A sus 26 años, Irene Reyes-Noguerol (Sevilla, 1997) tiene por delante una carrera literaria que no parece tener techo. Con solo 23, fue incluida en la lista de los 25 mejores escritores jóvenes en español de la revista Granta. Era, por supuesto, la más joven del elenco. Sin embargo, no le tientan los cantos de sirena de la industria editorial. Escribir una novela, por ejemplo, a sabiendas de que es "el género canónico"... y el más comercial. Sus intereses narrativos arraigan, como en ningún otro género, en el cuento, que "no se reivindica lo suficiente".

Tras la publicación de Caleidoscopio (Ediciones en Huida, 2016) y De Homero y otros dioses (Maclein y Parker, 2018), acaba de llegar a las librerías su tercer libro de relatos, Alcaravea, custodiado por Páginas de Espuma, la editorial más importante del cuento en español. Más allá de riesgos formales derivados del interesante juego de voces que plantea, los textos se mueven en torno a dos latitudes no necesariamente contrapuestas: la crudeza frente a la ternura y los personajes históricos vinculados al mundo del arte frente a las peripecias de sus antepasados. 

"Las experiencias que casi todos conocemos son exactamente iguales que aquellas vivencias que se quedan en la memoria familiar, una tradición íntima que normalmente no compartimos", dice la autora a El Cultural. Su habilidad radica en que todos los relatos, algunos tan lejanos entre sí, confluyan en un corpus tan homogéneo, circunstancia determinada por el estilo. Su escritura sensorial y reflexiva, de indudable impacto poético, permanece atenta al detalle, en el que se inmiscuye con admirable pulso narrativo. Como el inapelable relato de la mujer culpable que lucha por mantener con vida a su hijo drogadicto.

Porque todas las historias tienen una base real, pero no son meros trasvases a la escritura. Como prueba, el relato "Oír el mar", en el que se apropia de la voz de Lope de Vega según la imaginó José Hierro en "Lope. La noche. Marta". El poeta y dramaturgo barroco dialoga con su amante, que se volvió ciega y loca, en la fase más crítica de su vida. En este caso, la autora estira el emocionante poema de Hierro para amplificar su sentido, logrando algo mucho más interesante que una transcripción en prosa.



Reyes-Noguerol, además, dosifica la información a cuentagotas. Así entramos en las historias, con tanto sigilo como se nos cuentan. Y tanto da que encarne la voz de una niña bailarina que se prostituía en la Ópera de París como que asuma como propio el amor frustrado de su tía abuela. Sin renunciar a la impronta oral que texturiza cada frase de este libro, conoce los resortes de la emoción para espigar el elemento que mejor se presta a la construcción metafórica. Como cuando se refiere al público como un "monstruo de mil ojos". Alcaravea, conmovedora y sorprendente, ha propiciado esta conversación.

Pregunta. ¿Cómo ha sido su relación con el cuento?

Respuesta. Parte de la relación familiar, especialmente desde un linaje femenino que ha ido contando cuentos y cantando nanas desde hace décadas y que ha permitido que todas estas historias y estas leyendas puedan ser perfectamente actuales. Mi familia me ha ayudado a acceder a este tesoro cultural que supone la tradición oral, que demasiadas veces dejamos de lado, como si fuera algo secundario respecto a la palabra escrita. Mi relación con el cuento tiene más que ver con la capacidad de comunicación de los juglares, chamanes, haedos… Alcaravea pretende ser una conjunción de esos dos mundos.

"Dejamos de lado la tradición oral, como si fuera algo secundario respecto a la palabra escrita"

P. ¿Cómo se arma este libro? ¿Es el resultado de una selección o hay una decisión previa? ¿Cuándo advierte que las historias reales pueden tener un reverso literario?

R. Yo llevaba unos cuantos años con la idea de escribir sobre personajes históricos que han tenido una relevancia particular, e intentar trasladar determinados momentos de su vida a la palabra escrita. Siempre me han resultado especialmente llamativas historias como las de Van Gogh cuando está en el sanatorio del sur de Francia, pero también la bellísima relación entre Almutamid y Abenámar [una historia que se remonta al siglo XI].

»Quería convertir en relatos todas esas historias que había escuchado tantas veces, pero al mismo tiempo también se me vinieron a la mente historias que había escuchado en mi casa y relataban las vivencias de mis antepasados. Algunas como la de mi bisabuela, una niña abandonada demasiado pronto, también tenían una fuerza impresionante. Así que procuré que en este libro se fueran entremezclando ambos ejes. Con ello intentaba universalizar lo familiar y hacer familiar o íntimo aquello que es universal.

P. ¿Y cómo ha calibrado las dosis de ficción que iba a tener este libro? En un momento se dice que "no es una cuestión de realidad, verdad o mentira, sino de lo verosímil, que es mucho más, la capacidad de recordar como cierto lo imposible".

R. Esa relación es un tema que se trata especialmente en este libro, sí. De los personajes históricos y conocidos no me interesaba tanto centrarme en su grandeza y sus hazañas, ni siquiera en sus obras, sino en sus momentos de intimidad y reflexión personal. Al mismo tiempo que estos personajes, por el tratamiento íntimo que les he dado, se van haciendo más cercanos, las historias que narro sobre mis antepasados también pueden enmarcarse en el ámbito de la ficción. Son historias que he escuchado desde niña, pero pertenecen a personas que nunca he llegado a conocer. 

"Me gustaría que mis textos fueran una combinación de los tres géneros clásicos: la lírica, el drama y la narrativa"

P. ¿De dónde procede ese interés por la crudeza y las zonas más oscuras de la condición humana?

R. Yo creo que del dolor puede surgir belleza. En nuestra cotidianidad, nos expresamos a partir de filtros o mamparas que hacen que nuestra relación con los demás siempre esté limitada por esas fronteras que nos imponemos, y que no permiten que nuestro verdadero yo aflore y sea conocido por los otros. Sin embargo, en los momentos de dolor y extrema crudeza es mucho más sencillo que aquellas pulsiones que normalmente tenemos ocultas aparezcan de repente y consigan tener una expresión más directa y más cruda. 

»Quería explorar cómo los personajes pueden digerir ese dolor, hacerlo suyo, y conseguir expresarlo. Tampoco quería quedarme en lo trágico, en los sentimientos puramente negativos, sino que he intentado también que aparezcan sentimientos como la dulzura, la ternura, el amor en todas sus vertientes, el arraigo familiar… Aunque no consiga liberarlos del todo, son una especie de consuelo, de salvación para todos ellos.

P. Es significativa la inclinación por la segunda persona en las perspectivas de tus narraciones, un recurso que se funde con el monólogo interior. ¿Es un sello de su escritura o pretendía que marcara la pauta en este libro?

R. El monólogo interior tiene esa capacidad de expresión que nos hace leer de manera mucho más directa el pensamiento de los personajes, sus reflexiones, su manera de enfrentarse a la realidad y de convivir con ellos mismos, pero también con los otros. Efectivamente, también aparece el uso de la segunda persona. Me gustaría que mis textos fueran una combinación de los tres géneros clásicos: la lírica, el drama y la narrativa. Esto se consigue gracias a ese recurso, que permite una identificación más sencilla entre el tú y el yo, y una cercanía diferente con el que está al otro lado de la página.

"En el arte no existe la perfección, y si así fuera terminaría siendo monótono, tedioso"

P. ¿Cómo es su cuento ideal?

R. Ningún cuento es perfecto. Creo que en el arte en general no existe la perfección, y si así fuera terminaría siendo monótono, tedioso… Mi manera de escribir está relacionada con la potencia lírica, pero también es un intento de acercamiento al drama, esas historias donde aparecen niños, personajes vulnerables… Personajes que se encuentran en un momento que determina sus vidas y, por lo tanto, hay un espacio para la reflexión sobre el pasado, el presente, las expectativas y los deseos que no han podido cumplirse... En mis textos no priorizo la acción, sino la indagación en el instante. No suelo narrar prácticamente nada, sino que me centro en la exploración de las emociones y los recuerdos.

P. Siempre me ha parecido que los cuentistas son muy militantes. ¿Existe una pulsión general de reivindicar un espacio de prestigio que tal vez aún no se ha conquistado?

R. Es que el cuento normalmente queda bastante relegado, al menos aquí en España. Porque en Hispanoamérica sí hay muchísimos cuentistas a los se valora como merecen. Igual que la novela exige una estructura y que los personajes tengan su arco, en el cuento también hay un trabajo de organización de ideas. Uno sabe cuál es el espacio donde hay que intentar condensar la información, y al mismo tiempo procurar que no se quede en el mero contenido, sino que el estilo y la forma sean relevantes. Lo que me fascina de este género es su capacidad para la intensidad, que predomina sobre la extensión, algo que lo aproxima a la poesía. 

"El cuento en España está relegado, mientras que en Hispanoamérica hay muchísimos cuentistas a los que se valora como merecen"

P. Habrá tenido que leer muchos versos para que su prosa tenga tantas resonancias. Pero no escribe poemas, ¿verdad?

R. No. Sin embargo, la poesía española es una de las grandes influencias para mi escritura, desde Lorca hasta el simbolismo de San Juan de la Cruz. También Cernuda, con ese enfrentamiento entre la realidad y el deseo. A estas alturas, es necesario intentar romper las barreras que tradicionalmente han existido siempre entre los tres géneros clásicos. Muchos escritores actuales están escribiendo obras que llevan a cabo este desafío: difuminar los límites que existen entre los géneros; acercar la poesía a la narrativa, pero también al teatro.

"Las posibilidades que tengo viviendo en Sevilla son más reducidas que las que tendría si viviera en Madrid o Barcelona"

P. Ahora que se reivindican tanto las periferias en la cultura y se critica el presunto etnocentrismo que destila la capital, ¿qué significa que una autora con su proyección viva en Sevilla, alejada de los grandes escenarios como Madrid y Barcelona?

R. Siempre me he sentido muy ligada a la tierra en la que he nacido, me pasa lo mismo que a mis personajes. No me gustaría que el precio a pagar para lograr el éxito pasara por cambiar de ciudad para estar en un mundo al que siento que no pertenezco. Las posibilidades que tengo viviendo en Sevilla son más reducidas que las que tendría si viviera en Madrid o Barcelona, pero me gusta mucho reivindicar la periferia, los lugares que en el mundo literario han quedado más relegados. Ahora hay muchos autores que, incluso desde la marginalidad, están conformando el panorama literario actual, aunque siempre vaya a primar aquello que esté en los núcleos de los circuitos literarios.