Merkel, la gigante que llegó del Este para ponerse al frente de Alemania y Europa
- 'Libertad', las memorias de la excanciller, muestra que estamos ante un caso irrepetible por su ejemplaridad ética en política.
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Si Konrad Adenauer, padre de la Alemania surgida en 1949 tras las II Guerra Mundial, y Max Weber, fundador de la sociología económica, levantaran la cabeza dirían al unísono “esta es mi chica” tras leer las memorias de Angela Merkel. Se trata de tres colosos alemanes perseguidos por dos palabras: libertad y responsabilidad. Durante su larga vida, el democristiano Adenauer (1876-1967) habló, escribió y gobernó en pos de la consecución de la utopía de la libertad: “El mayor bien del ser humano”, “Permite el desarrollo personal y económico”, “La ley suprema que compromete”…
Si la autobiografía de Angela Merkel (Hamburgo, 1954) incluyera un índice de palabras, las referencias al término libertad ocuparían varias páginas del libro publicado por RBA (no confundir con RDA). Desde la portada hasta el epílogo, la libertad se abre paso por el texto. “La verdadera libertad no tiene que ser únicamente en beneficio propio. La verdadera libertad no es por sí misma libertad de algo, de la dictadura y la injusticia, sino que se demuestra en la responsabilidad por algo: por el prójimo, por la comunidad, por la sociedad”, reclama la autora como broche final.
El discurrir de la vida de Angela se vio alterado por una decisión de su padre, con una hija de meses, solo explicable por pasajera enajenación de fe. El pastor luterano abandonó Hamburgo para irse de ‘misiones’ a la Alemania oriental (RDA), a 150 kilómetros de Berlín en dirección a la URSS. Un año antes, en 1953, había muerto Stalin. En la Alemania comunista había cierta libertad de culto.
Y para abortar, delatar o para profesar culto a Lenin. Angela tuvo una infancia feliz. Pronto se dio cuenta de que le faltaba el oxígeno de la libertad. En la Universidad Karl Marx, de Leipzig, donde se matriculó en Ciencias Físicas, era obligatorio seguir estudiando el materialismo dialéctico. También se exigía la delación de compañeros.
Hay varios detalles en la autobiografía muy cinematográficos. Tal era el ansia de vivir al otro lado del muro que cuando recibían un paquete de la familia de Hamburgo, exclamaban: “Huele a Occidente”. Si observaban las antenas, todas miraban hacia oriente, ninguna hacia la Alemania capitalista. En el choque del Mundial de 1974 entre Alemania Federal (RFA) y la RDA en casa fueron con el equipo del otro lado.
Efectivamente, como titula Merkel su primer capítulo, “No nací para ser canciller”. Sus 35 primeros años de vida en Alemania oriental los despacha en 100 páginas. A los 35 años siguientes, ya en el paraíso prohibido, dedica 700. El peso en hojas de dos vidas opuestas.
Una, en la época oscura en la RDA. La otra, en su gran etapa libre y luminosa tras la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, con una carrera meteórica: en 1990, diputada del Bundestag; en 1991, ministra de la Mujer, con el canciller democristiano Helmut Kohl; en 1994, ministra de Medio Ambiente; en 1999, líder del gran partido de centro derecha alemán; en 2005, canciller –“soy la primera mujer canciller en la historia”, dice ufana; y repite en 2009, 2013 y 2017.
Cuando fue canciller mantuvo como portavoz adjunto a un cesante del gobierno socialdemócrata
Las memorias de Angela Merkel son nutrientes para el espíritu ciudadano y ejemplares para el ejercicio de la política (especialmente si el lector es español y compara). Citábamos al principio a Max Weber (1864-1920), que murió de gripe española al parecer, autor de La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Para Weber, el espíritu del capitalismo no es metafísico, representa el trabajo duro y la responsabilidad.
Merkel desarrolló como canciller una actividad desaforada. También como ministra de la Mujer y luego de Medio Ambiente, donde dimitió por responsabilidad política al conocerse que el transporte de material radiactivo carecía de garantías suficientes. ¿Dimitir por responsabilidad política? ¡O tempora o mores! Ya nadie dimite. Esta lectura nos redirige a realidades como la española.
También en las mayorías para gobernar. Fue canciller en 2005, en 2013 y en 2017, gracias a gobiernos de coalición con su opositor, el SPD de Gerhard Schröeder. En 2009 pactó con los liberales del FDP. En total, 16 años. Cuando fue canciller por primera vez mantuvo como portavoz adjunto a un cesante del gobierno socialdemócrata de Schröeder. ¡Como Sánchez con Feijoo! Señores líderes, lean estas memorias y aprendan.
Otro ejemplo aleccionador sucedió en 2005. La flamante canciller se reunió con su familia en su despacho oficial para ser felicitada. Allí no estaba su marido, Joachim Sauer, científico como ella. Lo cuenta así: “Joachim no se encontraba entre ellos, pues para él era importante dejar claro desde el principio que también en el futuro seguiría con su propio camino”. ¿Sucedería lo mismo con Ayuso presidenta? Toda una declaración de principios de separación de actividades en el poder, útil para el Reichstag e inútil en Moncloa.
No estamos en el mundo, somos el mundo. Esta posición platónica ante la vida, aprendida de la mano de su madre, profesora de Latín, y la frase de Gorbachov, “la vida castiga a los que llegan demasiado tarde”, son motores en la toma de decisiones de Merkel, a veces con un alto coste de votos. Hay tres momentos críticos para la canciller, muy bien explicados por la protagonista:
1) La crisis mundial de 2008 que zarandeó a Europa. La estadista Merkel sostuvo el euro, tirando de la caja alemana aun a costa de renunciar por primera vez a su soberanía económica.
2) La llegada masiva de migrantes, con miles de peticiones de asilo entre 2012 y 2015. “Desató una tormenta de indignación contra mí”. “Me persiguió hasta el final”. La creyente luterana se compadeció y no cedió. “El artículo 1 de nuestra Constitución establece que la dignidad humana es intangible, independientemente de donde viene […]. Alemania es fuerte. Lo lograremos”. La CDU perdió decenas de miles votos por la actitud de la canciller a favor del asilo político a sirios, ucranianos, afganos y más miserables. Y renació la extrema derecha (AfG).
3) La amenaza de Putin. Berlín está a 1.837 kilómetros de Moscú, a tiro de misil. Rusia posee otro ‘arsenal’. Tiene agarrada a Alemania por sus partes energéticas (gas y petróleo) y por los Mercedes que le compra. El derribo de un avión con 298 muertos, con cuatro alemanes, debido a un misil prorruso ucraniano, hizo saltar chispas entre Putin y Merkel. “Sería un error infravalorar a Putin. Que Rusia no gane esta guerra interesa a Ucrania y a nosotros”. Hay que armarse, concluye la excanciller, con más miedo al cruel personaje que a su perro.
Merkel cita las memorias de Curie y de Beauvoir. Todas las memorias son como el aria de Eugenio Oneguin, cuando Lenski se pregunta “adónde, adónde os habéis ido” (los días de la vida). Eso mismo pensó Merkel cuando en junio de 2023 empezó a pergeñar el relato de sus 5.838 días de gran poder.
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