Image: El oficio: un escritor, sus colegas...

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Ensayo

El oficio: un escritor, sus colegas...

Philip Roth

11 septiembre, 2003 02:00

Philip Roth

Trad. R. Buenaventura. Seix Barral, 2003. 211 págs, 17'50 e.

Shop Talk, el título original de este libro, que bien podríamos traducir castizamente como zoco de charlas o algo parecido, define a la perfección la parte central que lo constituye, un conjunto de seis conversaciones mantenidas por Philip Roth entre 1976 y 1990 con otros tantos escritores.

A ellas se suman un breve intercambio epistolar con Mary McCarthy, dos ensayos críticos sobre Malamud y Bellow, y un comentario sobre los cuadros de Philip Guston. Cierto es que estamos ante un escritor en diálogo con sus colegas y sus obras, pero la línea de fuerza que da unidad a este libro es la fascinante relación del pueblo judío con la literatura, las lenguas, la realidad y la Historia. El autor pertenece a lo que Updike gusta denominar "escritores hebreos metropolitanos" de la literatura norteamericana, junto a los ya citados Bellow y Malamud, a Mailer o a H.Roth, deudores de uno de los entrevistados aquí: el premio Nobel Isaac B. Singer.

El encuentro entre ambos trascurrió en Manhatan, y versó sobre otro escritor judío, Bruno Schulz. Singer, escritor en yiddish, asfixiado por la presión del nazismo, a final de los 30 emigró a EE. UU., donde influyó en sus colegas que novelarían en inglés, mientras que Schulz, que escribía en polaco en la estela de Kafka, fue asesinado en 1942 por los alemanes en su localidad natal. Con sólo estos tres nombres de escritores judíos -Kafka, Schulz, Singer- se nos revela ya una tupida trama de relaciones sociolingöísticas que Roth se preocupa en destacar. El desarraigo del primero de ellos se manifiesta en el hecho de que escriba en alemán donde se habla checo. Singer, optando por el yiddish en Polonia, era consciente del prejuicio diglósico por el que su obra era menospreciada frente a la escrita en polaco, que Schulz había hecho suya sólo porque su familia estaba ya asimilada.

Por su parte, Primo Levi, superviviente de Auschwitz, escritor en italiano y fabricante de pinturas como Svevo, pertenece a una familia sefardita que emigró en 1500 al Piamonte, donde los judíos crearon una jerga propia sobre la base del hebreo y el dialecto local, fórmula semejante a la del yiddish en Centroeuropa. El caso de Aarón Appelfeld resulta, igualmente, extraordinario. Huido de un campo de concentración, llega a Israel en 1946. Su lengua materna había sido el alemán, con los abuelos hablaba en yiddish y con los niños de Bikovina en rutenio, aunque la escuela era rumana. Cuando en 1944 los rusos lo liberaron tuvo que cambiar una vez más de idioma, y se hace escritor en hebreo.

La influencia de Kafka, igualmente asumida por Appelfeld, llega hasta Ivan Klíma, otro deportado al campo de Terezin, superviviente del Holocausto y escritor en checo, resistente contra el comunismo mediante la práctica de un apasionante modo de difundir la literatura, la llamada (en ruso) samizdat, la autoedición en copias mecanografiadas que creó una comunidad singular de autores y lectores en la Checoslovaquia posterior a la guerra civil.

Finalmente, la presencia de Milan Kundera tiene sentido por su condición de escritor exiliado e incluso repudiado por ello en su propio país. La entrevista que mantiene con Roth da entrada a temas literarios generales, como también ocurre, en especial con el del feminismo, en las páginas dedicadas a Edna O'Brien. Sobre la charla con esta escritora irlandesa, trasterrada como Beckett y Joyce, planea la sombra del amigo dublinés de Svevo, que puso en el centro de su epopeya contemporánea a un judío, Leopold Bloom, transformado por Bellow en el protagonista de su novela Herzog.