Schulz.
Una pasión enciclopédica
En todo caso, el polaco "es una buena lengua, sobre todo para escribir poesía, porque no hay un orden establecido en la disposición de las palabras", concedió. Respecto a sus ambiciones literarias, "mi premisa como escritora es contar el mundo desde una perspectiva distinta a la que lo ven otros", resolvió.
Además de la naturaleza tantas veces aclamada de sus novelas, reflexivas, filosóficas y cercanas a lo mítico, no debería obviarse "una imaginación narrativa que con pasión enciclopédica representa el cruce de fronteras como una forma de vida", según rezaba el acta del Nobel. Los errantes, "mi novela más importante" según reconoce la propia autora, es la obra que mejor sintetiza esta consideración. Parte, además, de una revelación que surge del hecho de contemplar las estrellas, relató.
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El jurado del Nobel apuntó también el "notable don de imaginación con un alto grado de sofisticación artística" que preside su corpus literario. Lectora irredenta de Borges —"Mi generación se ha educado en la prosa en español", aseguró—, defiende que "el mundo no puede ser contado de manera realista", por mucho que la documentación sea un ejercicio absolutamente relevante en obras como Los libros de Jacob. Tanto que "el realismo es imposible", sentenció.
"Escribimos porque tenemos ilusiones, temores, sueños... y una percepción poco precisa". No hay manera de conectar 'con precisión' esto último con la desconcertante frase que pronunció al inicio del acto. El caso es que dijo esto: "Buenas tardes, a los que van a la cantina y a los que no".