"En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano", escribió Albert Camus. Fue así como Liliana Rivera Garza había decidido salir de la oscuridad que la envolvía con solo 20 años y terminar la relación peligrosa con su novio. Y fue así como Cristina Rivera Garza (Matamoros, México, 1964), su hermana mayor, decidió escribir este libro sobre el asesinato sin resolver de Liliana.
"Cuando los editores me preguntaron cuál era mi deseo con este libro, les respondí, de manera automática, que quería que Liliana llegara lejos", cuenta la escritora. Liliana era estudiante de arquitectura, le gustaba escribir cartas y leer poesía. Era una chica brillante con sus contradicciones y defectos, llena de amor y esperanza. Una chica como tantas, pero cuya vida le fue quitada el 16 de julio de 1990. Una chica, como tantas, que sufrió violencia de género y que, como tantas, fue asesinada por su exnovio.
"No creo en la capacidad terapéutica de la escritura. No creo tampoco que un libro pueda meter a alguien en la cárcel. Pero puede restaurar la memoria colectiva y contar la verdad". El asesino de su hermana, Ángel González Ramos, tenía 23 años cuando se dio a la fuga justo después de matarla en su casa. Pesa sobre él una orden de arresto todavía vigente, pero nunca ha pisado un tribunal y mucho menos la cárcel. Hoy sigue libre y seguirá siéndolo. Liliana se convirtió en una de los cientos de mujeres que cada año son asesinadas en México.
29 años después, Cristina Rivera Garza decidió reabrir las cajas de apuntes, notas, cartas y fotografías de Liliana. Se fue a la procuraduría de la Ciudad de México y pidió el expediente de su hermana. Dos años después publicó El invencible verano de Liliana (Random House, 2021), cuya edición en inglés acaba de ganar el Premio Pulitzer 2024 en la categoría de Memoria o Autobiografía.
"No sé si él o su familia ha leído el libro. Pero sí te quiero decir una cosa: a mí me importaba mucho que la fotografía de Liliana apareciera en la portada del libro. Entre otras cosas, quería que el asesino y su familia vieran a Liliana en todos lados, diciéndoles que todavía está aquí con nosotros". Rivera Garza lo define como su "acto de venganza", aunque lo más importante de todo esto es que Liliana ha trascendido. Al final de todo, se ha demostrado que es ella la que tiene la última palabra y que siempre va a ser así.
Romper con el silencio
"Para mi familia ha sido importante dejar atrás un duelo callado". La escritora decide optar por una manera alternativa de contar una historia atroz. El libro empieza por un asunto muy personal, pero no está escrito desde un yo aislado, ensimismado. Reconstruye los hechos del asesinato, cuenta la relación que ella misma tenía con su hermana, dejando libres todas las reflexiones que surgían.
Cuenta que sus discusiones más álgidas siempre tenían que ver con el amor. Liliana siempre se ponía del lado del amor, mientras que Cristina lo rechazaba, no quería creer en ese sentimiento. "Mi posición era una radical incredulidad. En aquella época yo pensaba que Liliana era naif y conservadora. Ahora, leyendo sus papeles, entiendo su posición libre, en búsqueda de una autonomía".
A través de la escritura, la conciencia cambia, los puntos de vista se transforman y las reflexiones se abren. La pregunta "¿se puede ser feliz mientras se vive en duelo?" surge una y otra vez en el flujo de las páginas. Rivera Garza viaja por todas las emociones que surgen dentro del mismo dolor y las enfrenta, como delante de un espejo. Detrás del duelo se esconde la culpa, la tristeza, la rabia que luchan contra la realidad de un mundo "que continúa allí fuera".
Sin embargo, la autora ahora responde un rotundo "más nos vale". Con una sonrisa enorme y un cuerpo que desprende vitalidad afirma: "Para mí el duelo ha sido esa compañía constante de Liliana. No veo razón para que termine". Así, nos enseña que el sentimiento, aunque doloroso, de una pérdida, nunca se va, es algo con lo cual vamos a tener que convivir para el resto de la vida.
Al final, no es solo la historia de un feminicidio. Rivera Garza retrata a su hermana, sus duelos, los sueños, la relación con el amor y nos enseña lo que hay más allá de la muerte. Decide celebrar la vida de Liliana a través de sus propias palabras, sus pensamientos y sus dudas escritas en anotaciones, frases, diarios. El invencible verano de Liliana se convirtió en "el libro de su voz", de su experiencia.
Construir una memoria colectiva
"Me parece importante que con la escritura podamos contar estas historias de otra manera, construir una memoria colectiva, traer con nosotros a los seres perdidos por la violencia y poner en la mesa de discusión una verdad que también es fundamental". En 1990 la justicia mexicana declaró el asesinato de Liliana un "crimen de amor".
La narrativa hegemónica más poderosa, hasta ahora, ha sido la del patriarcado que culpa a las mujeres de la violencia que sufren y exonera a los perpetradores. "Yo creo que tanto para escribir como para vivir necesitamos una comunidad cercana, fuerte, generosa". La escritora cree en la defensa del espacio público, como espacio de todos, de conquista de derechos y lucha por las libertades.
"Nosotros los escritores pedimos prestadas las estructuras del lenguaje, producidas por comunidades específicas, usualmente en condiciones de desigualdad. Utilizamos un lenguaje que tiene historia, convulsiones, turbulencias". Con este libro, La escritora no solo ha conseguido nombrar cada acción con sus palabras, sino que ha devuelto al mundo una importante injusticia. Porque la muerte de su hermana no fue un crimen de amor, ni un accidente, fue un feminicidio, tal cual.
Rivera Garza intentó escribir el libro dos veces, dos versiones que tiró y eliminó sin pensarlo, antes de conseguir la definitiva. "Para escribir este libro he tenido que escribir todos los anteriores", explica ella. La autora empezó leyendo y escribiendo poesía. El invencible verano de Liliana es su primera novela. "Tenía muy claro el tema, quería evitar cualquier tipo de amarillismo e intenté tener una relación más clara con el lenguaje". Pero los ritmos de los silencios y el despliegue del texto en las páginas se repiten en una concentración amorosa que explota en el libro de Liliana.
La autora se encontró con este aprendizaje que culminó en una historia escrita, que dura y perdura. Sin embargo, esto no implica que la historia de Liliana se haya acabado aquí. "Hace poco descubrí el primer artículo que ella publicó en un periódico, lo cual me confirma que ella cuidaba su escritura para una finalidad ulterior".
La vida de Liliana continúa abriéndose, a través de sus amigos, las pasiones que dejó y las varias identidades que le pertenecían. Su hermana Cristina confiesa que ahora está dando rienda suelta a cualquier tipo de experimentación. Oraciones, ritmos y lenguajes diferentes, pero, aun así: "Liliana seguirá viviendo siempre en mi escritura".