La mujer olvidada. Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino
Isaías Lafuente
26 octubre, 2006 02:00Asistencia masiva a las urnas en 1934. Las mujeres ya podían votar
Se cumplen ahora 75 años del debate parlamentario y posterior aprobación del derecho al voto de las mujeres en España. Fue en las Cortes republicanas entre septiembre y diciembre de 1931. En las encrespadas disputas que tuvieron lugar entonces, una mujer adquirió una excepcional relevancia como tenaz defensora de la igualdad femenina, frente a la desconfianza mordaz (bromas machistas incluidas) del resto de la Cámara, abrumadoramente masculina, e incluso frente a la incomprensión de sus correligionarios del Partido Radical: se trataba de la abogada Clara Campoamor, a quien Isaías Lafuente, llama en este libro "la mujer olvidada".Y no le falta razón para ello, porque Campoamor no llega siquiera a ocupar una modesta nota a pie de página en nuestra hemipléjica memoria histórica. Quizás porque es un personaje incómodo, que no se deja encasillar. Ella misma en su tiempo tampoco halló una ubicación satisfactoria, demasiado avanzada para los conservadores pero no resueltamente revolucionaria para los de enfrente. Paradójicamente, su trayectoria en el sufragio femenino resulta hoy día mucho más coherente que la de muchos progresistas y socialistas de aquel momento, empezando por su opositora Victoria Kent, temerosa como tantos otros de que la participación política de la mujer (dominada por las "consignas del confesonario") significara el fin de las esperanzas republicanas.
La trayectoria de Campoamor fue una navegación contracorriente impulsada por su rebeldía ante el papel que aquella sociedad reservaba a las féminas. De orígenes modestos, obligada en su juventud a un duro pluriempleo, se empeñó en culminar una carrera universitaria. Consiguió ser así una de las primeras mujeres en abrir bufete de abogados en nuestro país. Desde ese puesto, dedicó todas sus energías al reconocimiento de los derechos de las mujeres. Cuando ese ámbito se le quedó pequeño, dio el salto a la política.
No estamos ante un libro de historia ni una novela, ni siquiera ante un ensayo, sino más bien ante una mezcla de todos esos géneros. Lafuente trata de ponerse en la piel del personaje que, ya en el crepúsculo del camino, en el exilio de Lausana, rememora su vida y particularmente aquel momento histórico del último cuatrimestre de 1931. Para lograr ese fin de dibujar una mujer de carne y hueso, hecha a sí misma, feminista, pero también cansada o decepcionada, el autor recurre a medios algo heterodoxos como la invención de personajes secundarios o la introducción de diálogos, que resultan por lo general algo forzados. Pero el resultado es plausible porque, junto a esas licencias, Lafuente ha tenido buen cuidado de atenerse a la documentación histórica, en especial las actas de las sesiones de Cortes.
Hay cuestiones que quedan en el aire como, por ejemplo, el mismo hecho de la aprobación final del sufragio femenino cuando tan amplia y contumaz era la oposición masculina. Tampoco aparece clara la deriva política de Campoamor, desde el abandono del partido de Lerroux al veto a su ingreso en Izquierda Republicana. Pero, en fin, también puede alegarse que aclarar esos extremos no entra dentro de los propósitos de Lafuente, que se ha limitado a reivindicar el papel de una gran mujer en un momento decisivo de nuestra historia. Un momento, no tan lejano, en el que sucedían hechos como la presentación de una enmienda parlamentaria que, ante el inevitable sufragio femenino, pretendía establecer el voto de la mujer... ¡a partir de los 45 años!
La mujer y el voto en los libros
La bibliografía actualizada sobre el derecho al voto de las mujeres en España no es abundante: Miradas de mujer: 75 aniversario del voto femenino en España (Fundación Almonte, 2006); La presencia de la mujer en la vida política y parlamentaria española, de Fernando García Mercadal (IEA, 2005) y la futura reedición en noviembre de El voto femenino y yo: mi pecado mortal (Horas y Horas, 2006), de Clara Campoamor, del que ya existía una edición del Instituto Andaluz de la Mujer (2001), y otra de Lasal (1981). Escrito y publicado en mayo de 1935, en él Campoamor comenta sus luchas parlamentarias.