Retrato de Truman Capote en 1959. Foto: Roger Higgins

Retrato de Truman Capote en 1959. Foto: Roger Higgins

Letras

Truman Capote cumple 100 años: un escritor caníbal entre cisnes

Recorremos una vida excesiva en la que se cruzaron la vanidad y la obsesión por la escritura. "Soy drogadicto y homosexual. Soy un genio", se definía. 

30 septiembre, 2024 01:11

Truman Capote, un enorme talento narrativo, gustoso de llamar la atención, fue un niño desdichado en su infancia que prácticamente toda su vida deseó la protección y el cariño que no había tenido de un padre que se piró y una madre que miraba para otro lado.

Pero Truman –homosexual visible desde la adolescencia– resultó tremendamente esnob y deseoso tanto de fama literaria como de fama mundana, de alguna manera inseparables para él, aunque a veces no lo aceptara. Y además (con cierta coqueta picardía) era chismoso y maldiciente. Buscó referentes ilustres: "¿Qué es En busca del tiempo perdido, sino cotilleo? ¿Y Ana Karenina? Igual.”

Truman nació el 30 de septiembre de 1924 en la sureña Nueva Orleans, con el nombre de Truman Streckfus Persons. Pero de su padre biológico dejó de saber muy pronto, así es que su referente sería el segundo marido de su madre, un cubano de origen canario llamado José García Capote. De él tomaría su apellido definitivo, que legalizó: Truman Capote. Durante su infancia y primera adolescencia, sus cuidadores fueron sus abuelos, y enseguida le cayó el sambenito de "mariquita". No se quejaba, pero sufría.

Esnob y deseoso de fama literaria y mundana, era chismoso y maldiciente

Diría más tarde que no tenía nada de transexual, que nunca se sintió atrapado en un cuerpo que no le correspondía, "solo pensaba que las cosas me serían más fáciles siendo una chica". Pronto tuvo amigos escritores, como Carson McCullers, que lo adoptó como un hermano pequeño y le ayudó a ser admitido en Yaddo, la colonia para escritores y artistas en Saratoga Springs. Pero las desavenencias no tardaron en llegar, tras la graduación de Truman en 1943. Llegaría a decir de ella: "Es un auténtico demonio, pero la respeto".

Aunque tardó mucho en descubrirse póstuma y se editó en 2005, la primera novela de Truman –escrita en ese 1943, como el relato "Miriam", su debut real en una revista– fue Crucero de verano, que no es mala pero que jamás hubiese tenido el enorme impacto de su primera novela oficial, Otras voces, otros ámbitos, publicada en 1948. Detrás de esa novela notable y atrevida para el momento, está un profesor de literatura (a quien se la dedica), Newton Arvin, y otra amiga, Harper Lee, autora de Matar a un ruiseñor, y que fue modelo, un tanto marimacho, de un personaje de Otras voces

Naturalmente, la amistad no tardó en hundirse. Otros tempranos amigos fueron Gore Vidal y Tennessee Williams. Con Gore rompió enseguida y para siempre pero Tennessee –al que dedicó su último y notable libro de cuentos– fue un constante tira y afloja, en el que iba pudiendo más la amistad. Truman, para bien o mal, mencionaba a Tennessee con frecuencia y terminó diciendo que "era un artista y un genio al que, al final, se había tratado muy mal". Y era cierto. A este respecto es muy recomendable el documental de Lisa Immordino Vreeland, Truman & Tennessee: una conversación íntima.

La contraportada y más tarde una faja en Otras voces, otros ámbitos mostraba una foto sensual, decadente por el entorno y muy insinuante del joven Capote. Con críticas de todo tipo, pero en el fondo positivas (hasta llamarlo heredero de Baudelaire) la novela fue un gran best seller, donde junto a la calidad de la prosa se comentaba el descaro de aquel joven ambiguo que quería seducir. Truman llegaría a decir que la foto tuvo más éxito que la novela, que lo había consagrado.

Como otros escritores norteamericanos que habían tenido reciente éxito, en 1949 Capote hacía las maletas para irse a Europa y sobre todo a la aún muy tolerante Italia. Tanto Williams como Vidal buscaban placer, personajes y chicos, pero los gustos masculinos de Capote eran de hombres más mayores y, además, no olvidaba su fascinación por la mundanidad, que le fue llevando a conocer a la café-society europea.

Truman era un hombre culto, pero no un intelectual ni nada parecido, y así no debe llamar la atención cuando, en un crucero por las costas de Turquía –llenas de antiguas ciudades griegas– comentó que prefería quedarse en el barco, saboreando el dry martini…

En ese tiempo de vagabundeos europeos, Truman escribió libros de viaje u obras que hoy pueden considerarse menores, con la excepción de El arpa de hierba (1951), en que cuenta el fondo de su infancia solitaria y triste. Entre esos otros libros, muy brillantes dentro del posible tono menor, debemos recordar Se oyen las musas (1956), a veces recogido después en Los perros ladran (1973), que recopila sus muy diferentes historias viajeras.

A mediados de los 50, Capote empieza a hacer entrevistas, y una de las primeras es la de Marlon Brando, que era amigo. Brando, ya personaje difícil, se sincera y Truman lo contará todo en esa espléndida entrevista chismosa que es "El Duque en sus dominios", publicada en 1957. Cuando todas las entrevistas se reunieron en Retratos (Jane Bowles, Elizabeth Taylor, Cecil Beaton) se obtuvo un cuadro fascinante. ¿Pero quién dudaría ya de que Capote no era discreto?

En realidad, su segundo gran éxito literario llega con Desayuno en Tiffany’s (1958) historia chispeante de una chica divertida y fácil que es Holly Golightly, algo inspirada en la Sally Bowles de Isherwood en Adiós a Berlín. El éxito de la novela corta fue enorme y la llevó al cine Blake Edwards, interpretada por Audrey Hepburn. A Truman (con razón) no le gustó porque la gran y elegante Audrey no da el tipo de la locuela Holly. Truman hubiese preferido a su amiga Marilyn. La novela está dedicada a Jack Dunphy, el gran amor y compañero de Capote y quien, a la muerte de este, escribió un bello libro, Dear Genius, en 1987.

Pasaré por alto (se sabe bien) las dificultades, la crispación y el éxito final de su siguiente gran novela, A sangre fría (1966). Solo dos detalles, en esa historia real de criminales parece que Truman llegó a enamorarse de uno de los dos, Perry Smith, ejecutado en el mismo 65. Y hay una fiesta final. Acaso para desquitarse de años duros y de perturbaciones, Truman Capote, la noche del 28 de noviembre de 1966, organizó y pagó en el hotel Plaza de Nueva York "El baile en blanco y negro", fiesta a la que invitó a todos los famosos que conocía, y la mayoría fue.

Katherine Graham, uno de los “cisnes” de Capote, junto al escritor en la fiesta del Hotel Plaza (1966).

Katherine Graham, uno de los “cisnes” de Capote, junto al escritor en la fiesta del Hotel Plaza (1966).

Entre ellos, Sinatra, Henry Fonda, Lauren Bacall, Oscar de la Renta, Marella Agneli, Warhol, Mia Farrow, Greta Garbo, y esas mujeres sofisticadas, multimillonarias y elegantes que eran el gratin de la alta sociedad yanqui, y a quienes Capote llamaba sus "cisnes": Lee Razdwill (hermana de Jackie Kennedy), Katherine Graham y su favorita, Babe Paley, casada con un coleccionista de arte amigo de Dalí.

Estas estilizadas damas, que adoraban a su Truman, le retirarían el saludo cuando la revista Esquire publicó en 1975 dos capítulos –"Mojave" y "La Côte Basque"– de una novela en preparación titulada con una frase de Santa Teresa, Plegarias atendidas. El escándalo fue mayúsculo y Capote perdió a todos sus cisnes y a muchos otros célebres que lo agasajaban e invitaban.

Murió muy solo en casa de unos amigos en 1984, por "intoxicación por fármacos"

A partir de ahí (y con la excepción de un buen libro, Música para camaleones, 1980) todo fue decadencia para él, sus noches locas y drogadas en Studio-54, y lo que llamó "el cóctel Capote", barbitúricos con alcohol. Warhol y Tennessee Williams fueron sus últimos fieles.

Murió muy solo, en casa de unos amigos, la noche del 23 de agosto de 1984. Parte médico: "Intoxicación final por múltiples fármacos". Un hombre destruido y avejentado (no llegó a cumplir los 60 años) que había dicho poco antes: "Vivir con drogas y alcohol es insoportable, pero vivir sin drogas y alcohol es impensable". Plegarias atendidas se publicó en 1987, lejos de estar acabada.