El escritor Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) se bregó durante dos décadas, desde 1992 hasta 2012, en el cuerpo de los Mossos d’Esquadra catalanes. Allí aprendió "a desconfiar de los héroes y que los monstruos tienen matices". Aunque sus primeras novelas obedecen más a su condición de historiador que a su periplo como agente de las fuerzas de seguridad del Estado, la pulsión policiaca acabó aflorando.
Ahora es uno de los nombres más respetados del noir español. Después de lograr premios tan importantes como el Nadal, en 2016, y de un consolidado éxito en Francia, vuelve a las librerías con su nueva obra, El tiempo de las fieras (Destino), una obra coral y por momentos desgarradora en la que hace gala de su destreza para tejer historias vertiginosas. De Lanzarote a Texas y de una pequeña isla de Venezuela hasta Bosnia, pasando por Barcelona, el relato principal se vectoriza en distintas tramas que, aparentemente autónomas, acaban confluyendo en un caso de crimen organizado que atañe a las altas esferas económicas.
"No le guardé rencor por haber intentado matarme y espero que ella tampoco me lo tuviera por habérselo impedido. Tenía sus razones y yo las mías, pero ella estaba muerta y yo vivo. Y, al final, los vivos siempre tienen más razón que los muertos". Este fragmento, correspondiente a las primeras páginas, sintetiza los valores de su narrativa, seca y profunda, siempre atenta para recoger los impulsos más atávicos. Ni siquiera le falta el cierre aforístico tan propio del cine, un recurso del que se sirve muy a menudo.
Pregunta. ¿De dónde nace esta idea, que alberga tantas ramificaciones? ¿Cómo se desarrolla la arquitectura de la novela, cómo se van adosando las tramas...
Respuesta. Yo quería escribir una novela que jugara con los códigos del thriller, pero que al mismo tiempo fuese fiel a mi voz y a mi visión de la literatura. Lo que más me interesa es la contradicción humana. Estaba buscando un argumento para hablar de los dioses, que no se sienten interpelados por los valores de la gente corriente, sino que tienen sus propias reglas y ven el mundo como depredadores. Para ellos, el resto somos su coto de caza.
»No hablo de crímenes pasionales, sino de un sistema que controla la economía mundial o las leyes del mercado, que puede provocar una crisis mundial que arroje a la miseria a millones de personas, y además lo hace con frialdad. Cuando pensaba en cómo contar esa historia de lobos y corderos, cayó en mis manos un documental de un director esloveno, Miran Zupancic, ambientado en Bosnia en los años 1993 y 1994. Se llama Sarajevo Safari y es lo que me inspiró la trama de Vesna [un personaje de la novela] y el título. Me pareció tan bestial que pensé: "Esto solo lo pueden hacer las fieras".
P. Nadie en esta tierra (2023), su anterior novela, presenta algunos personajes que vuelven a El tiempo de las fieras (2024). Pero esto no es nada parecido a una saga...
R. No, porque no me gustan los personajes seriales. Creo que un personaje tiene un universo y se agota, pero es verdad que en Nadie en esta tierra quedaron cosas pendientes. Por ejemplo, cómo nos afecta haber sufrido algo trágico, tal y como ocurre en esa novela, qué pasa después... A mí me interesaba mucho el personaje de Soria, que es el arquetipo del antihéroe, un héroe a su pesar. Y, por supuesto, el personaje de los ojos negros que nos habla en primera persona y a los trece años mató a su primera víctima. Quería averiguar de dónde venía.
P. A propósito, en esta novela vuelve a utilizar dos narradores: el tradicional omnisciente se alterna con el narrador en primera persona, que incluso relata los asesinatos que él mismo comete. Más allá del golpe de efecto que esto supone, ¿cuál era el objetivo?
R. Técnicamente es un ejercicio muy difícil, pero a mí me gustan mucho los retos. Cuando utilizas la primera persona, entras en la subjetividad del personaje; no solo lo que hace, sino por qué lo hace. Esto me ayudaba a ver cómo la realidad cambia en función de quien la observa. Además, no quería que este personaje se me convirtiera en un arquetipo, sino que el lector entrara en su conciencia y sus reflexiones. Y es que con este personaje hay un peligro: nos puede llegar a gustar demasiado. Pero él siempre nos recuerda que es un asesino, que es una de las fieras.
"En mis novelas juego con las apariencias, pero nunca te engaño"
P. ¿Cree que su experiencia como policía durante veinte años le ha servido para comprender las tribulaciones de la mente humana?
R. Desde luego, para lo que creo que me ha servido es para no prejuzgar, no dejarme llevar por el instinto. Somos seres de juicios, es inevitable, pero el trabajo de policía te enseña a no fiarte de las apariencias. En mis novelas juego con las apariencias, pero nunca te engaño. También me ha ayudado mucho a entender que detrás de cada acto hay dos cosas: por un lado, una motivación, porque nadie comete un acto de violencia porque sí; y por otro, una víctima. Muchas veces nos olvidamos de las víctimas.
P. ¿Hemos superado el debate en torno a si la novela negra o policiaca es mejor o peor literatura?
R. Esto una cuestión de prejuicios. Escribir una novela como El tiempo de las fieras no es fácil. Tienes que encontrar el equilibrio entre el ritmo y la profundidad, o sea, contar una historia que tenga un sentido más allá de lo anecdótico, pero que sea lo suficientemente atractiva para el lector como para que eso llegue. Compaginar los códigos del thriller con la estética de una buena escritura, y al mismo tiempo con la profundidad de los personajes, es un ejercicio que los escritores de novela negra hacen muy bien. Y eso eleva la literatura.
»Yo podría escribir novelas de corte intimista o sobre lo cotidiano, y quedarme ahí. Hay un público para eso. Pero nosotros arriesgamos más, porque intentamos radiografiar lo que no funciona. En fin, la novela negra no es un subgénero ni nada parecido. Y el lector sabe distinguir la morralla de lo que importa.
P. Concretamente, usted ha apostado por introducir el thriller en los conflictos que atañen a la condición humana, que son, supuestamente, los ingredientes principales de la mejor literatura y los que siempre se han desligado del género policiaco. ¿Hay una apuesta decidida de reivindicar esto?
R. Claro. Para mí hay una serie de autores de novela negra que escriben alta literatura y lo hacen concentrándose mucho en lo que quieren decir sin renunciar a la forma.
P. ¿A qué autores se refiere?
R. Por ejemplo, Pierre Lemaitre, Don Winslow o Dennis Lehane, que a mí me tiene enamorado desde hace varios años. O incluso James Ellroy. Aunque él esté como una puta cabra, sus novelas hacen un retrato buenísimo de los Estados Unidos de posguerra. Estos escritores han elegido meterse en ese avispero, profundizar en la sociedad o cuestionar nuestro tiempo, y podrían no haberlo hecho.
P. Lo que me pareció curioso fue escucharle que, al comienzo de su carrera, no quería era que se le identificara con la novela policiaca. Y que por ello había tardado tanto en abordar este género. De alguna forma, también era preso de este estigma, ¿no?
R. Exactamente. Cuando yo empecé a publicar, no había muchos policías que escribieran. Mis primeras novelas no tienen nada que ver con lo policiaco, pero ahora que tengo una carrera mucho más consolidada, puedo volver a El tiempo de las fieras y decir claramente y con orgullo que esto es una novela negra, y que hay una forma muy hermosa de tratar el género.
"He cogido lo mejor del thriller, lo mejor de la novela policiaca y lo mejor de Víctor del Árbol"
P. De su anterior novela, Nadie en esta tierra, dijo que suponía "un cambio, o una evolución necesaria". ¿Cómo afronta la publicación de El tiempo de las fieras?
R. Como otro escalón, otro reto. He intentado ofrecer una visión de la novela negra canónica y adaptarla a mis códigos de escritor. Quería coger lo mejor del thriller, lo mejor de la novela policiaca y lo mejor de Víctor del Árbol para contar una historia. Y me da a mí que esto va a tener mucha repercusión.
P. ¿Qué es lo mejor de Víctor del Árbol?
R. Creo que tengo muchos defectos, pero dos buenas cualidades. Una sería el tratamiento de los personajes, me manejo muy bien con la complejidad; y la otra es el desarrollo de los saltos espaciotemporales, y hacer que el lector no se pierda en eso es complicado. Quizás lo siguiente sea aventurarme en la novela histórica. Yo creo que ese es el camino de un escritor. Un amigo también escritor, Jordi Ledesma, me dijo una frase buenísima: "Todo el mundo empieza queriendo ser un buen novelista y acaba queriendo ser un gran escritor". Define muy bien la progresión que uno espera encontrar en su carrera.
P. Es verdad que los saltos espaciotemporales son muy abundantes en esta novela, pero la trama central está situada en 2008. Entendiendo que elige esta época por ser aquella en la que todo explota, ¿qué consecuencias cree que ha dejado en nuestra sociedad la codicia de los principales implicados en la burbuja inmobiliaria, las tramas financieras, etc.?
R. Son consecuencias que seguimos arrastrando. El precio de la vivienda, por ejemplo, que ha dejado de ser un derecho para convertirse en un lujo, la precariedad laboral... Pero lo más importante que nos ha dejado el estallido de la burbuja es la sensación de inseguridad con respecto al futuro y la desconfianza hacia el discurso público, los bancos, los políticos… Ha habido una fractura social muy grande que nos ha vuelto más cínicos con los causantes de aquella crisis.
"Los lectores franceses son muy exigentes, no les vale con que les entretengas"
P. Sus libros cosechan en Francia un éxito extraordinario. ¿A qué se debe?
R. Creo que hay un interés muy genuino de los lectores por lo que ellos llaman el polar. Los lectores franceses son muy exigentes; no les vale con que les entretengas. La otra causa podría ser que yo tengo muchas novelas centradas en el tema de la memoria: la guerra civil, la posguerra… Y en Francia todavía existe una visión muy romántica de lo que pasó en el franquismo, ya que hubo muchos españoles exiliados en Francia que mantuvieron viva esa mística. Creo que les pareció interesante que aquello lo recuperase un escritor de una generación tardía, o sea, posterior a Vázquez Montalbán o González Ledesma.
P. Algo similar le ocurre a Alicia Giménez Bartlett en Italia. Por cierto, además de los autores extranjeros que ha citado, ¿tiene predilección por algún autor español que haga novela policiaca?
R. Me gusta mucho la manera que tienen de tratar el thriller César Pérez Gellida [Premio Nadal 2024], Dolores Redondo, Juan Gómez-Jurado... Y sobre todo Jordi Ledesma o Rafael Reig cuando se atreve a escribir novelas como Lo que no está escrito. Incluso Antonio Muñoz Molina ha jugado con este género en novelas como Plenilunio. Y hay un chaval de Guadalajara que se llama Marto Pariente. Me gustó mucho su novela La cordura del idiota. Hay una generación de gente que tiene la aspiración de hacer buena novela negra y, de hecho, funcionan muy bien fuera, como es el caso de Mikel Santiago.