En la poesía borrada, se tachan partes de un texto original para crear o revelar una historia diferente intercalada en él. Que el autor inicial quisiera o no de manera deliberada este segundo mensaje es irrelevante; el hecho de que algún poeta posterior pudiese concebirlo mediante los tachados es toda la autoridad que estos escritores necesitan para sostener que la pieza descubierta siempre estuvo ahí.
En este sentido, la poesía borrada se asemeja mucho a la historia queer, una disciplina que consiste en cotejar lo que se lee con el archivo, buscando en fuentes sesgadas hechos neutrales, leyendo un significado en lo que no se dice tanto como en lo que sí se dice y extrayendo detalles útiles de una masa putrefacta de mentiras.
En la nueva y lírica novela de Justin Torres (Nueva York, 1980), Blackouts, estas dos formas –la poesía tachada y la historia queer– chocan para crear una conversación épica entre un texto esencial de sexología queer del siglo XX y dos narradores puertorriqueños queer poco fiables (o quizá tres, dependiendo de cómo se interprete la mezcla de géneros en la conclusión).
Galardonada con el National Book Award for Fiction en 2023 y con el California Book Award este mismo año, Blackouts comienza cuando el narrador más joven del libro (que no tiene nombre, pero al que llaman afectuosamente nene) llega a una misteriosa institución llamada “el Palacio”, en busca de Juan Gay, un anciano queer al que había conocido brevemente una década antes, cuando los dos estuvieron internados en el mismo hospital psiquiátrico.
Juan agoniza y espera que nene “termine el proyecto que una vez le había consumido, la historia de una mujer que tenía su mismo apellido. La señorita Jan Gay”. Esta carga conlleva un legado, una especie de herencia: un estudio de sexología de 1941 en dos volúmenes titulado Variantes sexuales. El ejemplar de Juan, que ahora entrega a nene, ha sido borrado en gran parte para crear poesía a partir de sus retratos patologizados de sujetos de investigación homosexuales y anónimos.
El placer supremo del libro de Justin Torres es su lenta anulación de cualquier idea firme de la realidad
El título “Blackouts” se refiere tanto a esta poesía (presentada en fotos entre capítulos) como a las fugas disociativas que ha estado sufriendo nene y que provocan lagunas en su conciencia. Comprender estos episodios es la razón por la que nene se propone encontrar a Juan, la única persona que ha conocido que se parece a él en un sentido fundamental.
Nene se instala en el Palacio y el dúo entabla un diálogo a lo Scheherazade, a través del cual nos enteramos de que Jan Gay fue, durante un tiempo, la tutora de Juan, y también la fuerza principal tras la escritura de Variantes sexuales, aunque al final su trabajo fue robado y publicado sin el debido reconocimiento.
Nene es consciente de que Juan espera de él que tome estas historias (la de Jan y la de Juan), las funda con la suya y las divulgue, convirtiéndose en el último eslabón de una cadena de historia oral que se difunde de queer a queer a través de los continentes y los siglos.
Por supuesto, esta es la única forma de engañar verdaderamente a la muerte, la solución que encontró la auténtica Scheherazade (si es que existió): convertirse en una historia eterna.
Cuanto más avanzamos en la novela, menos “real” parece todo lo que no sean las historias de Juan y nene. Es imposible saber si “el Palacio” es un triste asilo para homosexuales moribundos, por ejemplo, o una especie de estado intermedio queer para fantasmas gais. El placer supremo del libro es su lenta anulación de cualquier idea firme de la realidad, una metáfora perfecta de la delirante desorientación que conlleva el aprendizaje de la historia queer en la edad adulta.
Una y otra vez, Blackouts pone de relieve lo que se ha perdido, olvidado u ocultado, sin encontrarlo, recordarlo o desmitificarlo en el proceso. Como historiador queer, estoy totalmente a favor de poner de relieve nuestro pasado oculto, pero el autor utiliza aquí un instrumento más sutil, intentando narrar la experiencia de no saber, tanto de forma literal como metafórica.
Torres superpone diferentes borrados: Juan transmite citas (cuya fuente es incapaz de recordar), mencionando a personas de color que a menudo siguen siendo olvidadas cuando la historia queer es “recuperada” por académicos blancos, y al hacerlo, introduce a nene, cuya memoria es como una olla agrietada que gotea, a un mundo queer de mediados de siglo que ya no existe.
Estos borrados –que nene hereda y con los que trata de lidiar– son la cuestión. Es difícil hacer un todo a partir de un agujero, pero en manos de Torres sentimos el peso de la nada y la presencia de la ausencia.
Aunque se comercializa como novela, no resulta fácil clasificar Blackouts como obra de ficción o de no ficción. Porque Variantes sexuales fue, efectivamente, un estudio real. Jan Gay también fue real, y su investigación fue realmente robada por hombres poderosos que la publicaron como si hubiera sido suya.
Los lectores familiarizados con la biografía de Torres también se percatarán de que nene guarda un parecido considerable con el propio autor, y las páginas finales del libro juegan con la cuestión de si Juan fue una persona real o si no es más que un personaje de ficción.
Es como si el mago hubiera dado un paso al frente al final del espectáculo para explicar el truco, y acabara desapareciendo él también. Torres persigue este libro lleno de fantasmas como si él mismo fuera un fantasma, y con esta novela, ha transmitido la persecución, creando el siguiente eslabón de una cadena que va de Jan a Juan y de nene a ustedes.
© The New York Times Book Review. Traducción: News Clips