Marjane Satrapi (Rasht, Irán, 1969) fuma sin parar, arruga el ceño con la misma frecuencia que sonríe y hace aspavientos con las manos al otro lado de la pantalla mientras responde las preguntas de la prensa española tras anunciarse su Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
La autora de Persépolis, una de las obras más importantes en la historia del cómic, eleva la voz y se agita especialmente cuando habla de la situación de Irán, su país de origen, un tema que ocupa casi toda la conversación durante la rueda de prensa virtual organizada por su editorial española, Reservoir Books. No caben disquisiciones sobre arte y narrativa cuando su pueblo es víctima de un régimen tiránico. De hecho, casi toda su obra artística está centrada en la defensa de la libertad y la denuncia de las injusticias que se cometen en su país en nombre de la revolución islámica.
Desde que Satrapi publicó Persépolis en el año 2000, “la situación de Irán se ha agravado. Estamos en una dictadura todavía más violenta. El 85% de la población iraní quiere un régimen democrático y secular y esto supone un problema para los guardianes del poder. Irán es un país muy rico, pero el 68% de la población vive bajo el umbral de la pobreza”, denuncia la historietista, cineasta y pintora francoiraní.
Sobre la capacidad del arte para cambiar la realidad política y social, Satrapi se muestra escéptica: “Un artista debe ser humilde respecto a su capacidad de cambiar el mundo”, y saca a colación el caso del cantante Marilyn Manson, al que tantas veces han acusado de ser satánico e incitar a la violencia. “En un documental se defendió diciendo que la mayoría de canciones que existen son de amor y, si fuera cierto que el arte es capaz de cambiar la realidad, todos estaríamos rendidos al amor y no habría odio en el mundo”.
Con cierto desaliento, Satrapi confiesa: "Creo que mi trabajo sirve para convencer a gente que ya está convencida, gente abierta de espíritu. Espero que en realidad tenga un impacto mayor al que yo creo".
No obstante, considera que el impacto real de su trabajo se verá el día en que se reconozca a Irán como un estado terrorista. "Josep Borrell dice que porque no nos gusten los guardianes de la Revolución no significa que Irán sea un estado terrorista, y estamos hablando de un país que está librando cinco guerras, en el propio Irán, en Irak, en Yemen, en Siria y en Líbano. ¿Qué más pruebas necesita para incluir a la Guardia Revolucionaria en la lista de organizaciones terroristas?”, clama la autora, que en otro momento vuelve a mencionar al político español, jefe de la diplomacia de la Unión Europea, y no precisamente para elogiarle: “Si lo tuviera delante le daría un bofetón porque no lo está haciendo bien”.
"En la Unión Europea la opinión pública tiene un peso. En Irán cuando la gente se atrevía a hablar no mataban a nadie, cuanto menos se habla, más ejecuciones hay", ha añadido la impulsora y coordinadora del cómic colectivo Mujer Vida Libertad, surgido a raíz del asesinato de Mahsa Amini por parte de la policía de la moral iraní y de la oleada de protestas feministas que desató en el país.
Aunque no podamos estar seguros de la capacidad del arte para cambiar el mundo, lo que sí es cierto es que el poder teme al arte. Por eso el rapero iraní Toomaj Salehi acaba de ser condenado a muerte. En su mensaje de agradecimiento por el premio, Satrapi se lo dedica a él. En la rueda de prensa se extiende sobre el asunto y clama con la vista al techo: “Él es la voz de Irán. Lo han amenazado muchas veces y él ha seguido. Le han roto la mandíbula y la pierna. Lo quieren ejecutar porque representa a todos los pueblos y clases sociales de Irán. Por eso en las calles de Irán se leen eslóganes que dicen: Toomaj ha sido nuestra voz, ahora a nosotros nos corresponde ser la suya”.
Para la autora, la raíz del problema está en la religión. “Hay pocas diferencias entre un cristiano fanático, un judío fanático y un musulmán fanático. El gran problema de las religiones en el mundo es que impiden a la gente hablar y reflexionar. La religión da respuestas en vez de formular preguntas. Cuando se mezclan el Estado, la religión y el fanatismo, los resultados son nefastos. Vosotros conocéis la Inquisición, ¿acaso fue un capítulo genial del cristianismo?”.
Dice Satrapi que alguna vez le han preguntado por qué focaliza sus fuerzas en Irán cuando hay regímenes totalitarios e injusticias en todo el mundo. “Uno debe hablar de lo que conoce. No soy Miss Francia para decir palabras generalistas como ‘quiero la paz en el mundo’. Obviamente todos queremos eso, pero yo debo hablar de cosas concretas que conozco, mi lucha es esa”.
Preguntada por su impacto en niñas y mujeres de todo el mundo, la autora se declara "contenta de que haya obras con las que se identifiquen y que no les enseñen solo a ser monas, amables y guapas". Se considera "muy feminista" porque cree que "el cerebro de una mujer funciona exactamente como el de un hombre", y considera que hay que "combatir el patriarcado porque va en contra de la libertad". Al mismo tiempo ha criticado cierta idea de feminismo que considera a las mujeres mejores que los hombres. "Una mujer puede ser tan cínica, violenta y manipuladora como cualquier ser humano".
También ha recordado que ella desde muy joven se rebeló contra la idea de comportarse como se supone que debería hacerlo "una señorita". "Un día levanté el dedo y dije: lo siento, no soy una señorita, soy maleducada pero soy libre. Siempre he rechazado ser dulce por ser mujer. Para mí lo importante no es ser dulce y guapa, sino ser inteligente y tener compasión y empatía". Por esa actitud rebelde, su modelo a seguir cuando era niña era Batman: "No había ningún modelo con el que pudiera identificarme. Batman es oscuro y le gusta hacer justicia, igual que a mí".
Por otra parte, la autora francoiraní reivindica que no toda su carrera como autora de cómics y cineasta tienen que ver con su combate político. “El arte encuentra su justificación por sí mismo, no necesita ser comprometido. El arte en primer lugar es arte, por eso Persépolis funcionó. Era un trabajo artístico honesto y bien hecho, que dio lugar a una buena película”.
También ha llegado a la siguiente conclusión: “Todos vamos a morir, así que intentemos vivir juntos, aunque solo sea por nuestro bien personal, más allá de cualquier filantropía y amor al prójimo”, antes de rematar con ironía: “Si yo, que no soy supersimpática ni supertolerante, me convierto en un símbolo del diálogo y la tolerancia, es que el mundo debe de ir muy mal. Es preocupante”.