"Un lugar atractivo para quienes no vivían en él. Edificios con las fachadas carcomidas por el tiempo y la incuria, patios vacíos infestados de maleza. Más allá de la puerta del lugar, había una explanada donde pernoctaban los camiones articulados. Luego, grandes lenguas rojas y bífidas. El mar surcado por los reflejos de la planta petroquímica". Esta es Bari, una de las grandes capitales de la Italia meridional, y así la describe Nicola Lagioia (Bari, 1973), uno de los exponentes más relevantes del panorama cultural italiano.
"Mis abuelos eran agricultores, así que tuve la suerte de conocer desde niño la vida campesina con todos sus ritos. Fue importante para mi formación porque en toda la Apulia hay una especie de sombra que se ha contado poco", cuenta el periodista y escritor italiano, antiguo director de la Feria del Libro de Turín. Apulia es una región italiana muy pobre, escondida en una sombra que la envuelve y oculta sus vivencias.
En La ferocidad, ganador del italiano Premio Strega en 2015 y que ahora publica Random House, el escritor se adentra en su ciudad natal. Una localidad de comerciantes, ávida de poder, audaz, gobernada por un espíritu empresarial. "Cuando los habitantes necesitaron dinero, se inventaron que San Nicolás quería morir en Bari. Un grupo de marineros se fue a Anatolia y robó los restos del santo, que ahora es el patrón de la ciudad". El libro describe los "tipos humanos" de Bari, las dinámicas de poder que crecen solo allí.
El retrato de un espíritu corrupto
Cuando Lagioia era niño, Bari estaba dividida en dos: la parte legal y la ilegal. No se podía entrar en el centro histórico porque era el lugar del crimen. Eran barrios populares, deteriorados. "Los 80 era la época de las drogas duras, eso era una farmacia al aire libre". La ferocidad retrata este espíritu corrupto que se insinúa en Italia meridional.
El escritor describe los mecanismos de la ciudad para comprender la realidad circundante. Los ricos convierten el lugar en un centro de atracción que abre el enigma de toda la novela. "El primer recuerdo que tengo de La ferocidad es la imagen de esta chica caminando por la carretera estatal, completamente cubierta de sangre. A partir de ahí empecé a construir el libro". Es la historia de una familia, de un crimen oculto, de una ciudad donde el dinero puede arreglar cualquier cosa.
Clara Salvemini, la protagonista de la novela, era la hija primogénita de la familia más influyente de la zona. Encontrada desnuda y cubierta de sangre en Bari, la historia gira en torno al misterio de su muerte. Su padre era un proletario, venía de la nada y quería todo. Era un constructor que llegó a Bari en los años 70 y tuvo la suerte de enriquecerse, administrando ese dinero de manera ilegal. En esos años, cuando la riqueza empezó a correr por las venas del país, los empresarios del sur de Italia entendieron que la única manera para participar era situarse en esa zona gris entre la legalidad y la ilegalidad.
"Como ciudadano debería indignarme, como escritor siento una fuerte atracción". Lagioia está atrapado por las sombras que rodean a esas personas del inframundo organizado. "He conocido a la burguesía rica y es realmente tacaña. Los pobres que se hacen ricos sienten una obligación social de compartir esa riqueza. Así que para mí fue una situación fascinante de contar".
La realidad de la ficción
Como dice la introducción de la película Le mani sulla cittá (Las manos sobre la ciudad, 1963) de Francesco Rossi, las personas, los hechos y los eventos narrados son inventados, pero la realidad que los produce no. En La ferocidad los mecanismos que Lagioia describe son tan verosímiles que, sin quererlo, dan vida a personajes reales.
El escritor cuenta que cuando realizó la primera presentación de la novela, en Bari, una señora levantó la mano y le dijo: "Los hechos son inventados pero las familias de las que hablas son la Matarresi y la Gennaro". En ese momento Lagioia se rio. Pero después de ese episodio, fue invitado a un programa de televisión junto con un famoso constructor de Bari: "Se sienta a mi lado durante el anuncio, me da una palmada en la pierna y me dice que ha leído el libro y que es muy verosímil. En ese momento empecé a preocuparme un poco".
El escritor admite que se ha inventado todo, aunque se inspira en la realidad. Los mecanismos de corrupción social y malversación de fondos son demasiado comunes en Italia. "Mi editorial, Einaudi, antes de publicar me preguntó si estaba seguro de lo que escribía, porque no quería demandas". En Italia hay que tener mucho cuidado con la forma en que se escriben las cosas. "Es un país en que el periodismo sufre mucho, hay mucha represión por parte del gobierno y los periódicos están en caída libre".
Frágiles criaturas
La ferocidad cuenta las vicisitudes de una familia corrupta, de un poder conquistado con brutalidad que se adapta a los mecanismos internos, reales, del mercado italiano. "Cuando escribí el libro tenía algo en la cabeza, pero no quería dar ningún mensaje. Si hay un mensaje social o político es secundario. En realidad siento una gran compasión por mis personajes y una gran cercanía emocional incluso hacia los personajes negativos". Lagioia quiere contar "lo que lleva a un tiburón a convertirse en accionista". Los maltratos de niños, la pobreza, las humillaciones no le sirven para justificar las acciones negativas, sino para decir que también el ser humano es una criatura frágil.
El gran Gatsby empieza con una lección de vida que Lagioia no olvidará nunca: "Mi padre me dijo que cuando quieres criticar a alguien piensa siempre que tal vez no tenía los mismos privilegios que tenías tú". Según él, para entender a los que nacieron en la miseria o en el crimen hay que estar en ciertas situaciones. La responsabilidad nunca pertenece sólo al individuo, esta depende también del sistema en el que se vive.
Sin embargo, Lagioia admite que se siente atrapado en una contradicción porque se encuentra librando batallas que nunca libraría como escritor. "Ataqué al gobierno Meloni y pagué el precio de su resentimiento. Pero, si como escritor tuviera que contar la historia de Giorgia Meloni, de la relación conflictiva con su padre, a cuyo funeral no asistió siquiera, del sueño de una familia tradicional que se rompe, lo contaría con un sentimiento de cercanía". Así fue como pudo empatizar y escribir la historia de los empresarios meridionales, de un mundo oculto detrás de las cortinas del poder.
El juego democrático italiano
"Durante la feria del libro de Turín, Salman Rushdie afirmó que los escritores italianos son inmaduros porque los ministros los están demandando y atacando públicamente pero ellos no contraatacan". De hecho, en Italia se están volviendo muy frecuentes las demandas de políticos a los escritores. Véase el caso de Roberto Saviano. "Se crea una situación de intimidación constante que es dura para los escritores. Es un daño enorme y el indicio de la debilidad de estos políticos".
Pero criticar es parte del juego democrático. Lagioia describe Italia como un laboratorio político que se enfrenta al futuro: "La extrema derecha de Meloni es una fuerza posfascista que viene de la década de los años 30 y la tradición democrática es demasiado conservadora". Nos encontramos en un mundo de redes sociales y migraciones oceánicas que tiene otras urgencias y, según el escritor, estos sistemas políticos no son marcos adecuados para enfrentarse a todo esto.
"El mundo ha cambiado y ¿qué receta tenemos?", se pregunta con aire amargado. "Hablar de recetas implica que algo está enfermo, es interesante y triste al mismo tiempo". La ferocidad del título no es la del mundo animal, sino la que es intrínseca al ser humano. Es la atrocidad, la crueldad del poder con que se gobierna el mundo actual. Fue Pier Paolo Pasolini quien dijo que el único poder es la libertad y que esta es anárquica. Nicola Lagioia absorbe el mundo que lo rodea. "El problema es que nuestras recetas tienen 80 años y el poder es mucho más libre que los ciudadanos".