Inundaciones en Bolivia en 2007 a causa de El Niño

Traducción de J. Barba y S. Jawerbaum. Gedisa, 2010. 347 páginas, 21'50 euros



Los secretos de nuestro turbulento pasado climático sólo se han empezado a desvelar en los últimos años. La salida de la última glaciación, la Edad del Hielo, ha dejado de verse en una escala de milenios, como una suave transición hacia un clima más benigno, al comprobar que, década a década, fue un periodo de extremos y rápidos vaivenes climáticos, durante los cuales la evolución de la temperatura podía sufrir marcados cambios de tendencia a corto plazo. Así por ejemplo, el registro de la acumulación de hielo en Groenlandia permite datar con precisión que entre el 12960 y el 12860 antes de hoy tuvo lugar un periodo frío y seco, las Dryas Recientes, que fue la antesala de las civilizaciones agrícolas de las que han surgido todas las actuales, gracias a una prolongada burbuja temporal de bonanza climática en la que seguimos viviendo. Con la agricultura nace la escritura y con la escritura, la historia. Un conocimiento más preciso del paleoclima nos ha desvelado hasta qué punto el clima ha sido uno de los grandes motores de la historia.



Brian Fagan (1936), profesor emérito de Antropología de la Universidad de California y veterano divulgador, ha dedicado diversos libros al análisis de los efectos climáticos sobre nuestro pasado. Los títulos de algunos libros anteriores son elocuentes: El largo verano, La pequeña edad del hielo, El gran calentamiento. En el que aquí nos ocupa, ha abordado el estudio de las consecuencias históricas de fenómenos climáticos tales como la conexión El Niño-Oscilación del Sur, los monzones y la Oscilación del Atlántico Norte.



En la primera de las tres partes en que se divide el libro se aborda la descripción de tales fenómenos, en la segunda se analizan las consecuencias históricas de los antiguos advenimientos de El Niño y en la tercera, las incidencias climáticas más recientes, a partir de la catástrofe de 1877-1878. De los fenómenos climáticos aludidos, el más enigmático y complejo tal vez sea el de El Niño, denominación que adquirió dimensión popular a partir de las graves tormentas de invierno de 1995 y 1997, relacionadas directamente con dicho fenómeno. Como cuenta Fagan, los satélites y los modelos por ordenador mostraban una mancha de agua caliente que se hinchaba rápidamente en el Pacífico occidental y avanzaba hacia el este siguiendo la línea del ecuador. Nuestros compatriotas, durante la colonización del Perú, hace cuatro siglos, ya habían descrito el fenómeno en clave local. A los años en que ocurría los llamaban "años de abundancia", por los efectos de las profusas lluvias sobre las cosechas. En la década de 1960, Jacob Bjerkens, de la Universidad de California, demostró que las apariciones de El Niño eran acontecimientos globales, no restringidos a la costa del Perú, que desencadenaban vastas sequías, intensas lluvias, inundaciones y otras alteraciones climáticas en todas las regiones tropicales.



Entre las consecuencias históricas de los acontecimientos climáticos se encuentran algunas bien conocidas, como el declive de la antigua cultura egipcia, la devastación de los amerindios moches peruanos o el derrumbe del imperio maya clásico. Cuenta Fagan cómo, entre 2180 y 2160 a.C., el sur de Egipto sufrió una serie de sequías sin precedentes que sembraron la muerte por inanición y la inestabilidad política en el país, dando así fin al sistema agrícola más sostenible que se ha conocido en la historia de la humanidad, junto a la floreciente cultura que se había desarrollado durante varios milenios. La violencia más extrema de El Niño, que desencadena lluvias torrenciales e inundaciones catastróficas en la costa norte del Perú, devastó en el pasado los valles que jalonan dicha costa y dio al traste con culturas como la de los moche (100-800 a.C.), mientras que las sequías asociadas al fenómeno fueron responsables del eclipse fulminante del imperio maya clásico, según estudios climático-arqueológicos recientes. Fagan distingue entre los pueblos que innovaron y se adaptaron y los que, por ser rígidos y estáticos, sucumbieron ante los retos climáticos. Ante el calentamiento antropogénico global que nos afecta, ¿qué será de nosotros?