Esferas, I / Critica de la razón cínica
Peter Sloterdijk
1 mayo, 2003 02:00Peter Sloterdijk. Foto: M.R.
La publicación en 1983 de Crítica de la razón cínica, cuya versión española acaba de reeditar con excelente criterio Siruela, hizo famoso a su autor de un día para otro.Pero no hay éxito inocente y el de Sloterdijk tiene sus razones. Habría, en principio, una cuestión de estilo, de tono. Que es mucho más que eso. Lejos de las rígidas convenciones de la filosofía académica, Sloterdijk procedía en su primer gran libro a enfrentarse a su conturbado tiempo -el nuestro- con otras armas y otros fines: las de una escritura vivaz, consciente de su secreta afinidad con una soterrada musicalidad íntima, deudora de la "gran" retórica clásica y cerrada a toda rígida separación entre lo filosófico y lo literario. Las armas de un fenomenonólogo agudo, atento y perspicaz, que optaba por pensar el presente. Por elaborar una "ontología de nosotros mismos". Algo sobre cuya proximidad al modo francés de hacer no habrá que insistir demasiado.
Está, por otra parte, la fuerte capacidad de interpelación de su aventura intelectual, de esa "ontología de nosotros mismos" que es su vasta confrontación con "lo que ha sucedido en el siglo XX", con "todas esas catástrofes que ha causado la razón teleológica", con el nefasto "sueño ilustrado de condicionar la historia mediante la planificación política", con todos esos rasgos epocales cuya mejor glosa sería para Sloterdijk el famoso cuadro de Goya El sueño de la razón engendra monstruos. Y, a la vez, su independencia radical a la hora de hacer suyas propuestas de pensadores incómodos y no siempre afines entre sí: Nietzsche y Heidegger, pero también Adorno.
Lo cierto es que Crítica... puede leerse como una actualización tan apasionada como provocadora de la vieja Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer. No son ya el nihilismo en ascenso, la conversión de la razón en un nuevo mito o el inclemente dominio de la razón instrumental lo que Sloterdijk describe y denuncia con una prolijidad y un afán de exhaustividad acaso excesivos, sino el cinismo difuso de nuestras fatigadas sociedades. Ese "nuevo cinismo" que actúa "con una negatividad madura que apenas proporciona esperanza alguna, apenas a lo sumo un poco de ironía y de compasión". Un cinismo que Sloterdijk define como "falsa conciencia ilustrada": la que quienes sabemos que todo ha sido desenmascarado y no pasa nada, como sabemos que las cosas no son lo que parecen y sabemos también por qué, sin inmutarnos por ello.
Va de suyo que el salto a un discurso ético "comprometido", libre de las falacias y espejismos del humanismo "edificante" y fundado en una antropología filosófica de nuevo cuño, quedaba prefigurado ya, a pesar de ciertas apariencias, en la entraña a un tiempo crítica y ambigua, de este primer gran libro suyo. A partir de ahí Sloterdijk se ha limitado a cumplir -brillantemente, eso sí- el programa. Y lo ha hecho a lo largo de un camino salpicado de polémicAs a través de la biotécnica y de la antropotécnica, de la invitación a pensar el "paso del fatalismo de los nacimientos al nacimiento pocional y a la selección prenatal", a pensar, en fin, hasta el fondo y sin anteojeras, la producción misma de seres humanos. Un camino cuya estación última cabe cifrar precisamente en Esferas, esa gran trilogía cuya primer volumen aparece hoy, en traducción excelente, en nuestra lengua.
La antropología que Sloterdijk se proponía elaborar desde un principio como genuina filosofía primera de nuestro tiempo irrumpe ahora con gesto seguro a la manera de una "inmunología general". El hombre previene catástrofes y azares futuros, lucha por conferir seguridad a su vida, que lo es siempre en unos espacios vividos y vivenciados, en unas "esferas" entre las que nos movemos y entre las que no siempre hay armonía, sino crisis y conflictos. El volumen que hoy ve la luz se ocupa de las formas primordiales de la intimidad -como la de la "clausura en la madre"-, de las "burbujas", y de entre sus páginas surge la imagen fascinante del hombre como un ser-en-esferas, siendo ése su "existencial" básico, por decirlo con Heidegger. Y surge, además, en el marco de un despliegue de referencias éticas, estéticas, filosóficas, históricas y culturales en general de inusitada densidad. Un libro para ser leído a grandes sorbos lentos. Valdrá la pena.