El juego de palabras "la-que-limpia" se transformó en un nombre común para definir a las camareras de pisos, las kellys. Fue adoptado por una asociación española de mujeres que nació en 2016. Las Kellys pretende dar visibilidad a la problemática profesional de las trabajadoras de limpieza en hoteles. Nace con el objetivo de mejorar la calidad de vida en su profesión.
Hace unas pocas semanas, se viralizó un vídeo de TikTok que enseñaba una habitación que estaba limpiando una camarera de piso de un hotel en Ibiza. El estado, obsceno, en el que se encontraba el cuarto fue otro pretexto para dar voz y concienciar a las personas sobre la precariedad de esta profesión.
Numerosos restos de comida y papeles, tampones e incluso un tanga sucio. "¿Cómo puede ser que venga la gente a dejar esto en una habitación? No valoran el trabajo de esta chica", dice la tiktoker en el vídeo. El problema es frecuente y en los últimos tiempos no solamente las múltiples huelgas y denuncias han visibilizado la situación, sino que también el arte ha sido un medio a través del cual intentar concienciar.
Películas, obras de teatro, ficciones, ensayos. La realidad de la situación se plasma en el universo multimedia para dibujar las varias perspectivas del problema. Estuve aquí y me acordé de nosotros (Anagrama, 2024) es el último ejemplo, una historia sobre turismo, trabajo y conciencia de clase. En el breve ensayo la autora Anna Pacheco (Barcelona, 1991) trata de explicar el efecto desclasante del turismo, "a ratos violento y casi siempre ridículo".
La edad del turismo
"El turista (de clase trabajadora, de clase media) ha viajado tradicionalmente para convertirse en otra cosa, para olvidarse de lo que es, o para intentar descubrir de hecho quién es, siempre con resultados precarios. Para guardar el escritorio en la caja de zapatos", escribe Pacheco. Periodista especializada en temas sociales con perspectiva de clase, escribió este ensayo fundamentado en un trabajo de investigación completo y necesario.
La escritora empieza a dibujar el mundo del turismo, del turista medio que escapa en hoteles de lujo y, sin darse cuenta, explota el paisaje y los trabajadores sin hacerse cargo de ninguna responsabilidad. Los narradores de viajes turísticos, como la misma Annie Ernaux, se convierten en un "muermo". "Teníamos un estilo de vida occidental alejado de la gente local", dice la propia escritora en el documental Los años de Super 8. Que en palabras de Pacheco significa: "Se encerraron en un hotel de clase media para alejarse de los marroquíes".
La finalidad del viaje no es la de descubrir nuevos lugares, conocer nuevas culturas. Los hoteles ya no son solamente un alojamiento, una base desde la cual moverse, sino que se han convertido en la finalidad misma del viaje. Yun Ko-eun (Seúl, 1980) en La turista (Reservoir Books, 2024) cuenta la historia de la trabajadora de una agencia de viaje que es enviada a una pequeña isla supuestamente paradisiaca del sudeste asiático para convertirla en un destino turístico rentable. La aurora coreana incide en la modificación extrema del paisaje para fines turísticos.
Quienes hayan visitado la isla de Lanzarote, el sur de Tenerife o simplemente Málaga se habrán dado cuenta de la invasión, con consecuente destrucción, del territorio. El físico y sociólogo Marco d’Eramo en El selfie del mundo (Anagrama, 2020) cree que nuestra época se puede definir como "la edad del turismo".
Las gafas del lujo
El ensayo de Anna Pacheco va más allá. La periodista, infiltrada en un hotel de lujo de Barcelona, relata detalladamente el funcionamiento de la estructura, asistiendo a las reuniones que el director del hotel tiene con sus trabajadores. El tiempo de las incitaciones a "ser los mejores", a "ponerse las gafas de lujo" para convertirse en anfitriones de lujo, está marcado siempre por su calendario de pádel.
"La repetición machacona de esta fórmula está en el corazón mismo del discurso de la empresa. Los trabajadores deben ponerse las gafas para saber qué es eso del lujo y poder ofrecerlo. Y tiene sentido: la mayor parte de los trabajadores no pueden pagar una sola noche en el hotel, que oscila entre 250 y 9.000 euros. Así que el lujo del que hablan solo pueden verlo si se lo imaginan un poco, con unas gafas también imaginadas".
La autora transcribe diálogos, incluye los sueldos reales, reporta las reseñas y valoraciones de la experiencia en el Hotel, se avala de tesis doctorales, películas, ensayos extranjeros y sobre todo entrevistas reales. Cuenta, así, las lamentables condiciones de esos trabajadores y, sobre todo, la mirada desde la cual son tratados.
No pueden pisar con ropa de la calle las instalaciones del hotel. Tampoco pueden acceder por la entrada principal, la de todo el mundo. Desde la zona del aparcamiento suben por ascensores para el personal, incluidos los de mercancía. Las horas extras no son remuneradas, su tiempo no tiene un valor y, como afirma Pacheco, "queda en suspenso". La distancia que separa unos trabajadores de otros, las tensiones, las relaciones primitivas de control y dominación. "Al final los trabajadores son al mismo tiempo proveedores de servicios y parte del producto consumido. Todo es experiencia y atracción".
Un pequeño Estado
Los hoteles de lujo, los resorts, se transforman en pequeños paraísos que perpetúan una felicidad aparente que no cuadra con la actividad profesional de un hotel abierto 24 horas, 7 días y 365 días al año. "El complejo hotelero se despliega como un pequeño Estado, con todas sus instituciones, en forma de recinto cerrado para que todo parezca funcionar de modo ordenado".
Así como documenta Hotel explotación: Las Kellys (2018). La película retrata la historia de la lucha de las camareras de piso en España. La explotación, la invisibilidad y la inferioridad, la necesidad de recuperar una dignidad.
"No solo nos habían dicho que era posible que otro más pobre te sirviera un batido dentro de una piscina, sino que parecía ser lo más sensato que podía hacer un adulto con su dinero". La autora lanza duras reflexiones que mueven a la autocrítica y el análisis personal.
A través de los casos reales que reporta, Pacheco analiza que las luchas para alcanzar unas condiciones de trabajo decente se apagan rápidamente. Así como las luchas organizadas de las kellys. "El estancamiento de los salarios precede y causa, en parte, la cultura del ajetreo, pero en vez de observarla como una consecuencia lamentable, se ha constituido como signo inevitable".
Todo aquello que no hicimos
Las que limpian (2022) habla de la lucha organizada de las camareras de piso de los hoteles por conseguir unos derechos laborales y sociales justos. En este espectáculo teatral, las fundadoras de la compañía gallega A Panadaría se formulan estas preguntas: ¿Es posible revalorizar este trabajo y desligarlo del género? ¿Existe un turismo sostenible? ¿Quién limpia la casa de la limpiadora?
Pacheco también intenta imaginarse si es posible otro tipo de turismo al margen de las lógicas del servilismo, colonialismo y explotación. Reformular las prácticas que tienen que ver con el turismo, el ocio y lo recreativo. Repensar el espacio. Si el espacio turístico es una huida de la gran urbe a la ciudad de las vacaciones, hay que analizar cuáles son las carencias de los lugares que habitamos el resto del año.
"Tenemos que empezar a pensar cómo trabajamos menos para estar menos cansados y qué otras cosas podemos hacer cuando no estamos trabajando. Construir, en definitiva, alternativas a un consumo desesperado, de evasión". Sin embargo, afirma que, por ahora, el turismo está cada vez más en manos de los ricos, las ciudades cada vez más inhabitables, "todo se centrará en el trabajo y el lujo".
En el epílogo de este pequeño ensayo, Pacheco recuerda: "Me acordé de nosotros cuando vi macrocruceros convertidos en chatarra en la ciudad turca de Aliaga durante la pandemia". Pese a la devastación de la imagen, esta "fabula distópica real" tiene también un poder transformador. "Estuve aquí y no me acordé de mí, me acordé de nosotros. De todo lo que hicimos, pero sobre todo, de todo aquello que no hicimos cuando pudimos".