Dibujando la tormenta. Faulkner, Borges, Stendhal...
Pedro Sorela
26 octubre, 2006 02:00Adelanto que en lo paradójico de Dibujando la tormenta reside parte de su atractivo e indudable valor. Porque Sorela confiesa que decidió escribirla cuando detectó entre los alumnos de redacción en la Universidad de Madrid un total desconocimiento de Stendhal. El desconcierto que tal noticia le produjo avivó en él la percepción de la "ignorancia masiva creada por el humor bárbaro (y cómplice) de la posmodernidad". Paradójicamente otra vez, el lugar que Sorela ha preparado es un texto de casi medio millar de páginas. Y para ello no se le caen los anillos en adoptar una postura adámica: comenzar hablando de los escritores que más le gustan para resumir sus vidas con la misma facundia narrativa que apreciamos en sus propias novelas, por ejemplo en Ya verás.
Sobre esta predominante atención biográfica no dejan de proyectarse algunos argumentos más abiertamente críticos. A Sorela le seduce especialmente un doble logro. Por una parte, lo que aquel lema husserliano resumía en la frase "a las cosas mismas", es decir, la búsqueda de lo esencial humano; y el manejo de un idioma terso como el que Coleridge demandaba a la poesía: las mejores palabras en el orden mejor. Todo ello lo encuentra cumplidamente en los cuatro primeros autores por él glosados. En cuanto a su especialmente admirado Saint-Exupéry, además de lo dicho está "la indisoluble fusión en él entre escritura y acción" (pág. 447). Algo de ese maridaje hay en Dibujando la tormenta: su autor quiere actuar contra la banalización posmoderna de lo literario invocando cinco modelos de fortaleza creativa, y lo hace mediante una escritura apasionada, brillante, a veces reiterativa. En el fragor del envite se deslizan algunos errores, como cuando en la pág. 170 se atribuye a un personaje que no lo es tal sino una batalla (Agincourt) la expresión "we happy few", que corresponde a la hermosísima arenga del día de San Crispín puesta en boca del rey Harry por Shakespeare en Henry V.