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El Nobel de Literatura concedido a Han Kang ha puesto el fenómeno bajo los focos, pero no es nuevo: cada vez más editoriales españolas engrosan sus catálogos con nombres de escritores surcoreanos. Entre ellos, auténticos superventas como el filósofo y ensayista Byung-Chul Han, autor de Vida contemplativa (Taurus) y El espíritu de la esperanza (Herder), o la dibujante Keum Suk Gendry-Kim, quien con los cómics Hierba o La espera (Reservoir Books) ha seducido al público español.

La lista es cada vez más larga y más ecléctica. Hwang Sok-yong —Mater 2-10 (Alianza)—, Bora Chung —Conejo maldito (Alpha Decay)—, Kim Hye-jin —Sobre mi hija (Las Afueras)—, o las más populares Won-pyung Sohn —Almendra o El impulso (Temas de Hoy)—, Cho Nam-joo —Kim Ji-young, nacida en 1982— y Hwang Bo-Reum, que con su novela Bienvenidos a la librería Hyunam-Dong (Planeta) ha vendido más de 300.000 ejemplares, son algunas de las autoras que nos dan ciertas pistas sobre esta tendencia que va en aumento.

A ello ha contribuido el auge de la cultura coreana en todas sus disciplinas como la música k-pop, el cine, aún con la oscarizada Parásitos en la retina, o series convertidas en auténticos fenómenos audiovisuales como El Juego del calamar (Netflix) o Pachinko (Apple). Pero también la inestimable labor de los pequeños sellos editoriales que han elegido apostar por el mercado asiático como Shiro o la argentina Hwarang, que desde hace tiempo también distribuye en España. A ella le debemos, en parte, el éxito actual de La vegetariana, que en nuestro país publicaron, primero, :Rata_ y, después, Random House.

El peso del apoyo institucional

“Hay toda una generación que ahora se está acercando a la literatura y que desde hace años ha crecido con la música y los productos audiovisuales coreanos”, explica a El Cultural Nicolás Cañete Dellamea, editor de Malas Tierras y desde hace poco más de un año de la reciente Shiro.

En su opinión, varios factores han sido determinantes en esta nueva ola coreana. “Por un lado, por supuesto, las acertadas propuestas de los traductores. Sin las iniciativas de Sunme Yoon y Deborah Smith —las traductoras al español y al inglés de la novela de Han Kang— es difícil pensar que la escritora hubiera obtenido el Booker y el Nobel. Pero es probable que estas propuestas no hubieran visto la luz sin el apoyo de las diferentes instituciones coreanas a su literatura y sin las ayudas a la traducción”.

Byung-Chul Han en la UIMP de Santander en 2022. Foto: UIMP/Juanma Serrano

Coincide en esto con él Álvaro Trigo, traductor del coreano desde hace siete años. “Cada vez hay más hispanohablantes con una formación especializada en lengua y cultura coreanas que llevan a cabo esta labor y no se puede obviar que esto ha sido en parte posible gracias a la inversión en cultura que han llevado a cabo las instituciones coreanas”, afirma. Licenciado en Filología y doctor en Lenguas Modernas por la Universidad de Salamanca, Trigo vivió varios años en el país asiático y estudió en el Instituto de Traducción Literaria de Corea. Entre sus trabajos destacan las traducciones al español de Porque odio Corea (Quaterni, 2020), de Chang Kang-myoung, La fortaleza helada (Quaterni, 2021), de Kim Hoon o Ya nadie escribe cartas, de Jang Eun-jin, publicado por Shiro este mismo año.

“Hasta ahora he disfrutado especialmente traduciendo obras como Nos sale bien pedir perdón de Lee Kiho, publicada por Hwarang, y Afuera es verano de Kim Aeran —lanzada por Godall Edicions en 2023 en nuestro país—. En el primer caso me interesó mucho el humor negro chocante presente en la novela y en el segundo la excelente prosa de su autora y lo emocionantes y duras que resultan sus historias”, comparte. 

Dinamismo y experimentación

Pero para entender este nuevo fenómeno, hay que tener en cuenta las circunstancias históricas del país. Relativamente aislada hasta finales de los años 80, “la literatura surcoreana del siglo XX estaba muy ligada a los acontecimientos históricos —la guerra civil sufrida entre 1950 y 1953, que fue un escenario de la Guerra Fría y que ha separado al país en dos hasta hoy— y a los traumas dejados por los mismos —señala Trigo—. Debido a ello, existía una tendencia a definir la literatura coreana como cruda o sombría”.

No obstante, “es en la década del 90 cuando empiezan a surgir las propuestas literarias que nos interesan, aquellas que anticipan los efectos que tendrá el crac económico de 1997 en la sociedad coreana”, matiza Cañete Dellamea que se refiere aquí fundamentalmente a Han Kang, Kim Young-ha —Quién sabe si mañana seguiremos aquí (Temas de hoy) o Tengo derecho a destruirme (Malas Tierras)— y Park Min-gyu —Aspirina (Malas Tierras)—.

Keum Suk Gendry-Kim. Foto cedida por la autora

“Son tres autores que aúnan la crítica social con cierto grado de experimentación formal. Quizá el mayor referente en este sentido es Park, que debutó con dos novelas en el año 2003. Sus relatos, que parten de un realismo que implosiona según avanza la narración, recuerdan a los libros de César Aira”, opina el editor. A Trigo, por su parte, “le da la impresión de que en los últimos años el canon literario se ha diversificado mucho y en parte se ha desprendido de esta mirada histórica, aunque se siguen produciendo excelentes obras enmarcadas en el realismo”.

Dentro de este dinamismo encontramos, por ejemplo, “novelas de corte distópico que especulan sobre los posibles futuros en las sociedades industrializadas a veces desde un punto de vista más realista y otras con tintes de ciencia ficción. Al mismo tiempo, otros géneros que antes estaban en un segundo plano frente a un canon dominado por la literatura realista ahora se están leyendo mucho más en Corea del Sur. En ese sentido podríamos hablar de thriller, ciencia ficción, fantasía o terror”. 

El mérito de los sellos independientes

Con todo, con el actual Nobel a Han Kang es esperable que el interés por la literatura surcoreana aumente. “Sin duda tendrá efectos positivos. Es innegable que atraerá a mucha gente y favorecerá todavía más las traducciones. Ahora bien, si los grandes grupos también actúan fagocitados por esta tendencia, nos lo podrían llegar a poner difícil a los pequeños sellos que desde hace tiempo estamos apostando por la literatura coreana”, teme Cañete Dellamea.

Razón no le falta al editor. En España, fue la extinta editorial :Rata_ la primera en descubrir las proezas de un texto como La vegetariana, mientras que gracias a la labor de sellos como Las Afueras o Alpha Decay hemos podido leer algunas de las joyas del país asiático como Sobre mi hija de Kim Hye-jin o el libro de relatos de Bora Chung, Conejo maldito, traducido, precisamente, por Trigo. De la mano de la propia Shiro, hemos descubierto a escritoras como Bae Suah, autora de La noche y el día de Ayami, una historia “con ecos lyncheanos protagonizada por una aspirante a actriz en una noche de calor asfixiante en Seúl”.

“Casi te diría que montamos el sello para poder publicarla. Bae Suah es una autora que había sido muy traducida a otras lenguas pero que extrañamente permanecía casi inédita en castellano”, comenta su editor sobre esta surcoreana que vive desde hace décadas en Alemania y es la traductora al coreano de autores como Jenny Erpenbeck, Kafka, Clarice Lispector, Pessoa o W. G. Sebald. 

 “Hasta ahora no muchos editores han querido apostar por la literatura coreana, que en mi opinión sigue poco representada con respecto a otras literaturas asiáticas, especialmente la japonesa, que cuenta con una larga trayectoria en nuestro país —analiza, por su parte, el traductor—. Recuerdo anécdotas de editores veteranos diciendo que les resultaba sumamente complicado recordar incluso los nombres de los autores coreanos. Espero que este premio sirva para que estos nombres no se vean como algo tan exótico y se convierta en algo más habitual hablar sobre esta tradición literaria”.

Lo cierto es que, poco a poco, Corea va abriéndose camino. Solo en el último año se han publicado títulos como Lo que sabe la señorita Kim (Alfaguara) de Cho Nam-joo, La turista, de Yun Ko-eun (Reservoir Books), Soy toda oídos, de Kim Hye-jin o el ensayo El espíritu de la esperanza (Herder), de Byung-Chul Han.

Eso sin contar con las novedades literarias que llegarán en los próximos meses como Mañana será otro día (Reservoir Books), de Keum Suk Gendry-Kim, lo último de la actual Premio Nobel, Imposible decir adiós (Alfaguara), o, ya de cara a 2025, Ballena, de Cheon Myeong-kwan (Shiro). Una efervescencia editorial que parece que va sumando editores (y lectores).