Hay algo otoñal en Sally Rooney (County Mayo, Irlanda, 1991). No solo en su voz brillante o su aspecto melancólico —como apuntó la periodista del New Yorker Lauren Collins en su perfil sobre la escritora— también en sus historias: Conversaciones entre amigos (2017), Gente Normal (2018) y Dónde estás, mundo bello (2021). Llenas de personajes contradictorios, introvertidos, humanos, que mantienen conversaciones profundas, en ocasiones tan acogedoras como sacar de nuevo el edredón o perseguir los últimos rayos de sol de una tarde que se agota cada vez antes.
Este otoño, la escritora irlandesa ha monopolizado la rentrée literaria con su cuarta novela, Intermezzo, sobre dos hermanos aparentemente opuestos, donde vuelve a los temas de siempre, —el amor y la amistad—, los que le han erigido como una especie de gurú sentimental en estos tiempos espídicos. "La Salinger de Snaptchat" o la "Jane Austen del siglo XXI" son solo algunas de las etiquetas que ha intentado quitarse de encima, porque "en realidad no quería ser 'la joven novelista'; sólo quería ser buena", aseguró la propia Rooney en una reciente entrevista con The Guardian.
Aunque puestos a comparar, señala la crítica literaria de El Cultural Lourdes Ventura, "su estilo es bastante más cercano a la exactitud de las descripciones emocionales de los personajes de Henry James, a quien admira, que al nerviosismo veloz de Holden Caulfield, el narrador y protagonista de El guardián entre el centeno".
"Muchos críticos han notado que mis libros son básicamente novelas del siglo diecinueve vestidas con ropa contemporánea", señaló Rooney en New Yorker. Esa contemporaneidad se sostiene sobre todo en la naturalidad y la exactitud con la que la irlandesa maneja el lenguaje de Internet. Nada chirría en la forma de plasmar las conversaciones que mantienen por WhatsApp los protagonistas, ni en el reflejo de actitudes de una sociedad cada vez más "crónicamente online".
Si es la primera vez que la leen, notarán la ausencia de comillas para indicar los diálogos, pero se encontrarán con la elección deliberada de géneros clásicos como el epistolar. Porque por muy millenial que sea, Rooney siempre ha hecho gala de una personalidad anacrónica, old-fashioned, algo que no le ha impedido convertirse en "la voz de su generación", una de esas autoras virales que recomiendan los booktokers en TikTok.
Muchos de ellos catalogan sus libros dentro de la corriente anglosajona traducida como "literatura para chicas tristes", grupo encabezado por Sylvia Plath y en el que incluyen a Ottessa Moshfegh por su punki Mi año de descanso y relajación (2018) o a Coco Mellors por su retrato de la vida neoyorquina en Cleopatra y Frankenstein (2022).
Por mucha fama que le haya traído, Rooney reniega de la etiqueta de "triste". Es más, considera que sus novelas son bastante optimistas. Y lo cierto es que, a pesar de ese poso desesperanzador que sobrevuela en todas sus tramas, la irlandesa sabe compensarlo con grandes dosis de erotismo e idealismo.
La tensión sexual entre sus personajes es una de las piedras angulares de sus novelas —la de Marianne y Connell, en Gente normal, la de Frances y Bobbi con el matrimonio entre Nick y Melissa en Conversaciones entre amigos o la de Ivan y Margaret en Intermezzo—. Rooney plasma estas relaciones sexuales de forma explícita, pero con sutileza, demostrando gran maestría en la forma de traducir los gestos y la intimidad en palabras. En sus novelas el sexo es torpe, es sexy, es real, pero aunque sus libros pudiesen catalogarse como literatura erótica, Rooney pretende ir más allá.
"Hay una parte de mí que nunca estará feliz sabiendo que solo estoy escribiendo entretenimiento, creando objetos estéticos decorativos en un momento de crisis histórica", dijo en una entrevista al Irish Independent. Marxista confesa y de orígenes humildes, la autora no evita meterse en charcos y hablar con franqueza sobre los temas que le preocupan: la clases sociales, las dinámicas de poder y los estragos del turbocapitalismo en las vidas cotidianas.
En sus libros, ambientados siempre en Irlanda donde actualmente reside, Rooney reflexiona sobre cómo las ciudades van cambiando, cómo el estatus social determina el futuro, cómo sería traer hijos a un mundo cada vez más inhóspito en el que el trabajo ha vampirizado nuestras relaciones sociales y cómo estas, a su vez, están siendo modificadas por las redes sociales. "Puedes salirte con la tuya poniendo muchas de tus opiniones en una novela", dejó claro una vez.
De ahí que sus alegatos políticos— acusados de tornar a lo reaccionario y lo conservador en Dónde estás, mundo bello— formen parte de las numerosas conversaciones que mantienen sus personajes. Algo que para sus detractores suponen simples peroratas intelectualoides sobre "problemas del primer mundo". Sin embargo, Rooney ha demostrado una posición férrea de sus valores. Por ejemplo, decidió no ceder los derechos de su antepenúltima novela a una editorial israelí en protesta por la política de apartheid en Palestina. Y no lo hará tampoco con los de Intermezzo.
Aunque Rooney no busca ser exactamente abanderada de ninguna causa —no se siente cómoda con la "prominencia cultural" que a menudo se le dota a los novelistas—, sí considera que dentro de la cultura se relega a las mujeres jóvenes a un rol puramente estético.
"No suelen ser figuras políticas, ni intelectuales públicas, ni críticas o comentaristas. Tal vez ese es el espacio en el que intento trabajar, y quizás no soy legible dentro de ese espacio. A veces siento que la gente quiere verme más como una especie de celebrity, porque esa es la forma en la que estamos acostumbrados a interpretar la imagen de una mujer joven", reflexionó la treintañera en una reciente entrevista con The New York Times.
La fama de celebrity, de la que también rehuye—tanto que, para la fiesta por el lanzamiento de Intermezzo, llena de actrices y gente del mundillo literario, la autora prefirió quedarse en casa—le vino dada por motivos extraliterarios. La adaptación a la televisión de Gente normal (2020) protagonizada por Paul Mescal y Daisy Edgar Jones —no es baladí considerar que sus ascendentes carreras despegaron con estos papeles—, le catapultó a un estrellato no deseado durante la pandemia.
Rooney ha confesado en numerosas ocasiones haberse sentido abrumada por el éxito que tuvo la serie, en la que ella misma participó como guionista. Después llegó Conversaciones entre amigos (2022), adaptación en la que la escritora no quiso contribuir y que, quizá por eso, no consiguió el reconocimiento que tuvo la anterior. A ella lo que le gusta es escribir novelas, no guiones, y ha anunciado que no va a aceptar ninguna oferta para adaptar su tercera novela a la televisión.
Tampoco le pidamos novelas rompedoras, trepidantes o repletas de asesinatos escabrosos. La irlandesa no tiene miedo en ahondar, una y otra vez, en los mismos temas. En lo relativo a su carrera, la autora aboga por el "decrecimiento personal" y no le parece nada tentador reinventarse. Como reflexiona en la mencionada entrevista con The New York Times, sus personajes podrían pasar de un libro a otro y encajarían perfectamente. En una sociedad en la que parece exigirse la novedad, el cambio, para no dejarse llevar jamás por el aburrimiento, Sally Rooney parece una revolucionaria.