Nunca fue tan hermosa la basura
José Luis Pardo
3 septiembre, 2010 02:00José Luis Pardo. Foto: Manuel Barrios Casares
Una convicción similar parece animar el pensamiento y la escritura de José Luis Pardo (Madrid, 1955), premio Nacional de Ensayo y uno de nuestros filósofos más incisivos a la hora de tomarle el pulso al presente: la verdadera tarea crítica del intelectual, sobre todo en un mundo tan consciente de su condición efímera como el actual, donde nada más fácil que resolver la levedad de su ser en una entrega nihilista a la banalización de los contenidos y a su compulsiva sustitución por otros rellenos fugaces dentro de una incesante cadena de reciclado de productos, consiste en recordarnos cuanto de valioso hay en nuestras vidas, aun con toda su levedad y contingencia. A esa tarea, tan rara y difícil como necesaria, es a la que Pardo ha consagrado con brillantez su obra, depurando su estilo hasta aquilatar una de las prosas más eficaces del ensayismo español contemporáneo con títulos como La regla del juego. Sobre la dificultad de aprender filosofía (2004) o Esto no es música. Introducción al malestar de la cultura de masas (2007).
En esta ocasión, recogiendo en el título un verso de Juan Bonilla, Pardo recopila una serie de ensayos escritos entre 1994 y 2008, en los que el hilo conductor es el análisis de esa faceta dual y paradójica que asume la basura en nuestras sociedades. Pues si, por una parte, ésta se presenta como cifra de la carencia última de sentido y valor que se le asigna hoy en día a cualquier elemento de nuestro mundo, reducido a puro objeto de consumo reciclable, por otra parte es precisamente la basura la que metaforiza la existencia de unos incómodos sobrantes, que no acaban de encajar en un orden que quiere presentarse como perfecto y que por ello se convierten en indicadores de su falsedad y de sus faltas. De los lugares-basura en general y de algunos en particular (la universidad-basura o el carácter-basura, por ejemplo) tratan, pues, estos jugosos textos, en los que el pensador oficia de "productor de residuos no reciclables".
Así, frente a la sofística nostalgia de lugares puros, Pardo reivindica la belleza de esos espacios "contaminados" en los que transcurre la vida real de los hombres. Pero sobre todo pone su acento más personal en la denuncia del esteticismo generalizado de nuestras sociedades-espectáculo, que obtura por doquier el reconocimiento político de esta dignidad, neutraliza el compromiso ético e impide el acceso a una auténtica experiencia de la obra de arte. Pues el arte es por excelencia aquello que está fuera de lugar, aquello que nos saca de la asfixia de los localismos y nos abre a la experiencia de la libertad en la que respira lo propiamente humano. La comunidad a la que apela, la de quienes no tienen nada en común (sangre, raza, tierra, nación, Estado o cultura), dibuja una extraña concordia y alberga una intensa hermosura, si se sabe contemplar debidamente. Este espléndido libro de José Luis Pardo también nos enseña a mirar con los ojos adecuados a todo aquello que de veras merece preservarse.