Pocos saben cómo se poblaron las islas Canarias. Parece ser un misterio, una historia enterrada, rodeada de varias leyendas, muy poco anclada a la realidad. Sin embargo, los guanches existieron de verdad y su historia es real. Se sabe que en el siglo I a. C., los aborígenes canarios llegaron a las islas del archipiélago volcánico en el océano Atlántico. Y en 1496, los castellanos empiezan "la conquista" en la isla de Tenerife.
Son varias las leyendas y las teorías que rodean al llegado de los primitivos. La más aceptada cuenta que llegaron del norte de África como esclavos de los romanos, durante las rutas comerciales. Sin embargo, no es la única. Santiago Díaz Cortés (Madrid, 1971), escritor y guionista de cine, acaba de contar su versión. "En 2018 cayó en mis manos un artículo sobre la momia guanche en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Empecé a leer en Wikipedia sobre los guanches y me obsesioné con la vida de esa cultura primitiva tan desconocida". Díaz se enamoró tanto de esa historia que empezó a investigar, recuperar documentos, hablar con expertos, hasta que se sintió preparado para escribir una novela.
"Escribir es una profesión muy solitaria. Miraba a mi lado y no había nadie a quien consultar mis inseguridades". El autor cuenta sus dificultades a la hora de escribir una novela histórica. Tuvo que consultar con una cantidad de datos importante, analizar todos los detalles, apoyarse en históricos expertos del tema. "Pero lo más complicado fue elegir, seleccionar lo que te interesa".
Los nueve reinos (Alfaguara) no es solo una novela histórica, es una historia de amor, de aventuras, de humanidad. Se desarrolla en la década de 1490 hasta 1500, durante la conquista. Díaz viaja entre las islas todavía vírgenes, el descubrimiento de América, la Inquisición, la reconquista de Granada, los reyes católicos. "Los guanche eran una cultura primitiva con conocimientos astronómicos y de medicina. Era una sociedad desarrollada, con roles y nombres", explica el autor. Cuando llegaron los conquistadores, Tenerife estaba dividida en nueve reinos, cada uno con un rey diferente. Empezaron así las batallas para el dominio de ese territorio.
"Es una ficción pero, como todo, es real", afirma el autor riéndose. Según él, los guanches llegaron a las islas por casualidad y así lo relata en el primer capítulo. A partir de esta teoría inventada, aunque según los expertos podría ser válida, Díaz relata la historia enterrada de la conquista canaria. "Los castellanos ganaron y perdimos toda esa cultura. Hoy estamos intentando recuperar ese legado. Estamos muy contentos de que la gente se anime a contar esta historia y rescatarla", afirma una guía local de Tenerife.
Una historia enterrada
576 páginas de historia, dividida en dos partes, alternando dos líneas temporales. En una primera parte, Díaz describe la cultura primitiva de los guanches y las batallas contra los castellanos. Da vida a los personajes, agarrándose a los documentos históricos, contando la verdad. Pero, decide alternar esta parte más histórica contando, en una segunda linea temporal, una fascinante historia de amor de una esclava guanche. Convierte así un relato histórico en una ficción novelesca. Sangre, traiciones, sacrificios y pasiones prohibidas cuentan la historia de una civilización antigua cuyas raíces están enterradas con ellos.
Los nueve reinos empieza relatando la llegada de los esclavos a la isla de Tenerife. En un campamento romano, el prisionero Mitorio y sus hombres fueron encerrados en un enorme barco. El mar revuelto y una tormenta destructiva fueron sus únicas posibilidades para liberarse de los romanos. Se dejaron llevar por las corrientes y "una mañana divisaron en el horizonte una gran montaña que vomitaba fuego", escribe Díaz. Eran las puertas del infiero, la tierra firme que acogió sus vidas.
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"Entre la lucha contra los romanos y los fallecidos por enfermedad, solo lograron desembarcar veinticuatro hombres, treinta y dos mujeres y catorce niños". Mitorio fue el primero mencey de aquel mundo nuevo. Después de él, durante los quince siglos que pasaron aislados del resto del mundo, llegaron más menceyes que gobernaron. Tinerfe el Grande fue el último.
"Este tuvo nueve hijos y, antes de su muerte, para no beneficiar a uno sobre el resto, decidió que dividiría la isla en nueve reinos y entregaría uno a cada heredero". Esto fue el principio de los nueve reinos de Tenerife y del libro de Santiago Díaz. La historia de esta estirpe guerrera, derrotada por los castellanos, es liderada por Bencomo "el rey de reyes". Junto con su hermano, guio las tropas del bando de guerras contra los castellanos. Sin embargo, todos los personajes del libro ocupan un espacio preponderante. Están minuciosamente detallados, siguiendo el hilo de la realidad.
A través de esta escritura, el lector explora todo aquello que nunca se ha contado. Los personajes son reales y el escritor se apoyó en investigaciones documentadas para escribir cada una de esas historias. Sorprende descubrir que la dama castellana Beatriz de Bobadilla fue una mujer que "dio rienda suelta a todos sus deseos sexuales, su crueldad y su psicopatía", cuenta Díaz.
Apodada "la cazadora" por la Reina Isabela era una chica que llamaba mucho la atención, era atrevida, lanzada, una mujer muy "inusual" por aquella época. Amante de Fernando II de Aragón y de Cristóbal Colón, Beatriz de Bobadilla atrapa por su historia de amores secretos, infidelidades, abusos, maltratos, asesinatos, ejecuciones. Santiago Díaz recolecta todos los detalles, relatándolos sin matices. "Es una mujer tan especial y salvaje que ha sido muy divertido escribirla".
Tenerife con otros ojos
En medio de estos grandes personajes, está Tenerife, la gran protagonista de la novela. La isla acoge la historia de los guanches, la envuelve en sus paisajes verdes, entre los bosques frondosos y la tierra volcánica del Teide. Santiago Díaz recorrió varias veces Tenerife, identificándose con los aborígenes, intentando mirar la isla con sus ojos.
Desde el Mirador de Jardina, se observa donde ocurrió la segunda gran batalla contra los castellanos. Debajo, se distiende la llanura dónde ahora está ubicada la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, que antes no existía, era agua. Fue allí, en ese espacio de tierra que empezó todo. El barranco de Acentejo, situado en la vertiente norte de la isla, acogió la primera victoria guanche. Es un barranco olvidado, abandonado.
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"Mucha gente no sabe por qué el pueblo se llama 'la matanza'. Cuando vine me acerqué a las personas contándole la historia de la batalla de esta zona y ellos me respondieron: "ah la de los antiguos". Que pena que viviendo en el sitio exacto donde ocurrió ni sepan su importancia", afirma el escritor.
Toda la isla acoge los reales escenarios de la historia y en algunos puntos precisos, hay huellas que intentan recordarlos. Después de la tercera batalla de la victoria, el mencey al mando, Bentor, una vez derrotado, se rindió a los castellanos, subió hasta Tigaiga, un enclave histórico situado en el municipio de Los Realejos y desde lo alto de ese risco se suicidó. Era el 1496.
Ahora, en el mirador de El Lance se erige la escultura del Mencey Bentor, en recuerdo de ese episodio. No es la única. La ciudad de Candelaria, en la zona sureste de la isla, acoge las nueve estatuas de los menceyes de Tenerife. Altas, imponentes, miran fijamente al público con valentía en los ojos, para no ser olvidados.
El regreso de la momia guanche
Visitar Tenerife con los ojos de los guanches convierte la isla en un patrimonio cultural enorme. Desaparecen las casas, las construcciones modernas y la globalización que ha invadido el territorio. Los bosques toman vida y la naturaleza salvaje acoge una cultura primitiva muy anclada a la tierra.
Los guanches creían que el Teide era el infierno, que cuando eructaba manifestaba su furia. Temían a Guayota, el diablo que vivía dentro del volcán y adoraban a Achamán, el creador del cielo y de la tierra, y a Chaxiraxi, la Madre del Sol.
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Como cada cultura primitiva, poseían mitos, ritos y celebraciones. "Todo lo que he escrito con la imaginación se convierte en objetos reales, que se pueden visitar en el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz", afirma Díaz. En las dos plantas del museo se puede observar toda la historia de los aborígenes canarios. Los primeros grabados rupestres, los tablones funerarios, los productos, las armas, hasta las famosas momias.
Santiago Díaz empezó esta historia gracias a la conservación de la momia guanche en Madrid. "Me llamó la atención que había un problema con el Museo de Tenerife que reclamaba una manera para traerla aquí", explica. En Tenerife ahora existe solo una réplica de esa misma momia. "Es una reproducción exacta. Esta momia salió de Tenerife en 1793 con destino a Madrid como regalo a Carlos III", explica. Desde entonces, el ayuntamiento de Tenerife pidió 9 veces el regreso de la momia. La última fue en marzo de 2024.
"Es una pieza muy valiosa, se entiende. Pero el contexto real de esa momia es este, con todos los elementos que componían su mundo", opina el director del museo Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín. Díaz argumenta lo mismo y fue también por esto, que decidió emprender el camino de contar la historia de los aborígenes canarios. "Me encantaría que toda España conociera su propia historia. Es uno de los hechos menos conocidos y conserva un aprendizaje enorme".