Traducción de A. Piquer y P. Torijano. Trotta, Madrid, 2010. 477 páginas, 36 e.



Este libro es de suma utilidad por varias razones, que rondan la consideración de obra modélica. Los autores son conocidos estudiosos de los manuscritos hallados en Qumrán desde los años cuarenta del siglo XX y han tomado parte, entre otras cosas, en la edición de los mismos, que se ha hecho principalmente en los 32 enormes tomos (en 38 volúmenes, si he contado bien) de los Descoveries in the Judaean Desert publicados en Oxford entre 1955 y 2009. Con esta edición, se considera completa.



VanderKam y Flint no se detienen en los centenares de minúsculos trozos -de uno o dos centímetros de anchura y otros tantos de altura- que, ciertamente, son inclasificables y que sólo contienen unas pocas letras. Lo que llama la atención en este libro es su amplitud temática. No sólo tocan todos los grandes temas relacionados con Los rollos del Mar Muerto, sino que cada uno de esos asuntos lo tratan de manera exhaustiva: llevan al lector desde lo más elemental hasta lo que se asoma a la especialización propiamente dicha. El alcance y la utilidad de ese método quedará clara con un ejemplo: al hablar de la datación de cada manuscrito, no se limitan a enumerar los métodos que se emplean -entre ellos, claro es, el carbono 14-, sino que se detienen a explicar brevemente en qué consiste el método del carbono 14. Y así, con todo. Es, por lo tanto, un libro inteligible para cualquier lector que se interese en esos temas y, al mismo tiempo, no desdiría si algún especialista lo citara en una obra de investigación como bibliografía introductoria de la mejor calidad.



El libro cubre cinco grandes capítulos. El primero es la historia de los descubrimientos, una verdadera novela de aventuras (reales). Luego, explican la importancia de los hallazgos (sin duda, de los más importantes del siglo XX en todo el mundo); es suficiente recordar que la mayoría de los documentos hallados se refiere a la Biblia y que el texto hebreo definitivo de la Biblia data del siglo X de nuestra era. Algunos de los hallazgos de Qumrán, en cambio, son del siglo II antes de Cristo.



Se explica asimismo la importancia de los hallazgos que no son textos bíblicos aunque conciernan a la Biblia. En unos casos, son apócrifos (y los autores no sólo explican en qué consiste ser apócrifo, sino que exponen detalladamente las diferencias entre los diversos cánones de las religiones abrámicas) y, en otras ocasiones, son comentarios sobre alguno de los libros canónicos. Aparte, están los textos normativos de la comunidad que vivía en Qumrán. Por fin, la penúltima parte se refiere a las relaciones entre los manuscritos de Qumrán y el Nuevo Testamento. Los autores no aceptan las identificaciones que se han hecho entre algunos de aquellos minúsculos fragmentos y textos contenidos en los evangelios de Mateo y Marcos. La última parte vuelve a la historia de aventuras al detenerse a relatar los grandes debates a que han dado lugar esos hallazgos desde que aparecieron y no excluyen la literatura esotérica -de mínima calidad, eso sí- ni las acusaciones de complots para ocultar los textos y sus presuntas revelaciones.



De las explicaciones que nos dan, se deduce que tardaron en publicarse más de medio siglo, primero, porque su propia importancia aconsejó -y aconseja- que no se dé acceso a ellos sino a muy cualificados expertos; segundo, porque, hasta 1967, estuvieron en manos del Gobierno jordano, que carecía de medios para apoyar una tarea tan costosa como la de restaurarlos, transcribirlos, preparar una edición crítica y publicarla, y fue la guerra de 1967 la que, con la ocupación de Jerusalén, puso los manuscritos bajo el control de las autoridades israelíes y permitió impulsar los trabajos. En ellos tomaron parte expertos judíos, protestantes, católicos y agnósticos, más algún musulmán. A todo ello se refiere el subtítulo del libro: "Su importancia para entender la Biblia, el judaísmo, Jesús y el cristianismo". No puede uno sino aconsejar su lectura.