Hitler y Franco en Hendaya. Foto: Archivo

Moreno Juliá nos sorprendió hace algunos años con una extraordinaria investigación sobre la División Azul (Crítica, 2004). Se apreciaba en ella un magnífico conocimiento de la época, con gran despliegue bibliográfico y un exhaustivo rastreo de archivos nacionales y extranjeros. Aquel estudio era -y sigue siendo- el mejor libro disponible sobre dicho episodio. Ahora, con las mismas armas -la minuciosidad y un impecable dominio de las fuentes- traza un panorama pormenorizado de las relaciones hispano-alemanas entre 1936 y 1945.

Empieza con un testimonio de Christa Schroeder, secretaria de Hitler: "Cada vez que Hitler me hablaba de Franco, tenía la impresión de que sentía una profunda decepción ante la ingratitud que el Caudillo había manifestado a su respecto. Ese resentimiento se agudizó especialmente después de la entrevista de Hendaya". El Föhrer -continúa diciendo su secretaria- "confesaba que el carácter indeciso y tortuoso de Franco había perjudicado gravemente a Alemania". Cuando España se decidió por la neutralidad, "la decepción de Hitler se transformó en desprecio". Esas manifestaciones resumen certeramente las relaciones entre los dos dictadores desde la perspectiva alemana. De hecho, coinciden con lo que el propio Hitler expresaba a fines de 1940 en una carta a Mussolini: "Estoy muy triste por esta decisión de Franco [se refiere a la renuencia española], que no toma en consideración la ayuda que nosotros -usted, Duce, y yo- una vez le dimos cuando la necesitaba" (p. 188)

¿Cómo se veían las cosas desde el otro lado? Cuando terminó la guerra civil, se podían haber estrechado los lazos entre los dos países. Pero Alemania no podía liderar la reconstrucción y España necesitaba urgentemente de todo. Franco "buscó el apoyo financiero de las democracias", sobre todo de Gran Bretaña: "dada la crítica situación de la economía, la gratitud y proximidad ideológica no eran suficientes para unirse al Eje" (p. 95). Es verdad que la indecisión española estuvo a punto de desvanecerse por la fuerza de los hechos. Tras los vaivenes y negociaciones fallidas de los primeros años de guerra, hubo un momento (1941) en que el avance del Reich parecía imparable. En ese lapso los jerarcas del régimen español sintieron más fuerte que nunca la tentación de unirse al carro del aparente vencedor. Pero el paso definitivo no llegó a darse y muy pronto, en cambio, se tornó confuso el horizonte germano, primero con el crudo invierno ruso y luego, ya a finales de 1942, con tres circunstancias bélicas (El Alamein, Stalingrado y el desembarco anglosajón en el norte de áfrica) que supusieron la paralización del avance alemán.

Al concluir ese año decisivo, lo que moría era "la posibilidad de victoria del Eje en la guerra. Los años siguientes serían para Alemania lenta agonía hacia la rendición total" (p. 432). Siguiendo la precisión conceptual de Moreno, pasamos así de las "Expectativas de victoria. Segundo semestre de 1941" (cap. 3) al "Nerviosismo. 1942" (cap. 4) para llegar a la "Frustración. 1943" (cap. 5). Ante esa deriva no hace falta subrayar que España iba a ratificar su política de distanciamiento. Si no había entrado en guerra en el momento de apogeo alemán, no lo iba a hacer cuando las circunstancias eran ya claramente desfavorables. 1944 y 1945 fueron por ello muy difíciles para el entendimiento, con un régimen franquista cada vez más cercano a los intereses anglosajones. El pragmatismo, en fin, se impuso a las afinidades ideológicas.

Moreno ha escrito una obra densa y meticulosa, sin apenas emitir opiniones o juicios de valor, ciñéndose siempre a los hechos. Precisamente si algo se echa en falta -aparte de alguna llamativa ausencia en la extensa bibliografía, como los dos últimos libros de ángel Viñas- es que falte un capítulo de Conclusiones en el que el autor ofrezca una interpretación personal o valoración de conjunto de la tortuosa trayectoria de las relaciones hispano-germanas que se han ido desgranando en las apasionantes páginas anteriores.