Manifestación en París en 2010. Foto: Fred Dufour
En el éxito de todo libro cuenta la figura del autor, y en este caso todavía más porque Stéphane Hessel se ha construido una vida apasionante, reflejada en su autobiografía, Danse avec le siècle, editada por Seuil en 1997. Nacido en Berlín en 1917 en el seno de una familia de origen judío polaco integrada en la gran burguesía alemana, Hessel emigra en 1925 a París y en 1937 toma la nacionalidad francesa. La novela Jules et Jim y la posterior película de François Truffaut del mismo título están inspiradas en los padres de Hessel.
Héroe de la Resistencia y del espionaje francés en la Segunda Guerra Mundial, Hessel sufre los campos de concentración alemanes pero se reintegra a la paz como diplomático para acabar su carrera como embajador al servicio de Francia. Miembro del Partido Socialista francés desde 1986, su vida está pavimentada sobre la base de una constante defensa de los derechos humanos. Ensayista y poeta, Hessel ha tenido el gran acierto de cristalizar en su libro la exasperación de muchos franceses ante una situación política degradada y un sistema financiero injusto y egoísta. Comienza por situar al lector en 1945. Tras las atrocidades de la guerra se crea el Consejo Nacional de la Resistencia. Su objetivo es reconstruir Francia sobre principios y valores de solidaridad e igualdad. Se crea una Seguridad Social cuyo objetivo es garantizar a todos los ciudadanos una subsistencia digna. Se nacionalizan las fuentes de energía y los grandes bancos. El interés particular se subordina al interés general.
Desde ese marco de referencia, Hessel se traslada a la actualidad y destaca sus reclamaciones. En primer lugar, "una verdadera democracia necesita una prensa independiente". Lo que "a día de hoy está en peligro". En segundo término, Hessel pide una vuelta a los ideales de la escuela republicana que hoy estarían al servicio de la sociedad del dinero. De inmediato, Hessel advierte al lector del excesivo papel del dinero en la sociedad actual. Combatido en su día por la Resistencia, recuerda, hoy el dinero se ha vuelto insolente, excesivo y egoísta. "Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general". Sentados estos principios, Hessel requiere la reconsideración imperativa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y su aplicación a inmigrantes, sin papeles y gitanos. Es aquí, transcurrida ya la primera parte del libro, cuando Hessel reclama indignación a todos pero especialmente a los jóvenes, a los que recuerda que la Resistencia se basó en la indignación ante el totalitarismo nazi. Para marcar el camino a los jóvenes, muestra sus motivos de indignación. Ante todo, le indigna la situación de Palestina, Gaza y Cisjordania. En su opinión, "que los propios judíos puedan perpetrar crímenes de guerra es insoportable". Indignado por la violencia israelí, Hessel cierra su texto con una exhortación a la no violencia y a la conciliación de las distintas culturas. Un prólogo de José Luis Sampedro y un postfacio del editor completan un volumen que, aunque pensado inicialmente para el lector francés, incita a no dejarse llevar por la indiferencia ante una realidad política y económica que en todo el mundo se vuelve cada vez más agresiva e injusta.