El 26 de abril de 1937, los Junker 52 de la Luftwaffe motearon el cielo azul de Guernica. Las campanas del pueblo rompieron el silencio de la tarde con su plañido para avisar de que por aire venía la muerte. La Legión Condor utilizó el suelo español como campo de pruebas, prolegómeno de lo que acabaría llevando a cabo más tarde en su propia guerra.
Años antes, en Shanghái, el terror ya había surcado los cielos. Durante poco más de un mes, en 1932, la ciudad estuvo cercada por el ejército imperial japonés mientras los bombarderos la asolaban desde arriba. Los habitantes de los distritos comerciales y residenciales no podían hacer otra cosa que correr y esconderse mientras los aviones descargaban el contenido de sus tripas sobre sus cabezas. Como resultado, entre 10.000 y 20.000 civiles perdieron la vida.
El refranero español dicta que "hombre prevenido vale por dos". Los británicos, en cambio, prefieren la fórmula "forewarned is forearmed". En Downing Street prestaron atención a los antecedentes de los últimos años y, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, se comenzó a diseñar un plan para apartar a los más vulnerables de los núcleos urbanos que más probablemente sufrirían el hambre de las bombas.
Así, a partir del 1 de septiembre de 1939, casi al mismo tiempo que los tanques alemanes atravesaban las fronteras polacas, cientos de miles de niños fueron guiados por algunos tutores a zonas más seguras en lo que se conoce como operación Flautista (Pied piper, en inglés), en referencia al flautista de Hammelin, quien, cuenta la historia, con su música atrajo a los niños de una ciudad ingrata.
Con estas criaturas subiéndose a los trenes que les llevarían a su refugio campestre es como Rafael Tarradas Bultó (Barcelona, 1977) ha decidido dar comienzo a su cuarta novela, publicada el pasado 28 de agosto, El hijo del Tercer Reich (Espasa). Daisy García, una de las protagonistas de la obra, aprovecha el éxodo infantil para mimetizar a su hijo con el resto de niños en una huida desesperada.
Para celebrar la ocasión, el autor barcelonés y la editorial Espasa reunieron a la prensa en uno de los emplazamientos donde se desarrolla la novela, el icónico restaurante Horcher, a escasos metros de los Jardines del Retiro. Allí, Tarradas ofreció una visión sobre cómo abordaba el proceso de escritura, además de aportar más información sobre el contexto de su nueva obra.
Antes de esta nueva publicación, Tarradas inauguró su carrera literaria con El heredero (2020), una novela que en primer lugar autoeditó donde explora su pasado familiar. Ante el creciente interés de sus familiares y amigos, pasó a venderlo en la plataforma Amazon: "cada libro que autoeditaba me costaba 70 euros, era una ruina, así que lo puse a la venta en Amazon. Al cabo de una semana consulté por curiosidad las ventas y vi que había vendido más de 500".
Rosa Pérez Alcalde, editora de Espasa, no tardó en contactar con el autor. El heredero pasó a ser publicada por la editorial de Barcelona. A partir de entonces, el autor ha estrenado novela a razón de casi una por año. El Valle de los Arcángeles apareció en las librerías españolas en 2022, a la que le siguió al año siguiente La voz de los valientes. Ahora, en 2024, es el turno de El hijo del Reich, la tercera novela histórica con la que Tarradas reafirma su posición como uno de los referentes del género en nuestro país.
Sobre su interés en la novela histórica, Tarradas afirma que le atrae introducir en el canal de los acontecimientos históricos a personajes con los que el lector puede empatizar, sin que ello convierta a la novela en un ensayo: "me esfuerzo por dar las píldoras históricas que despierten el interés del lector sin hacerle sentir que está en una clase de historia. Es algo complicado a veces, sobre todo cuando tienes todos los datos disponibles y tienes el impulso de proporcionarlos para crear una imagen más completa".
Volviendo a la novela, a un paso detrás de Daisy y el pequeño está el padre del chico. El hombre, un alto mando del partido nazi, violó a Daisy años atrás, cuando la mujer acompañó en un viaje a Munich a una aristócrata inglesa a la que servía como señorita de compañía. En el momento en el que el alemán se da cuenta de que de aquella noche nació un niño, extiende los tentáculos de los servicios secretos alemanes hasta el Reino Unido para arrancarlo de los brazos de su madre.
"La historia de Daisy está, sobre todo, basada en la historia de las famosas hermanas Mitford. Una de ellas, Unity, estaba fascinada por el nazismo. Cuando el Reino Unido declaró la guerra al Tercer Reich, se disparó en la cabeza, pero no murió. Después de eso, fue trasladada a Alemania por un acuerdo entre los dos países ", cuenta Tarradas. "De la historia de Unity me surgió la pregunta de qué hubiera pasado si esta mujer se hubiera quedado embarazada de un alto mando nazi, como era su deseo".
"Una madre, incluso si apoya al nazismo, hubiers deseado alejar a su hijo del Tercer Reich"
"Creo que una madre, incluso si apoya el nazismo, hubiera deseado alejar a su hijo del Tercer Reich y toda su belicosidad. Esta es la historia del libro: una madre que quiere alejar a su hijo de la guerra". Así surge, según Tarradas, la figura de una mujer como Daisy, cuyo instinto maternal le lleva a aprovechar la operación Flautista para esconder a su hijo entre los niños exiliados como aquel que escondiera un árbol en lo más profundo del bosque.
Durante aquellos seis años de guerra global, otro movimiento preventivo muy distinto al que vieramos para proteger a los niños y niñas de ciudades como Manchester o Londres corrió a cuenta del partido nazi. En aquellas horas en las que las rotundas victorias a base de blitzkriegs por parte del bando alemán auspiciaban una nueva hegemonía germana en toda Europa, los cabecillas del partido nacionalsocialista vieron conveniente ser previsores y no dejarse llevar por el delirio de aquellos meses triunfales.
En el improbable caso de que todo se acabara desmoronando y Alemania cayera derrotada por los Aliados, los altos cargos del partido necesitaban una ruta de escape segura que les permitiera evitar las represalias que sus actos durante la guerra en marcha acarrearían inevitblemente. "Los alemanes son muy previsores, va en su carácter. Así como ya tenían preparadas células durmientes de espías antes de la guerra en varios países, también supieron que tenían que preparar rutas de escape en el caso de que todo se fuera al traste", apostilla Tarradas.
De tal forma, arrancó el proyecto en el que se diseñaron lo que en inglés se conoce como ratlines o rutas de escape. En diversas localizaciones de Europa se desarrollaron estrategias para llevar a aquellas figuras clave del nazismo a unos destinos finales que, normalmente, se encontraban en Latinoamérica.
Pero para llegar a países como Brasil, Argentina o Paraguay, aquellos lugares de retiro donde estarían a salvo de las repercusiones de sus actos, antes necesitaban atravesar con éxito diferentes localizaciones donde los servicios secretos Aliados podrían seguirles la pista, "la mayoría de rutas de escape pasaban por el Vaticano, pero un 30% pasó por España o Escandinavia", cuenta Tarradas. Cuerpos como el MI6 británico se movían por los mismos círculos en los que los alemanes urdían su huida.
Uno de aquellos lugares era el número 6 de la calle Alfonso XII, el mismo restaurante Horcher donde Tarradas decidió reunir a la prensa. Allí, en una de las mesas del salón, un hombre español pide a menudo a los acicalados camareros baumkuchen, un dulce típico germano, el mismo que el autor barcelonés invita a probar a la prensa. La solicitud de ese postre concreto es la señal convenida por la cuál requiere reunirse con su contacto de la Abwehr, el servicio de inteligencia alemán.
Aquel hombre que en la novela espera pacientemente un postre y una reunión en el Horcher es Félix Zurita, el protagonista de la segunda trama de El hijo del Reich que, más tarde, se entrelazará con la de Daisy.
Zurita es un nómada. Con apenas 25 años de edad ha vivido en Buenos Aires, Caracas, Barcelona, Hamburgo, Londres y Madrid, además de conocer la mayoría de capitales europeas e hispanoamericanas. Este factor, junto a un perfecto manejo del inglés y el alemán y su memoria fotográfica le convierten en el candidato ideal para cooperar con uno u otro bando en tareas de espionaje.
Después de tragar un trozo de un baumkuchen idéntico al que su personaje pide en el mismo restaurante, Tarradas reflexiona sobre el motivo por el que la 2.ª Guerra Mundial sigue despertando tanto interés sin dar señales de desgaste: "es una trama del bien contra el mal perfecta, muy bien dibujada. Pensar que en el país más avanzado del mundo apareció un hombre capaz de provocar todo aquello es muy atractivo como historia".
El agente de la Abwehr Wilhelm Leissner es quien finalmente requiere la labor de Zurita. Enviado por Canaris, director del servicio secreto alemán, se le pide que diseñe una de estas ratlines para un alto cargo nazi.
A partir de entonces, la historia sigue a Zurita en el proyecto secreto, en el que se involucra sencillamente por la llamada juvenil de tomar partido en el devenir del presente histórico. "Tanto Daisy como Zurita son personajes que ven lo que ellos consideran una injusticia ante sus ojos y dicen no puedo más, tengo que actuar", sostiene Tarradas.
Zurita se encargará, entonces, de empedrar un camino por el que aquel misterioso alto cargo lleve a cabo la huida que muchos nazis emprendieron cuando su sueño de supremacía se desvaneció. Como los niños que escapaban de las bombas de la mano de sus tutores, aquellos hombres que tanto poder ostentaron también se quisieron escabullir. Los chiquillos, sin embargo, no entendían del todo por qué corrían. Ellos, en cambio, sí.