En julio de 1956 la aldea de Freixo, en La Coruña, se despertó con la noticia del asesinato de uno de sus vecinos, Jesús García Pita. El culpable era el sobrino de la víctima, Juan Franco García, que le asestó un golpe en la frente con una barra de metal tras una acalorada discusión relacionada con un dinero guardado en una maleta.
Tras un viaje de varias horas en un tren con asientos de madera y otro tramo en un coche alquilado, Margarita Landi llegó al pequeño pueblo de 15 casas caminando por el barro que le llegaba hasta las rodillas. Perseverante, paciente y sagaz, la periodista estrella del semanario El Caso consiguió llegar hasta el lugar para descubrir la motivación del crimen.
El nombre de Margarita Landi (1918-2004) nos lleva a pensar en crímenes y episodios macabros de la España de los años 60 y 70. Sus rigurosas y bien documentadas crónicas, escritas con un estilo novelesco, hay que entenderlas en el contexto de aquella España 'oficial' que quería transmitir el régimen franquista en contraposición con la España que reflejaba El Caso.
En aquel semanario, que rápidamente se popularizó en el morboso y timorato imaginario de la época, la cronista escribió centenares de artículos sobre robos, timos, suicidios y asesinatos. En este contexto, enseguida empezó a ser conocida como la reportera que vestía pantalones, conducía un deportivo, fumaba en pipa y era capaz de llegar antes que la policía a la escena del crimen.
En el año del 20.º aniversario de la muerte de la célebre periodista, Javier Velasco Oliaga y Maudy Ventosa publican El caso de Margarita Landi. La rubia del velo y la pistola (Alianza), una peculiar biografía que nos acerca a la azarosa, y en ocasiones trágica, vida de Landi, desvela aspectos íntimos de una andadura marcada por las renuncias y las desgracias al tiempo que reúne algunos de los casos más sonados que cubrió la mujer a la que apodaron como "la rubia del deportivo".
Serán muchos, también, los que no conozcan la historia de esta pionera del true crime que empezó su andadura en el periodismo por pura necesidad. "Después de la guerra civil su marido, Ángel Torres Tortajada, fue represaliado y se trasladaron a Cuenca. El marido cayó enfermo de tuberculosis cavernaria y necesitaban penicilina. Además, su hijo de cuatro años no podía estar cerca de su padre por el riesgo de contagio de modo que Margarita Landi decidió regresar a Madrid para conseguir un trabajo y dinero para comprar medicamentos", recuerda Javier Velasco.
De los crucigramas a la alta sociedad
A pesar de lo doloroso de esta experiencia, la determinación y la fortaleza de Landi fueron las piedras angulares que le ayudaron a recomponerse: habló con un tío periodista y consiguió una carta de recomendación pero como aquello no daba frutos, empezó a acudir a la Biblioteca Nacional con el objetivo de escribir artículos sobre diferentes temáticas que fue entregando en distintas redacciones a modo de carta de presentación. El primer empleo en un medio de comunicación no fue, quizá, el que cabía esperar: el diario Gran Mundo quería que elaborara sus crucigramas.
Sin embargo, no tardó en recibir otra llamada. En 1948 "Marichu de la Mora, relacionada con Falange, la Sección Femenina y Antonio Primo de Rivera, decidió contratarla para trabajar en la revista La Moda de España", recuerda Maudy Ventura.
En aquellas páginas cubrió la boda de Carmencita Franco y acudió a desayunos y puestas de largo. Aceptada en la alta sociedad, fue el robo de unas joyas en la casa del marqués de Manzanedo lo que le abrió nuevas puertas: Eugenio Suárez, fundador y director de El Caso, quedó impresionado con su crónica y decidió contratarla.
Empezó formándose en la Brigada de Investigación Criminal y, aunque en aquellos años las mujeres tenían prohibido trabajar en el cuerpo policial, allí "la recibieron cariño, creó lazos con los policías y la formaron". En la BIC aprendió rudimentos de técnicas forenses y a saber detectar un envenenamiento por arsénico en el pelo y los huesos. También obtuvo conocimientos para identificar al autor de un crimen por un cabello arrancado, una gota de sangre o un poco de saliva.
Durante esta época de aprendizaje conoció también a mucho pícaro y aprendió la jerga criminal, que le fue útil en más de una ocasión. "Durante dos años compaginó las crónicas de la alta sociedad durante el día con el aprendizaje en la brigada por las noches. Sus primeros pasos allí fueron con los trileros a los que detenían", cuenta Javier Velasco.
Margarita Landi acudía a los interrogatorios como aprendiz pero su capacidad de análisis, su agilidad mental y su facilidad con la palabra le llevaron a participar en ellos antes de publicar su primer artículo en El Caso en 1953. Ya estaba preparada para convertirse en periodista de investigación criminal.
Cronista de la España negra
Renunciando a su vida privada, durante dos años compaginó su faceta detectivesca, en la que destacó por su olfato para los detalles, con los eventos de la alta sociedad a los que acudía. Sin embargo, un asesinato en Málaga y un posible primer viaje la situó en la encrucijada de tener que elegir. Por supuesto, decidió quedarse en el lado oscuro para convertirse en la voz de la crónica negra de España.
Aunque dedicarse a los sucesos siendo mujer en aquella España no era lo habitual, le fue de ayuda en muchas ocasiones. Landi humanizaba tanto a las víctimas como a los criminales y su empatía y cercanía, tanto con la madre del asesinado como con la del criminal, unido al pañuelo que empezó a llevar en los velatorios, le permitieron obtener testimonios y confesiones que ningún otro periodista obtenía.
Su picardía y habilidad la convirtieron en una pieza clave en la resolución de algunos casos como el titulado Abrasó a su marido. En 1971 Ana García Fernández asesinó a su marido maltratador vertiendo sobre él agua hirviendo mientras dormía. En la entrevista con la periodista, la mujer confesó su crimen y la policía pudo detener y cerrar el caso.
Su buena relación con la policía no fue motivo para que Landi se situara del lado del poder. De hecho, "ella contaba las cosas tal y como las veía y cuando consideraba que una investigación estaba mal llevada, lo denunciaba", apunta Velasco. Uno de los casos que, para la reportera, estuvo mal instruido fue el llamado Crimen de Los Galindos en el que cinco personas fueron asesinadas en un cortijo de Sevilla en 1975, así como el Crimen del Ascensor de la Universidad de Valencia.
Una de las grandes motivaciones de "la dama del crimen" fue trabajar con las emociones humanas más primarias y llegar a conocer los motivos que llevaron a los detenidos a actuar como lo hicieron. No podía resistirse a una buena historia y si eso significaba coger el coche, con el que se dice que recorría cerca de 70.000 kilómetros anuales, lo hacía.
Lo que Landi perseguía era conocer todas las versiones de un mismo hecho y para ello puso el foco en los demás llegando a olvidarse de sí misma, creando una barrera y una imagen de mujer dura e independiente.
Del papel a la televisión
La cronista no solo rompió barreras en el periodismo de sucesos, sino que transformó el modo en que se cubrían los crímenes con un estilo directo sencillo, agudo e irónico. A cambio, renunció a su vida personal, que estuvo marcada por el sufrimiento y la soledad.
Con su deportivo negro llegaba incluso antes que la policía a la escena del crimen, en ocasiones porque eran los propios lectores de El Caso quienes la informaban de los sucesos. Tras varias décadas enfrentándose a los escenarios más tétricos y situándose ante la condición más salvaje del ser humano, Landi consiguió poner distancia entre su vida y su profesión. Al igual que un forense que disecciona un cadáver puede comerse un bocadillo de jamón a su lado, Landi bromeaba y conseguía olvidarse de las atrocidades de las que escribía.
Los tiempos cambiaron y para 1982 El Caso también lo había hecho. Margarita Landi dejó de sentirse preeminente en la redacción y eso le hizo cambiar el semanario en el que había trabajado durante 35 años por la revista Interviú. Allí escribió durante ocho años hasta que en 1991 dio el salto a RTVE, donde participó en programas como Código uno, en el que colaboró con Arturo Pérez-Reverte, La palmera y Así son las cosas.
También trabajó en Telemadrid, donde presentó el programa Mis crímenes favoritos. "Le gustó porque era más cercano y directo, y ella, que había cultivado esa forma de ser y esa imagen con el pelo rubio, la pipa y la pistola, resultaba atractiva para el televidente", confiesa Javier Velasco.
Durante muchos años, Landi viajó por toda España, cogió trenes, autobuses, se montó a lomos de una mula y caminó hasta llegar a los lugares más remotos de nuestra geografía acompañada de una pequeña pistola que le servía como protección. Libre, valiente y luchadora, a través de sus artículos conocemos la España negra real y si algo aprendió en las más de tres décadas dedicadas al periodismo de sucesos es que no siempre el muerto es el bueno y que, dependiendo de las circunstancias, todos podemos llegar a matar.