Evelyn Coach es una mujer de mediana edad con una vida aburrida, triste y monótona. Consumida en un matrimonio que se empeña en salvar y con una relación tóxica con la comida, Coach no se divierte con su marido, no tiene alicientes que alegren sus días y se siente vacía y sola. Al menos eso es lo que cree. Junto a Ed, su marido, todos los domingos visita a su suegra en la residencia de ancianos Rose Terrace, en la ciudad de Birmingham (Alabama), donde siempre es recibida con desgana.

Cansada de estos desplantes, Evelyn Coach decide esperar en el salón devorando un dulce tras otro. Así es como conoce a Ninny Threadgoode, una residente nonagenaria y parlanchina a la que no se le han apagado las ganas de hablar. Y aunque en un primer momento Coach se impacienta, los recuerdos de la mujer, en ocasiones narrados en largos monólogos repletos de detalles, pronto despiertan su interés.

Ninny Threadgoode recurre a sus recuerdos para narrar de manera vívida la que ha sido su vida en la pequeña localidad de Whistle Stop, en Alabama, y estas pequeñas historias hacen que Evelyn se sienta más viva que nunca. Así, domingo a domingo, estas dos mujeres entablan una amistad inesperada que lleva a Evelyn a plantearse diversas cuestiones vitales como su propia independencia y su valor como mujer. “Pasar allí un rato todas las semanas escuchando las historias sobre aquel café y sobre Whistle Stop se había convertido en algo más real que su propia vida con Ed en Birmingham”, escribe Flagg.

A través de esta narración que avanza y retrocede en el tiempo, Ninny nos presenta la vida de un pequeño pueblo de la segregada Alabama que, entre 1920 y 1950, vive en torno a un café regentado por Idgie Threadgoode, una mujer que rompe con el modelo tradicional de mujer, y Ruth Jamison que, casada con la persona equivocada, pide ayuda para huir.

Portada de la nueva edición de 'Tomates verdes fritos' por la editorial Capitán Swing

En torno a ellas, una gran cantidad de personajes e historias hilvanan Tomates verdes fritos. Publicado originalmente en 1987 por Fannie Flagg y convertido ya en un clásico, Capitán Swing recupera este título en el que la autora teje un relato que aborda temas como el maltrato, la homosexualidad femenina y la discriminación.

Pero la autora no lo tuvo fácil: envió el borrador de la historia a más de 20 editoriales hasta que Random House decidió publicarla. Tomates verdes fritos en el café de Whistle Stop, ese mismo título que tantas veces había sido rechazado, se convirtió en un gran éxito entre el público, que lo catapultó a lo más alto de la lista de los libros más vendidos del diario americano New York Times durante 36 semanas. Ese mismo año, Flagg fue nominada al Premio Pulitzer de ficción y recibió los halagos de otras escritoras como Harper Lee o Eudora Welty.

Fannie Flagg, de actriz a escritora de éxito

Fannie Flagg (Birmingham, Alabama, 1944) es actriz, comediante y escritora. Su interés por la escritura fue fomentado por su padre, aunque, como ha declarado ella misma, su dislexia fue siempre una piedra en el camino. “Yo era, soy, severamente disléxica y no podía deletrear, todavía no puedo deletrear. Así que me desanimé con la escritura y me avergoncé”. En la década de 1960, cuando uno de los artistas del club neoyorquino Upstairs at the Downstairs se puso enfermo, Flagg, que escribía algunas de sus parodias, tomó el relevo y llamó la atención de Allen Funt, creador de Candid Camera. Invitada a ser escritora del programa, con el tiempo se convirtió en intérprete. Después, entre 1973 y 1982 trabajó en el programa Match Game.

La autora de 'Tomates verdes fritos', Fannie Flag, en una foto de archivo.

Con energías renovadas por la escritura, pasión de la que se había distanciado gran parte de la década de 1970, en 1978 ganó el primer puesto en ficción por una historia que escribió para la Conferencia de Escritores de Santa Bárbara. Este proyecto derivó en una novela que, titulada Coming Attractions, fue publicada en 1981. Sin embargo, no fue hasta 1987 cuando publicó su trabajo más conocido, la novela con la que alcanzó la fama: Tomates verdes fritos.

Homosexualidad y alcoholismo en la Gran Depresión

Esta historia de apariencia sencilla sobre la amistad que dos mujeres entablan en una asilo nos descubre la sociedad machista y racista de finales de los años 20 que avanza sobre los problemas de la Gran Depresión e introduce temas como la violencia de género (a través del maltrato de Frank Bennett hacia Ruth Jamison durante su relación), el alcoholismo (que atraviesa a varios de los personajes del relato), el canibalismo (con la historia del asesinato y desaparación del cuerpo de Frank Bennett en las cocinas de Whistle Stop) o la homosexualidad femenina.

Si bien es cierto que la palabra lesbiana no se menciona en las páginas, Flagg no deja lugar a la duda desde las primeras páginas de la novela con frases como “mirad, niños, vuestra hermana está que bebe los vientos por Ruth y eso es algo que no se puede evitar”. Por supuesto, que es correspondido se demuestra a través de un versículo de la Biblia que Ruth envía a Idgie cuando se encuentra desolada por la muerte de su madre y cansada de las palizas de su marido. “No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, iré yo; y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”.

La autora, que mantuvo una relación con la también escritora Rita Mae Brown, vierte en esta novela un anhelo propio. “La autora creó a dos lesbianas felices, algo poco habitual en la literatura y en el cine, donde el lesbianismo es siempre vivido como una desgracia, como algo triste y una condena”, escribe la periodista cultural y experta en cine Pepa Blanes en el prólogo de esta edición.

Un éxito de taquilla

La novela de Flagg cosechó tanto éxito que en 1991 Jon Avnet debutó con su adaptación al cine. Si bien en un inicio contactaron con la autora para que fuera ella misma quien adaptara el guion, esta se negó: aún se sentía demasiado apegada al texto para poder afrontar semejante reto. El proyecto lo asumió Carol Sobieski, pero una enfermedad la alejó del trabajo y Flagg, finalmente, tomó su relevo. A pesar de que nadie apostó realmente por el filme, este, que se estrenó el mismo año que Thelma y Louise, se convirtió en un éxito que recaudó 119 millones de dólares, el guion fue nominado al Oscar y al Premio Writers Guild of America y se llevó el galardón Scripter Award y el premio de la Alianza de Gays y Lesbianas contra la Difamación.

Las actrices Mary-Louise Parker, Kathy Bates, Jessica Tandy y Mary Stuart Masterson en una imagen promocional de la película 'Tomates verdes fritos', (Jon Avnet, 1991)

La versión cinematográfica cuenta con Kathy Bates, Jessica Tandy, que fue nominada a mejor actriz secundaria en los Oscar de 1992, Mary Stuart Masterson y Mary-Louise Parker como protagonistas. Sin embargo, la película no se atreve a explorar la relación homosexual de Ruth e Idgie y tan solo asistimos a dos momentos en los que se puede intuir la relación romántica que les une: un fugaz y tímido beso en la mejilla y una escena en la que Ruth e Idgie se llenan de harina y comida en la cocina del café.

“Sí podemos decir —escribe Pepa Blanes— que la película es más blanda y blanca que la novela. La escritora no pudo convencer a los productores de desarrollar la historia de amor de dos mujeres, que no mencionaban la palabra lesbiana, pero que vivían felices construyendo su nuevo modelo de familia, con un niño adoptado ante las circunstancias, con amigos a los que cuidar y proteger, como los afroamericanos que trabajan en el lugar”.

A pesar del tono amable y ligero de la novela de Fannie Flagg, Tomates verdes fritos está lejos de ser una novela amable sobre la amistad.