Image: Daudet. Memorias (1857-1888)

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Ensayo

Daudet. Memorias (1857-1888)

Alphonse Daudet

31 enero, 2008 01:00

Alphonse Daudet

Trad. de H. Giner de los Ríos. Págiinas de Espuma, 2007 397 páginas, 24 euros

Aunque ninguno de los dos títulos de Alphonse Daudet aquí reunidos -Treinta años de París a través de mi vida y de mis libros (1887) y Recuerdos de un hombre de letras (1888)- se presenta explícitamente como unas Memorias, no parece que esta denominación genérica resulte inapropiada al conjunto. En todo caso, como decía nuestro "Clarín" en la cumplida reseña que dedicó al primero de ellos (reproducida al final de este volumen), el único argumento que podría aducirse contra el mérito de la obra es que no sea más que una "rapsodia de artículos sueltos". Pero lo que el crítico ovetense consideraba un "defecto" (el único, decía, de la obra reseñada), puede ser apreciado por el lector actual, más habituado a lo fragmentario y disperso, como un mérito indiscutible. Asombra, en efecto, la unidad de tono y estilo que presentan estos artículos, escritos en un intervalo de varios lustros, y cómo todos ellos, partiendo de pretextos absolutamente dispares, aportan al conjunto una nota peculiar, o inciden sobre un periodo distinto de la vida del autor, o se refieren a facetas de su trayectoria social, personal y literaria no tratadas en ninguna otra parte; con lo que el conjunto, en fin, se enriquece por la multiplicidad de abordajes y perspectivas, y depara al lector una imagen bastante clara de lo que fue la biografía "exterior", obra y circunstancia de un escritor que alcanzó en su día las más altas cotas del éxito literario, y que hoy ocupa, en general, un discreto segundo plano, a la sombra de otros coetáneos cuya fama no han hecho sino crecer desde entonces.

Este relativo oscurecimiento puede que esté justificado en el caso de su obra narrativa, que hoy se nos antoja un tanto ajada; impresión que, en ningún caso, puede aplicarse a estos textos entre confesionales y periodísticos, escritos con un nervio, una ligereza y una frescura todavía apreciables hoy. Muchos de los párrafos de estas recompuestas "memorias" ofrecen una textura absolutamente moderna, en su mezcla de detalle descriptivo y generalización atinada, de pinceladas certeras y agudísimas reflexiones. No hay en la prosa de Daudet ningún primor de estilo que no aparezca cargado de intención: la ironía, el desparpajo y la mundanidad se alternan sabiamente con la reflexión y la melancolía.

Pero no son sólo los méritos de la prosa de Daudet (y de su traductor, en este caso) los que hacen recomendable la lectura de este libro. A la modernidad de estilo hay que unir la de juicio. Daudet se nos presenta, en estos artículos, como un estricto contemporáneo nuestro. Hay en él una cierta novelería, algo provinciana, que le hace reparar en los aspectos más llamativos de la vida moderna en la gran ciudad. Su mirada se pasea con ecuanimidad por estaciones de tren, teatros y vestíbulos ministeriales; repara en los tipos característicos del literato, el estudiante y el arribista, y no pasa por alto las paradójicas manifestaciones de la modernidad.

Tampoco fue insensible a la coyuntura histórica en la que se vio inmerso. Moderado y ecuánime, mira con distanciamiento la pompa del Segundo Imperio (que le honró ), asiste al naufragio de éste frente a las tropas prusianas y contempla con una mezcla de horror y discernimiento el desarrollo y trágico fin del experimento revolucionario que supuso la Comuna de París. Vio cómo muchos liberales aceptaban el estado de cosas instaurado por Napoleón III, y cómo otros perdían el norte en un episodio revolucionario abocado al baño de sangre.

Tal vez le faltó, a diferencia del Flaubert de L’éducation sentimentale, la capacidad de apreciar la magnitud de las fuerzas en liza; tampoco exhibió el supremo sentido de la inadaptación que guió a Baudelaire. Pero su lúcida medianía, ponderada y sabia (y discreta: en absoluto se adivinan aquí, por ejemplo, las intimidades de alcoba de este promiscuo impenitente, que padeció la sífilis), constituye también un punto de vista interesante. Y, a la vista de la clase de "méritos" que algunos aducen para ganar la estima literaria, muy de agradecer.