La Editorial de la Universidad de Cantabria inició hace dos años un singular proyecto de revisión de la historia contemporánea de España a través de fuentes visuales, sobre todo la caricatura política difundida en la prensa, y su primer fruto fue el volumen Dibujar discursos, construir imaginarios. Prensa y caricatura política en España (1836-1874).

El segundo, en el que han participado más de 20 especialistas de una docena de universidades bajo la coordinación de Gonzalo Capellán, llega ahora bajo el título Miradas a la España de la Restauración desde la caricatura política, la iconografía y la prensa (1875-1923).

Un complejo periodo que nace como reacción a las pretensiones reformistas del Sexenio Democrático (1868-1874), que hereda turbulencias y produce nuevas contracturas en la historia contemporánea de España y que tiene como principal ideólogo a Antonio Cánovas del Castillo (que contó con el apoyo de unas clases altas y medias que rechazaban el experimento republicano, así como el de la Iglesia y el Ejército).

Título: Miradas a la España de la Restauración desde la caricatura política, la iconografía y la prensa (1875-1923)

Coordinador: Gonzalo Capellán de Miguel

Editorial: Universidad de Cantabria

Año de edición: 2024

Disponible en la Editorial Universidad de Cantabria

Disponible en Unebook

Como afirma Manuel Suárez Cortina, la historia de la Restauración “es la de un proyecto nacional que hace de la monarquía constitucional, del centralismo y del catolicismo los ejes de una visión histórica del país que Cánovas, buen historiador, extrajo del pasado nacional”.

Se caracteriza por un sistema político basado en el bipartidismo y la alternancia en el poder entre conservadores y liberales, bajo la vigilancia regia. Con no pocos enemigos: carlistas, republicanos, nacionalistas periféricos, socialistas y anarquistas. Un sistema (“liberal, que no demócrata”) que dio estabilidad “a un orden político y social, de componentes burgueses, de tono conservador, que se mantuvo a lo largo de medio siglo en medio de profundas mutaciones económicas, sociales y políticas”.

Caricatura y política

Antonio Laguna Platero y Francesc-Andreu Martínez Gallego estudian la recepción y los efectos de la caricatura en la lucha política durante la Restauración. En esta época, “muchos que no sabían leer ni escribir o que apenas sabían a quién culpar de sus desgracias se aproximaron al rostro del poder a través de la versión deforme que ofrecía la caricatura”, que, ayer como hoy, es “un elemento fundamental del debate político”, tanto por “la eficacia de su carga comunicativa” como por “los efectos sedantes y liberadores que provoca en forma de risa”.

La caricatura salta al papel escrito a mediados del XIX. En la España de 1860, con el general O’Donnell y su Unión Liberal en el poder, la legislación de imprenta se ceba especialmente con ellas, si bien el periódico barcelonés El Cañón Rayado “tenía manga ancha” por sus contribuciones a la elevación del patriotismo emocional. A su rebufo surge en Madrid, en 1863, El Cascabel. Periódico para reír, y diversos semanarios satíricos, exitosos y perseguidos, nacen en esos años.

Relevantes en el tramo final de la monarquía isabelina, Gil Blas y El Cascabel “iniciaron la venta de periódicos en la calle, a través de los vendedores ambulantes, los voceadores”. En el periodo de 1868-1874 se publicaron 436 periódicos satíricos en España, “la mayoría republicanos, muchos liberales avanzados, no pocos carlistas”. Y continuamente “entraban en el fuego cruzado”.

Los autores demuestran que “el fuego satírico del Sexenio no se apagó con la Restauración”, un periodo en el que El Duende y El Solfeo son denunciados y secuestrados en diversas ocasiones. Lo Nunci, El Mosquito, La Campana de Gracia, El Escándalo, El Loro, El Áncora, La Mosca y La Tralla, publicados en distintas ciudades, también sufren ataques, denuncias y multas.

El Buñuelo ve la luz en abril de 1880 con la intención de convertirse en azote del canovismo, y desde abril de 1881 El Motín pone a prueba la voluntad de los liberales, con Sagasta al frente, de ampliar sustantivamente la libertad de prensa.

Prisión y destierro

En febrero de 1883, La Broma acumulaba 11 causas criminales en su contra. Su director, Eloy Perillán, propuso a los editores de prensa satírica e ilustrada de Madrid la creación de un comité que hiciese frente a los abusos que se cometían contra este tipo de prensa por parte de las autoridades gubernativas. En respuesta, fue condenado a seis años de prisión y tres de destierro y una multa de 6.750 pesetas.

Las denuncias se suceden en los años 80 y 90, en los que “la caricatura no solo sirvió para exaltar el nacionalismo español en la guerra hispano-cubano-norteamericana, sino también para denunciar los abusos que militares o compañías de navegación se aprestaron a cometer por mor de sus privados intereses”. Destaca la cabecera Gedeón, que “puso en solfa la actualidad política”.

En la primera década del XX encontramos el ataque a la revista catalanista ¡Cu-Cut!, la Ley de Jurisdicciones, que permitía a la justicia militar juzgar las críticas al Ejército, a la patria y a sus símbolos, y la detención, enjuiciamiento y encarcelamiento de José Nakens, editor de El Motín.

La Primera Guerra Mundial fija nuevas reglas y el combate entre aliadófilos y germanófilos llega a la prensa satírica. Luis Bagaría, bohemio y antibelicista, crea un estilo propio en el humor político. En los años 20 se despliega el Humor Nuevo con una promoción de autores en la que hallamos a Miguel Mihura, Tono y K-Hito.

La prensa satírica, consideran Laguna y Martínez, “no ha sido tratada con justicia por una historiografía que ha preferido recalar en las páginas de la prensa seria”.

José Miguel Delgado Idarreta destaca el auge que este tipo de prensa experimenta en los años 80 del XIX, con una proliferación de cabeceras que en muchos casos siguen la pauta de la revista semanal El Mundo Cómico (1872-1876).

Demócrito: 'Triana y la Macarena' en 'La Broma', II, núm. 48, 7-12-1882. Colección GCdM.

Por ejemplo, Madrid Cómico (1880-1923), uno de los periódicos satíricos más célebres de la Restauración, fomentó el debate sobre la nación y estimuló la participación de los lectores. Por sus páginas pasaron Clarín, Benavente y Azorín.

Están también los periódicos denominados “alegres”, entre ellos Manila Alegre, Madrid Alegre, Gijón Alegre y Andalucía Alegre. Y los “cómicos”: Ilustración Cómica, Hipódromo Cómico, La Semana Cómica, La España Cómica... En la capital se editan también Madrid Chismoso, Madrid Político, Madrid en Broma y Madrid Petit, entre otros.

La "dictadura canovista"

Isabelle Mornat estudia las representaciones de Cánovas del Castillo en las publicaciones satírico-políticas. El arquitecto de la Restauración fue “el blanco idóneo de la sátira gráfica republicana”. En las caricaturas aparecen destacados sus quevedos y su estrabismo, así como otros elementos grotescos que lo afean sin tener fundamento realista como el cráneo plano y la calvicie, las piernas cortas o la melena desgreñada. También se le asocian el sable y la espada.

Durante la “dictadura canovista”, que empieza con el decreto del 5 de enero de 1874 que suspende una parte de las garantías constitucionales y finaliza con la ley del 10 de enero de 1877, El Solfeo ataca su política reaccionaria, sentando las bases de “la diabolización iconográfica”. El calificativo “monstruo” se generaliza en los títulos y en los comentarios de las caricaturas.

La alternancia con los liberales a partir de 1881 diluye los ataques personales exclusivos “para dar paso a los retratos grupales en los que Cánovas es el maestro de la escuela conservadora que alecciona a la clase política”. El Loro ilustra el regreso al poder de Cánovas en 1884 figurándolo como un pulpo gigantesco. La Araña lo vincula a la epidemia de cólera de 1885. En otras caricaturas aparece como un Bismarck español. En su último periodo la prensa satírica se va olvidando de él.

El desarrollo de la imagen pública de Antonio Maura también estuvo ligado a la caricatura, como demuestra Jesús Movellán Haro. Como ministro de la Gobernación adquiere relevancia con su proyecto de “descuaje del caciquismo”. El semanario Gedeón ironiza sobre la “revolución desde arriba” que pregonaba Maura y que, según el dibujante Moya, se basaba en el control del ministro sobre el poder local representado por los alcaldes.

Esta publicación lo retratará también como el “Tetrarca Herodes”, aficionado a la caza y las políticas represivas, y en 1907, cuando Maura es llamado a formar gobierno, como “el fraile que repartía la sopa boba a sus opositores liberales”. Dos años más tarde lo representa, antes de su caída, en clara actitud de dejación de sus funciones.

Francisco M. Balado Insunza centra su investigación en Melquíades Álvarez y el reformismo político vistos desde la caricatura política. Con su irrupción parlamentaria en la escena política nacional, Álvarez se convierte en uno de los líderes del republicanismo moderado, con vocación reformista y proyección democrática. La prensa subraya su capacidad oratoria, elocuencia y sentido de la modernidad, pero también es ridiculizado en el maurista El Mentidero. La Mañana y El Sol ponen de manifiesto su expresividad.

'La situación de la prensa'. Serie de caricaturas de 'Don Quijote'. Colección GCdM

A partir de 1913, la prensa satírica adversaria insiste en la incoherencia del reformismo y recalca la heterodoxia de Álvarez, que será tachado de excéntrico y muñidor de pactos y componendas. Su imagen en la prensa satírica evolucionó “de la admiración y la sorpresa que supuso su irrupción en la política nacional a la identificación final con el régimen que trató de superar desde su reforma”.

Raquel Irisarri Gutiérrez analiza la nueva imagen de las alegorías femeninas en la “prensa de caricaturas” de la época. La autora explica que la utilización de la alegoría como fórmula representativa tuvo un momento de gran desarrollo en el Sexenio Democrático (en el periodo isabelino había sido minoritaria) y desciende con la restauración borbónica.

Alegorías femeninas

En la primera Restauración destaca la presencia de caricaturas de sátira política con alegorías femeninas en forma de dama en La Campana de Gracia y Don Quijote. Damas burguesas, folclóricas, desnudas… Alegorías que, “si bien están construidas desde una visión masculina, cargadas de estereotipos y clichés de género y sobre el modelo de feminidad burgués, constituyen el reflejo de diferentes realidades de las mujeres y formas de participar de la vida de su país”.

Sergio Sánchez Collantes arroja luz sobre las caricaturas anticlericales en la prensa política de la Restauración. En los 80, el gran periódico anticlerical ilustrado fue El Motín. En los 90, Don Quijote. Y en los inicios del XX, El Diluvio Ilustrado. Todas las publicaciones de esta naturaleza “se ensañaron regularmente con la Iglesia y el clero católicos, en ocasiones con una irreverencia y un mal gusto que después intensificará La Traca”. También atacaron a beatas y devotas.

La propagación de estas imágenes, que contribuyeron a agitar la opinión anticlerical, preocupó a las autoridades desde el inicio del periodo. Un recurso frecuente fue la imputación a los religiosos de faltas e incumplimientos ostensibles en relación con lo que predicaban, acusándolos de hipocresía (vicios, vulneración de los mandamientos…).

También se condena el activismo de algunos religiosos a favor de la causa carlista, así como la alianza del clericalismo con la monarquía y las fuerzas conservadoras y la recuperación de la confesionalidad del Estado por la Constitución de 1876.

Como animales

El recurso a la animalización (cuervos, reptiles, batracios, murciélagos…) fue otra estrategia habitual para atacar al clero, deshumanizándolo. Las viñetas también aluden a sus riquezas y proyectan imágenes de curas glotones, concupiscentes y perezosos.

Natxo Viana Ruiz de Aguirre muestra cómo el debate sobre la regeneración de España tras el desastre del 98 fue tratado de manera relevante por la caricatura política, “y se plasmó específicamente en una campaña para desacreditar y negar la condición regeneradora del gobierno Silvela”. La caricatura política de estas fechas “nos ayuda a captar una reacción popular frente a la regeneración entre la indiferencia, el descreimiento y la decepción”.

Juan Francisco Fuentes aborda la crisis de la Restauración en la revista España (1915-1924), y sobre todo la obra de Luis Bagaría. Ortega y Gasset fue el creador y primer director de esta publicación (a los diez meses le pasó el testigo a Luis Araquistáin, que siete años después cedió el cargo a Manuel Azaña), que además de una plataforma política y de opinión en la lucha contra el régimen de la Restauración se convirtió en un referente de la prensa aliadófila durante la Primera Guerra Mundial.

Su proyecto político es un antecedente del programa de reformas de la Segunda República. Como afirma Fuentes, “la mayor paradoja de la historia del semanario es que el fin de la Restauración, su bestia negra, tras el golpe de Primo de Rivera en septiembre de 1923 fue el prólogo, y tal vez el desencadenante, de su propia desaparición”.

Ubicado ideológicamente en el ámbito “de un republicanismo utópico, con un fuerte componente humanista y un aroma vagamente libertario”, el barcelonés Luis Bagaría fue uno de los principales colaboradores artísticos de la revista, que también contó con Penagos, Romero de Torres y Ricardo Baroja, entre otros. El primer año (1915) fue el más productivo, con 70 ilustraciones de diversa naturaleza. Con el paso del tiempo, su presencia se fue reduciendo. En total aportó 285 dibujos al semanario, del que realizó numerosas portadas.

“Sus convicciones pacifistas y su actitud radicalmente antiautoritaria”, explica Fuentes, “se adaptaron como anillo al dedo al tipo de mensajes que debía transmitir España en su denuncia de las potencias centrales, y en particular de Alemania, que sería el blanco preferente de sus críticas”. La prolongación del conflicto y el recrudecimiento de la guerra submarina añadirán dramatismo a sus imágenes.

Falsas mayorías

Bagaría también repara en la crisis nacional, intensificada a partir de 1917. El desprestigio de la Restauración y de su clase política se refleja en sus caricaturas, que denuncian “la falsedad de las elecciones, la inoperancia de los políticos, la sumisión de un parlamento amañado, las falsas mayorías electorales, el endiosamiento de Maura, el doble juego de Cambó, la actitud ambivalente de los militares y el problema de las subsistencias y la consiguiente inflación provocados por la guerra en Europa”.

El dibujante, que también se posiciona frente a la izquierda radical y siembra dudas sobre el origen de los atentados anarquistas de Barcelona, llegó a conocer la cárcel y sufrió 29 procesos judiciales por injurias al káiser, de todos los cuales fue absuelto. Bagaría era pesimista sobre la evolución de la vida pública española, “en la que proyecta su visión instintivamente hobbesiana de la condición humana”. Su republica ideal, igualitaria y libre, está en la selva. Murió en el exilio.

Rebeca Viguera Ruiz aporta el estudio El miedo al lápiz. Libertad de prensa y censura de caricaturas en España (1875-1923). Analiza el desarrollo del marco legal de imprenta a lo largo del periodo, las continuidades y rupturas en la representación gráfica de la prensa de la Restauración en relación a las décadas anteriores y el reflejo de la persecución, la falta de libertad o el sometimiento al poder en las publicaciones: “El lápiz del dibujante se convirtió durante la segunda mitad del siglo XIX en una de las víctimas más frecuentes de esa persecución”. La imagen, las láminas y las caricaturas políticas publicadas en los diferentes periódicos ilustrados se ven sometidas a un “control exhaustivo” y generalizado.

La obra incluye también textos de María Eugenia Gutiérrez Jiménez, José Luis Agudín Menéndez, Ángeles Barrio Alonso, Pedro José Chacón Delgado, Luis Fernández Torres, Eduardo Higueras Castañeda, Andrés Hoyo Aparicio, Francisco Villatoro Sánchez, Lara Campos Pérez, Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán, sobre temas como el discurso visual del anarquismo, la ideología nacionalista vasca en las viñetas del diario Euzkadi, las imágenes de la revolución y las relaciones entre España y Marruecos y el desastre de Annual.