Decir casi lo mismo. La traducción como experiencia
Umberto Eco
10 abril, 2008 02:00Umberto Eco. Foto: Pablo Viñas
El italiano Umberto Eco (Alessandria, 1932), famoso tras el éxito alcanzado por su novela debut El nombre de la rosa (1980), es considerado también uno de los intelectuales destacados del presente. En un momento histórico cuando reina la confusión ideológica, y el multiculturalismo fragmenta la vida socio-cultural, Eco mantiene una trayectoria de escritor dedicado a iluminar valores de necesaria aceptación universal (uniculturalismo). Por ejemplo, en sus libros de crítica y semiótica resalta la importancia de que toda investigación sea conducida limpia de prejuicios, mientras en sus ensayos, como A paso de cangrejo (2007), defiende el valor del comportamiento ético en política y la defensa de los derechos humanos. Aquí aborda un tema de enorme actualidad, la traducción, la brújula verbal necesaria para moverse por nuestra Babel global.Este tomo, apunto a modo de aclaración, reúne ensayos provenientes de su libro Experiences in Translation (2001), que recogía conferencias dictadas en Canadá, a las que se suman ahora otros trabajos inspirados en unas conferencias dadas en las universidades de Bologna y de Oxford, que también aparecen, en parte, recogidas parcialmente en un libro aún inédito en castellano, Mouse or Rat? Translation as Negotiation (2003). Hecha esta advertencia, añado que Decir casi lo mismo me parece un libro imprescindible.
El índice hace pensar que nos encontramos ante un sólido manual de teoría para traductores, lo que bien pudiera esperarse del sabio profesor. En cambio, nos hallamos con un volumen donde el oficio de traductor viene explicado a través de ejemplos prácticos. Para Eco la tarea de traductor, que ha efectuado en repetidas ocasiones (Los ejercicios de estilo de Queneau y la Sylvie de Nerval), debe comenzar con la adquisición de experiencia práctica. él mismo gusta de implicarse en la traducción de sus textos; sus traductores no resultan simplemente corresponsales con quienes consulta sólo las dudas puntuales, sino que colabora gustoso con ellos en la resolución de los problemas textuales, derivados del hecho de que las lenguas no son equivalentes.
Dos ejemplos utilizados por Eco parodian la posible creencia en las equivalencias. Uno es el de Babel Fish, la máquina de traducir del buscador de internet AltaVista. Cualquier usuario puede coger un texto, lo selecciona y copia en la casilla del traductor, luego elige la lengua a la que lo quiere verter, hace clic con el ratón y enseguida aparece el texto traducido. El resultado deja a menudo bastante que desear, pues la persona comprobará que la traducción no se ajusta al texto original. Es más, si uno coge el mismo texto, como hace Eco, y lo traduce sucesivamente a otras lenguas, y luego lo vuelve a verter al primero, el texto original quedará totalmente deformado. ¿Qué es lo que sucede? El traductor mecánico no entiende de contextos y traduce tomando las palabras de uso más frecuente, que no siempre resultan las apropiadas. Hoy en día, todas las entradas del buscador Goggle ofrecen la posibilidad de ser traducidas con un traductor parecido al citado. El segundo ejemplo basado en la expresión inglesa It rains cats and dogs, permite también parodiar su traducción literal: Llueve(n) gatos y perros. Forma extraña al castellano para decir que diluvia. Si quisiéramos utilizar una imagen cercana a la del inglés diríamos que llueve a cántaros.
Así la idea de Eco de la traducción la asemeja a un proceso de negociación, en que a veces la equivalencia exacta, la fidelidad al texto, choca con la excitante necesidad de trasladar al lector una experiencia, quizás con otras palabras. Por supuesto, hay que partir de un conocimiento preciso de las lenguas con las que se trabaja, sus sistemas internos, pues es la única manera de que el lector encuentre en el texto traducido casi lo que dice el texto original. La traducción, y quizás sea una de las premisas básicas del libro, no es una interpretación textual, sino un intento de decir lo que el autor dijo.
El capítulo ocho, dedicado a la traducción intersemiótica, el traslado de efectos visuales a palabras, me parece una lectura imprescindible, para una era en que la imagen quiere dominar a la palabra.