Ledicia Costas (Vigo, 1979) es la escritora más leída de la literatura gallega actual. Es autora de literatura infantil y ha escrito muchos libros sobre la muerte, el humor macabro, la magia. "Siempre me ha interesado lo gótico, desde niña". Cuenta que sus padres la llevaban al cementerio constantemente, "cambiaba las flores y jugaba sobre las tumbas con naturalidad. Una niña lo que quiere hacer es jugar, también en un espacio tan descontextualizado para el juego", recuerda.
Al lado de su casa vivía una bruja que pasaba consulta en La Trastienda, un bar con una pequeña sala de espera. "La mujer era impresionante. Uñas larguísimas, ojos azules brillantes, dedos retorcidos llenos de anillos", cuenta la escritora. Ledicia, pequeña, observaba con curiosidad a la clientela que pasaba por delante de su casa, fascinada por ese flujo de gente que necesitaba un remedio espiritual.
"Siempre estuve muy apegada a todo lo que tiene que ver con esas mujeres que ayudan a otras personas. Lo viví desde mi infancia". Costas cuenta su fascinación por el universo mitológico de Galicia y de México, las conexiones que hay entre diferentes culturas. Cuando era pequeña leía el Libro de San Cipriano, un grimorio antiguo. Fue a partir de allí como empezó a tomar vida Piel de cordero (Destino).
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La novela narra la vida de dos mujeres gallegas, separadas por dos generaciones, que exploran las prácticas de la brujería a través del despertar sexual, la ruptura, las crisis existenciales, la violencia, el amor. La escritora cuenta los tiempos de la inquisición y su universo gótico, pero también analiza la sociedad actual y teje un cuadro completo de las mujeres brujas.
Abrir los ojos
"Para escribir la novela tuve que hacer trabajo de campo. Hice un recorrido personal por muchas brujas". Costas cuenta que quería jugar con el escepticismo porque, justo durante ese recorrido, se dio cuenta de que el tabú de la brujería está realmente mucho más presente de lo que se piensa. "Si abres los ojos, encuentras cosas por todas las esquinas".
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Galicia está llena de consejeros en todas partes, que protegen a los habitantes de la 'Santa Compaña', una leyenda popular sobre una procesión de almas. Andalucía y Gran Canaria patrocinan sus propios petos de ánimas. "Todos acuden a la brujería de una manera u otra", afirma.
"Todos los tipos de creencias mágicas son pura fantasía que puede ser aplicada al mundo real. Provocan fascinación porque conectan con la verdad", dice Costas. De alguna manera, este mundo oculto nos explica de dónde venimos, cuál era nuestro papel antes y cuál es nuestro lugar ahora. Por esto, la escritora elige moverse entre siglos para trazar la historia de un único conocimiento.
"Todo el trabajo que he hecho durante 24 años de escritura, ha sido para llegar hasta esta novela". Sus obras infantiles tratan temas de fantasmas, siempre usa la fantasía como recurso principal, pero nunca antes había tratado estas cuestiones para un público adulto. Las historias que relata se inspiran de gente de su entorno, de su propia vida, de su pasado, de manera totalmente inconsciente. "Mi corazón late dentro de este libro", confiesa.
Mujeres brujas
"Con todo esto tuve que hacer una metamorfosis a nivel creativo. La novela, a nivel estructural, asume un riesgo, un cambio de estilo a mitad de la historia". La primera parte dibuja el siglo XIX, la época de la Inquisición, y la segunda parte devuelve al lector al presente. Piel de cordero galopa entre dos mundos a través de la figura de dos mujeres, Catalina y Lola.
"En ese momento el saber se transmitía de manera muy diferente, de madres, a abuelas, hijas, nietas". Se creaba una cadena de transmisión de conocimiento entre mujeres que era muy potente. Esa hermandad definía la libertad. "Juntas, nadie le decía que tenían que pensar".
Las mujeres que Costas dibuja manejan el conocimiento de las plantas medicinales, están pegadas a la naturaleza. Son fuertes, independientes y distanciadas del mundo de los hombres. En el siglo XIX no tenían acceso al "conocimiento oficial", este estaba reservado para los hombres. Sin embargo, ellas se movían en los márgenes, un lugar mucho más potente.
Es un libro atrevido que cuenta la historia de una rebelión. Catalina se rebela en un momento en el que eso era castigado con el martirio, las torturas y la muerte. Lola se está cuestionando todo el rato su lugar en el mundo actual. Es una novela sobre mujeres que revientan las costuras que se han cosido para ellas a lo largo de la historia.
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Es una novela también sobre el despertar sexual. "En el verano en que cumplió 15 años, Mélanie descubrió que era de carne y hueso", relata Angela Carter (1940-1992). Ledicia Costas lee el fragmento que marcó su escritura. "Catalina descubre así su cuerpo y se produce el momento del despertar sexual. Te das cuenta del mundo donde vive y que hay cosas que no te gustan. Que no toleras y que decides que no quieres seguir ahí ni aquí, que ir a otro lugar".
La ternura de la piel
Costas dibuja el papel determinante que siempre han asumido las mujeres durante los últimos siglos. Aborda la vulnerabilidad y la violencia, la dominación y la rebelión. "Estamos en lugares incómodos y tenemos que despertarnos". La escritora declara que abraza el conformismo como modo de vida, como un empuje para aspirar a otras cosas. Desde un lugar cómodo hecho de amabilidad, generosidad y de ternura. "Este libro es muy oscuro pero tiene mucha ternura, lo afirma la propia cubierta".
En la portada, los márgenes negros se abren a una corona de flores que recuadra un cordero dentro de un palacio, con árboles y un cielo azul. El contraste es fuerte, pero no es violento. "La piel del cordero envuelve a la bruja al nacer y envuelve toda la historia", explica la escritora. Es el lugar de protección que se forma a través de la ternura, la hermandad entre las mujeres.
Piel de cordero es una liturgia de mujeres completamente libres porque son dueñas de sus cuerpos, aunque dominadas por los hombres y "condenadas a parir bastardos, condenadas a ser traicionadas". Costas relata un mundo no tan diferente del que vivimos hoy en día. "Ser mujer es más difícil pero yo agradezco infinitamente serlo", afirma realmente contenta.
Hoy prevale la consciencia. "Leo por las calles pancartas que relatan 'somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar'. Esta es nuestra herencia: saber de dónde venimos. Ahora, en un contexto histórico y social completamente radicalmente distinto, percibo un hilo que nos conecta de manera directa".