Los recientes Juegos Paralímpicos han devuelto el protagonismo a deportistas cuyas trayectorias vitales, por contener relatos de superación personal, deberían ser más conocidas que las que suelen amenizar la anodina crónica social. Entre ellas, llama la atención la de Oksana Masters, que nació en Ucrania aunque compite bajo la bandera de los Estados Unidos porque fue adoptada cuando tenía 8 años.

Luciérnaga

Natalia Litvinova

Premio Lumen

Lumen, 2024

237 páginas. 19,90 €

Sin entrar en detalles sobre su azarosa circunstancia, la atleta perdió las dos piernas como consecuencia de la explosión de Chernóbil que tuvo lugar en abril de 1986, tres años antes de su nacimiento. Si esta historia es relevante ahora se debe a su relación con la que se cuenta en el reciente Premio Lumen de Novela, construida sobre el mismo trasfondo histórico.

Luciérnaga, escrita por Natalia Litvinova (Gómel, Bielorrusia, 1986), resulta singular, entre otros motivos, porque trata sobre el accidente nuclear ruso, cuya radiación resultó muy virulenta en las regiones más próximas –como demuestra el caso de Masters–, aunque de ella no se libraron amplias zonas de Europa.

Así se refleja desde su hermoso principio: “No quería nacer en otoño en un país radiactivo. Pero el médico me sacó a través de un corte realizado con bisturí, y con los pies toqué la tragedia, mientras que con las manos intentaba aferrarme a las entrañas de mi madre”.

A partir de ahí, Litvinova muestra las consecuencias del desastre cuando explica, por ejemplo, que la simple exposición de los cuerpos a las emisiones acumuladas en las aguas de un río puede causar leucemia y muerte. Así le sucedió a Dima, un pintor obsesionado con perfilar el cauce del Sozh. Sin llegar a tanto, la escritora también habla de aire contaminado, de frutas y verduras infectadas, y, sobre todo, del rechazo que durante años sufrieron quienes estuvieron expuestos a la radiación.

Desde el punto de vista del género, Luciérnaga es una novela fragmentaria, muy vinculada a la poesía y al cuento, y con un claro carácter autoficcional. En ella, además del suceso de Chernóbil, Litvinova se refiere a un tiempo anterior, el de la Unión Soviética (el miedo a Stalin, los trabajos duros o la difícil vida rural), protagonizado por su abuela y por su madre. Aunque la narración más vívida se centra en el tiempo que conoció desde la infancia (edad privilegiada en la obra), que coincide con el accidente nuclear y con la disolución de la antigua URSS.

La autora revela el desolador panorama social y económico que se palpaba en las calles, con los mercados desabastecidos, las colas kilométricas para conseguir cualquier cosa, la pobreza, los hombres ebrios de vodka como parte del paisanaje urbano o el ansia de conseguir productos importados, sobre todo los de origen americano.

En la última parte, el relato se traslada a la Argentina, país al que huye la familia de la narradora para prosperar, y en el que aprenderán que la realidad es cruel en cualquier parte. Allí empieza a escribir la historia, anotando recuerdos de sus primeros años en un cuaderno artesanal obra de una amiga.

Natalia Litvinova cuenta en Luciérnaga acontecimientos de su pasado y su presente, mientras retrata dos países y a varias generaciones de mujeres que luchan por sobrevivir en un mundo hostil especialmente para ellas. Lo hace desde el lirismo, con un fino sentido del humor y utilizando un estilo sencillo –en ocasiones cercano a lo naíf–, a veces triste y siempre conmovedor.