E. C.

Traducción de Joan Lluís Riera. Libros del Lince. 192 pp., 23 e.



Julian Caldecott (Londres, 1956), asesor sobre temas medio-ambientales para diversas instituciones internacionales, presenta aquí una amena descripción de todas las formas del agua y del modo en que los servicios y beneficios de este recurso están siendo puestos en peligro por la actividad humana. Se trata de un libro ecologista, escrito desde el punto de vista de los sistemas naturales y no desde la perspectiva de las necesidades que de la preciada molécula tiene nuestra especie.



Desde un punto de vista antropocéntrico, las necesidades de agua componen una demanda global cuya dimensión obliga a considerarla como un recurso natural que puede resultar limitante para el desarrollo económico. La escasez extrema se da si las disponibilidades totales de agua dulce no superan los 1.000 metros cúbicos por persona y año, mientras que el límite del estrés hídrico es de 1.700 metros cúbicos por persona y año. De forma aproximada, el 15 % del agua se destina a fines domésticos, otro 15 % a usos industriales y el 70 %, a la producción agrícola. En España se dedica a regadíos una proporción del agua bastante superior a la media. La proporción de los que padecen escasez extrema de agua va en aumento, del 3 por ciento en 2000, al 7 por ciento, que se predice para 2025, al igual que la de los que padecen estrés hídrico, del 5 % al 31 % en el periodo señalado.



El agua dulce es el principal factor limitante de la producción agrícola. A diferencia de otros recursos naturales, el agua no tiene sustitutos para la mayor parte de sus usos y su transporte es impracticable más allá de unas decenas de kilómetros. El agua dulce representa menos del 3 % del agua total del planeta y dos tercios de ella se encuentran atrapados en forma de hielo en polos y glaciares, mientras que el otro tercio se distribuye entre seres vivos, atmósfera, ríos, lagos, zonas pantanosas, acuíferos y poros del suelo. No toda el agua dulce es renovable, ya que existen vastos depósitos de agua fósil subterránea, sin que se explote o renueve. Para 2025, algunos expertos estiman que la apropiación humana podría representar el 75 % del agua accesible, lo que no evitaría que entre 3.000 y 4.000 millones de personas estuvieran bajo un régimen de escasez extrema. Ante esta situación de demanda prioritaria de agua, difícilmente se podrá dedicar una mayor proporción a la producción agrícola, respecto a la cual sólo cabe mejorar la gestión.



Es cierto que todavía hay localidades en las que es posible la implantación del riego, pero el proceso de degradación de los regadíos supera con creces al proceso creativo. De hecho, el agua dedicada a la agricultura puede verse disminuida por la competencia de las demandas para otros fines. La desalinización del agua de mar es un proceso que, a pesar de la mejora progresiva de su eficiencia y su abaratamiento, sigue siendo prohibitivamente costoso tanto en términos económicos como energéticos.



Al agua en los océanos, los humedales, los lagos, los ríos y el subsuelo se le dedican sendos capítulos en los que se van detallando problemas y patologías, mientras que los posibles cursos para la remediación se condensan en los dos últimos capítulos, significativamente titulados "¿El mundo al rescate?" y "¡La gente al rescate!". Sobra, tal vez, el capítulo inicial, dedicado a la química del agua, y se echa en falta un tratamiento más elaborado de los ciclos hidrológicos. Menos radical en las soluciones propuestas que otros libros escritos desde esa orilla, se queda corto en la propuesta de soluciones realistas para conciliar las demandas del medio ambiente con las de las necesidades humanas. Esta conciliación, que parece imposible en medio del actual diálogo de sordos, deberá alcanzarse si no queremos morir de sed.