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André Aciman (Alejandría, 1951) es conocido por el gran público por una novela de ficción, Call Me by Your Name, cuya adaptación a la gran pantalla, a cargo de Luca Guadagnino, fue un éxito de taquilla y de crítica. No obstante, en su obra abundan las referencias memorialísticas, como en el caso de Lejos de Egipto, libro en el que consigna episodios de su infancia y su adolescencia. En Mi año romano, libro recién publicado por Alfaguara, el autor se detiene exclusivamente en su experiencia en la ciudad del Tíber.

"Había escrito muchos ensayos sobre Roma, pero nunca había escrito sobre la pobreza porque me daba vergüenza", confiesa el autor. En los años 60, la capital italiana no era el lugar esplendoroso que ahora arraiga en nuestro imaginario. Los peregrinos de entonces eran a menudo familias de refugiados como la de Aciman, que tuvieron que marcharse de Egipto durante la dictadura de Gamal Abdel Nasser. Vivieron en un piso subarrendado por su tío abuelo Claude. Años atrás había sido un antiguo burdel, lo que nos da la medida del paraje.

Aciman recuerda en este libro la fascinación que sintió en los primeros días al verse delante del Coliseo, pero también el estupor ante la gente de Roma, que, lejos de mostrarse hospitalaria, les despachaban con incomprensible irascibilidad. "No sabíamos cómo empezar a odiar una ciudad que no nos acogía", leemos. El autor se encuentra de promoción en Madrid y este jueves, a partir de las 19 horas en la Biblioteca del Ateneo, participa en una conversación con Beatriz Serrano, última finalista del Premio Planeta, en el Festival Leer Juntos.

Pregunta. ¿Por qué decide ahora contar su experiencia adolescente en Roma? ¿La crisis migratoria actual le ha motivado la escritura?

Respuesta. En realidad, no hay ninguna razón para escribir este libro a la luz de esta crisis. Lo que sí hay es una relación entre lo que yo sufrí como refugiado y lo que las personas ahora sufren. Entiendo lo que significa perder tu casa, tu entorno, tu medio de vida, tu definición de quién eres frente al mundo. Eso se pierde y a veces vuelve, pero otras muchas veces no. Escribí el libro porque quería hablar de lo que significa la pobreza a través de mi experiencia en Roma. Quería indagar en esto porque era nuevo para mí, nunca había sido pobre y de repente lo era.

P. ¿Cómo de determinante fue su llegada a Roma para su formación cultural?

R. Europa estaba atravesando una gran transformación y yo quería formar parte de ella. Leía todo lo que estuviese a mi alcance en ese momento. Era un hombre joven, pero tenía muchas ganas de entender lo que estaba pasando a través del cine, de la música… Yo venía de un sitio esencialmente retrógrado, Egipto, que no había avanzado desde la Segunda Guerra Mundial. No había habido progreso a nivel cultural ni intelectual. De repente estaba en Europa y eso marcó la diferencia.

»No es que yo fuese un fósil, pero me interesaba mucho lo clásico, lo que perdurase en el tiempo, y esa ha sido la definición de cómo escribo. Intento hacerlo de una forma que culturalmente sea indefinible, porque pertenece al siglo XIX, al XX y también al XXI.

"Había escrito muchos ensayos sobre Roma, pero nunca había escrito sobre la pobreza porque me daba vergüenza"

P. En aquella reunión en casa de la familia Ancona, donde se decidía su escolarización, el valor de las Humanidades ya se ponía en entredicho. Pero ¿cuándo diría que ha gozado de mayor prestigio social, entonces o ahora?

R. Es totalmente irrelevante para la mayoría, se ignora. En aquella situación hubo una discusión en torno al idioma, a la idea de ir a Estados Unidos. Lo que sucedió allí fue muy importante para mí porque mi familia decidió que no me iba a quedar en Italia. Estaba claro que la trayectoria de nuestras vidas iba a acontecer en Estados Unidos.

P. Cuando llegó a Roma, ya había turistas en la ciudad. Usted será muy consciente del modo en que el turismo ha transformado la sociedad y ha desvirtuado las ciudades. ¿Es reversible?

R. Creo que no va a volver a ser lo que era. Los turistas de ahora solo buscan la foto y seguir adelante, no tienen ese sentido de la historia. Precisamente en Roma estás invadido por la historia, no hay una sola piedra que no hable de historia. Pero muy pocas personas tienen paciencia para esto. Mi Roma, la de mi adolescencia, es totalmente distinta, esa es de la que yo escribo para recuperar algo que creo que se me perdió allí. Resulta que cuando escribo sobre ella, todo el mundo que me dice: "Esta es mi Roma también".

P. Tras el golpe de estado contra Morsi en 2013, la esperanza de la Primavera Árabe se desvaneció. ¿Cómo se estimula a un pueblo tras un desengaño así, cuando la revolución ha fracasado?

R. Aunque es irónico, la revolución cambió muy poco. En realidad, nada ha cambiado. Una dictadura seguida de otra dictadura. El-Sisi es tan dictador como todos los anteriores. Aquellos que están en contra del gobierno están en la cárcel y aquellos que son inteligentes no van a decir lo que piensan. No hay espíritu de tolerancia entre los gobiernos. Esto sucede también en Estados Unidos hoy. No veo que podamos ser optimistas.

"Entiendo lo que significa perder tu casa, tu entorno, tu medio de vida, tu definición de quién eres frente al mundo"

P. ¿Hasta qué punto cree que Trump es una amenaza para Europa y para Occidente?

R. Es demasiado pronto para decir nada, pero las noticias son muy negativas para Europa. Y para Estados Unidos también. Realmente no entiendo qué está pasando, no veo qué programa quiere llevar, solo veo hostilidad hacia cualquier cosa que parezca democrática.

P. Nació en Alejandría, vivió en Italia y luego en Estados Unidos. Ha conocido la máxima expresión de Occidente, pero sus orígenes son mediterráneos. ¿Qué le parece España?

R. Me gusta mucho España y el Mediterráneo, es el único agua que me gusta, odio el Atlántico, no me gusta el Pacífico, es demasiado frío, es enorme, no lo entiendo. Y me encanta Europa. ¿Si podría vivir en Europa? No lo sé. Lo máximo que he vivido en Europa desde entonces ha sido un mes y medio, y quería volver a Nueva York.

P. Las sensaciones registradas en el libro resultan muy vívidas. ¿Realmente las recuerda con tanta nitidez o ha echado mano de la ficción para vestir la historia?

R. Los episodios son reales, pero no puedo recordar lo que alguien dijo exactamente, así que intento capturar el espíritu de la mejor forma posible. También creo que en el género de las memorias es mejor cuando utilizas convenciones de la ficción. No se trata de inventarte nada, pero sí contar una historia de una manera ficcional.

P. ¿En su país está tan cuestionado el género de la autoficción?

R. Bueno, la autoficción es escribir ficción sobre ti mismo, mientras que unas memorias son más cercanas a una autobiografía. Estás escribiendo sobre sucesos que realmente ocurrieron, pero no puedes contarlo de una forma distante. Te tienes que acercar a los personajes lo máximo que puedas sin falsificar lo que sucedió. La autoficción es ficción, yo no hago autoficción.

P. Buena parte de su obra es confesional. ¿Ambiciona lograr una colección similar a la que reunió Proust en En busca del tiempo perdido?

R. No [risas]. Proust realmente no escribió sus memorias: inventaba y cambiaba un montón de cosas. Por ejemplo, eliminó a su hermano, Robert Proust. Él no escribía memorias, hacía una novela basada en su vida. Yo no he cambiado lo que sucedió, sino que he seleccionado los elementos que generaban una narrativa coherente. Podemos decir que de la habitación que es mi vida he sacado ciertos muebles que no son relevantes, pero no he metido otros que no existen.

P. Y además del despertar cultural que supuso su estancia en Roma, ¿qué enseñanza vital se llevó consigo para siempre?

R. Nunca tengo una misión cuando escribo historias. La idea era escribir sobre mi vida, cómo llegué de manera inocente, casi siendo un niño, y cómo me convertí casi en un adulto cuando me fui a Estados Unidos. ¿Qué significa ser adulto? No lo sé, sigo intentando averiguarlo.