Shangai, símbolo de la China del siglo XXI

Traducción de Jordi Beltrán. Tusquets. Barcelona, 2011. 1.080 páginas, 33 euros



En tiempos de la dinastía Ming (1368-1644) el imperio chino, el mayor y más avanzado del mundo, regido mediante una meticulosa y jerarquizada burocracia, destacaba por su prosperidad económica y su brillo cultural. Aunque los Ming no amaban las elevadas construcciones en piedra que caracterizan a las ciudades históricas europeas y por ello su legado arquitectónico es menos espectacular, las ciudades chinas tenían una cultura refinada de la que son testimonio el arte y la literatura. China tenía ya entonces una balanza comercial favorable con Europa, donde eran particularmente apreciadas sus elegantes porcelanas de tonos blancos y azules, que finalmente lograron imitar los holandeses. Al empezar en aquel período su historia, Jonathan Spence (Surrey, Gran Bretaña, 1936) muestra de entrada como el ascenso actual de China que la ha llevado a colocarse entre las mayores potencias económicas no es más que un retorno a lo que fue habitual durante siglos.



La lengua china utiliza a menudo palabras monosilábicas que a oídos occidentales resultan parecidas, de manera que a la dinastía de los Ming le sucedió la de los Qing (léase Ching y no se confunda con la dinastía Qin, que debe leerse Chin). Esta última dinastía imperial tuvo su momento de gloria en el siglo XVIII, en el que no pocos europeos ilustrados mostraron admiración por las instituciones chinas, pero entró en declive en el siglo XIX bajo el impacto de la superioridad occidental. El espléndido aislamiento de China bajo los Ming y los Qing se cobró un elevado precio, al quedar al margen de la dinámica innovadora surgida en la turbulenta Europa.



Jonathan Spence, formado inicialmente en la universidad de Cambridge y durante décadas profesor en la de Yale, es una de las máximas figuras de los estudios chinos en Occidente. Especialista sobre todo de la época Qing (1644-1912) el profesor Spence combina una inmensa erudición con un estilo brillante capaz de llegar a un público amplio, como lo demuestran sus numerosos libros, algunos de ellos publicado ya en España (La muerte de la mujer Wang, Nerea, 1990; Mao Zedong, Mondadori, 2001; El palacio de la memoria de Mateo Ricci: un jesuita en la China del siglo XVI, Tusquets, 2002; La traición escrita: una conjura en la China imperial, Tusquets, 2004; La pregunta de Hu, Universidad de Valencia, 2009). Su curso introductorio en Yale sobre la historia china tenía gran éxito entre los estudiantes y de él surgió este libro, En busca de la China moderna, que ahora aparece en una cuidada traducción española y que durante años ha sido el texto clásico sobre historia de China en las universidades americanas.



Bastante extenso, pero muy legible, En busca de la China moderna, ofrece un panorama de los tres últimos siglos de la China imperial, analiza el creciente impacto de las relaciones con Occidente, explica la formidable rebelión de los Taiping, la más sangrienta en toda la historia mundial del siglo XIX y sin embargo apenas mencionada en nuestros manuales de historia, y el hundimiento sistema imperial en 1912.



Tras ello, el grueso del libro se centra en la trágica y fascinante historia de China en el siglo XX. El temprano fracaso del sistema republicano, el descenso del país al caos de los enfrentamientos entre señores de la guerra, el esfuerzo de reunificación iniciado por Chiang Kai-shek y su partido, el Guomindang, los horrores de la invasión japonesa, manchada por episodios infames como la matanza de Nankín y finalmente el triunfo comunista en la guerra civil son otros tantos episodios que muestran como China tuvo su porción de los sufrimientos padecidos durante la primera mitad del siglo XX por un mundo víctima de guerras totales y tiranías totalitarias. La proclamación de la República Popular China en 1949 abrió una nueva etapa de restablecimiento del poder central tras un período de crisis, como las que a menudo habían marcado el tránsito de una dinastía a otra en la milenaria historia china, pero el nuevo emperador rojo, Mao Zedong, tendría rasgos de esa megalomanía destructiva que a veces afecta a quienes ejercen el poder absoluto. Tras la muerte de Mao, Deng Xiaoping embarcó al país en la senda de la liberalización económica y con el análisis de su obra concluye esta excelente historia de China en los cuatro últimos siglos.