Gioconda Belli (Managua, 1948) se ha servido de la ficción para hablar de su propia experiencia como exiliada en España en su nueva novela, Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral). La escritora nicaragüense comprendió en 2021 que no podría volver a su país natal durante un tiempo. El gobierno estaba deteniendo a personas que se mostraban críticas contra Daniel Ortega, que fue reelegido presidente en unas elecciones sospechosas. Ortega, que había sido compañero de la escritora en la lucha sandinista contra la dictadura somocista, le privó de su nacionalidad y la calificó de "traidora a la patria". 

Un silencio lleno de murmullos es la primera novela que publica Belli desde que está exiliada en España, país del que ha tomado la nacionalidad este mismo año. Transcurre, además, en Madrid, como ha apuntado la editora del sello que la custodia, Elena Ramírez, en la rueda de prensa que ha tenido lugar este miércoles en la Biblioteca Eugenio Trías de El Retiro, en la capital. Ramírez ha señalado, además, la vocación de la autora por señalar en esta obra "los prejuicios de la sociedad respecto a los roles femeninos". Y es que Belli coloca en primer plano la relación de Penélope con su madre, una antigua revolucionaria del Frente Sandinista.

Valeria acaba de fallecer y su hija aterriza en Madrid para solventar los asuntos relativos al deceso, pero la pandemia lo paraliza todo y Penélope se ve obligada a confinarse en casa de su madre. Semejante contratiempo catapulta la dimensión emocional de la novela, que funciona como "un trabajo arqueológico en el que se esconde un secreto familiar", ha explicado la propia autora. Como mujer, madre y revolucionaria, "también tuve mis dudas y mis momentos de culpa", reconoce. También, que "los hijos pagan las consecuencias, pero no tienen que ser tan dramáticas. El compromiso político tiene un aspecto más positivo".

En todo caso, lo que dramáticamente le interesa es que ese conflicto interior esté ligado a las dificultades que implica cualquier relación madre-hija. "Nuestra parte de mujer está velada por la función de cuidadora", asegura, y establece una de las dicotomías que plantea Un silencio lleno de murmullos: la responsabilidad y la pasión. Más allá del ímpetu revolucionario de la madre, la autora vuelve a reflexionar, a propósito de Penélope en la soledad del confinamiento, sobre la sexualidad femenina, que "a menudo se deja de lado, como si no existiera".

El deseo y la realidad es el otro binomio que funciona como fuerza gravitatoria en esta "novela psicológica", según la define Belli, "sobre cómo se procesa una inversión emocional en un sueño que no se realiza". Aunque "tamizada por la ficción", emprender esta obra "es una manera de hablar de algo importante: la desilusión en Latinoamérica", ha afirmado. Además, "para explicar la revolución del 2018", que fue reprimida brutalmente por el gobierno de Ortega —varios estudiantes fueron asesinados por la policía— y "no fue demasiado cubierta por los medios", protesta.

Las reprobaciones de la autora acerca de estos hechos precipitaron su exilio, "una constante en la vida de los intelectuales". Y es que no se puede ser intelectual si no es fiscalizando al poder, ha venido a decir. "La buena literatura sigue siendo revolucionaria, debe cumplir una función social", ha apostillado. 

Por más que sus aspiraciones degeneraran con los años en un gobierno totalitario, la nicaragüense se mantiene lejos del desengaño y ni siquiera reniega del "sueño revolucionario a corto plazo". Incluso "el exilio fue un ancla" para ella, que se tomó la novela como "un propósito que cumplir". En aquellos días, además, recuperó su biblioteca. "Cuando vi llegar a los libros, es que como si fuera volver a ver a mis amigos", ha relatado.

Su mensaje, en general, es optimista. "Confío en que van a cambiar las cosas", "Nada ha sido en vano", "No reniego de lo que he vivido", "Todo me ha enseñado" o "la memoria me incentiva" han sido algunas de sus consignas. Y "si uno cree que es demasiado pequeño para hacer algo, nunca ha sabido lo que es estar en la cama con un mosquito", ha bromeado.

Ahora bien, es muy consciente de que "el optimismo no va a impedir nada". "Estamos pasando una crisis bien seria que me hace pensar en cómo se sentiría la gente antes de la II Guerra Mundial", ha dicho. Respecto a las ideologías, considera que "se están reconvirtiendo, pero ahora lo hacen de una forma que no nos gusta". Para contener el embate, recurre al mito de Sísifo, pues "la condición humana tiene que ver con la capacidad de subir la padre que se nos cae. Es el sentido de la vida".