Edición de Jesús Cabel. Pre-Textos, 2011. 377 pp.



Aunque estas cartas sean todas las que (hasta el momento) disponemos escritas por el gran peruano César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892-París, 1938) es raro que la editorial las titule Correspondencia completa cuando Cabel afirma, en su muy documentado prólogo, que él mismo sabe de la existencia de bastantes más cartas de Vallejo que los poseedores no han querido facilitar, aunque en diversas publicaciones hayan ido saliendo fragmentos de algunas. No es, pues, la Correspondencia completa de Vallejo, pero sí la más completa, entre las tres o cuatro (parciales) que fueron apareciendo, con los años, hasta ahora.



La carta más antigua que se conserva de Vallejo es de 1912 y se la dirige a su hermano Víctor al que llama "hermanito". Las cartas familiares de César Vallejo no son las más numerosas, pero son las más entrañables por el recuerdo de su pueblo, Santiago de Chuco, y luego de la muerte de la madre (en 1918) por el continuo reclamarla, como que fue una figura capital de la doliente intimidad vallejiana. Menos en las cartas más escuetas o de mero dar noticias ( o hacer peticiones, el pobre Vallejo tuvo que pedir favores a menudo) el lenguaje de sus cartas es casi siempre rico, desde el relativo y peculiar infantilismo de las más familiares al tono hondo, con su estilo ya propio, de las más amistosas o literarias.



La última de las cartas de Vallejo (acaso de veras la última) está escrita ya en su lecho de muerte el 15 de marzo de 1938 -murió en abril- a un antiguo amigo peruano, Luis José de Orbegoso. Aunque en principio pareció de difícil diagnóstico (y hay quien cree en ciertos errores médicos) parece que Vallejo murió de una infección intestinal aguda, en una época en que no se usaban aún los antibióticos. Vallejo murió en la pobreza -como casi siempre había vivido- y diciendo "España. Me voy a España", pues es bien sabido cuanto le incumbía y afectaba la suerte declinante de la República española, dejando inédito (en manos de su mujer Georgette) el libro de versos España, aparta de mí este cáliz. El prologuista recuerda que la viuda de Vallejo, la francesa Georgette de Vallejo, que tanto hizo por su obra, aunque no faltara polémica, y que vivió en Perú desde 1951, también murió casi en la miseria (atendida sólo por la Embajada de Francia) en 1984. Ella está enterrada en Perú, César Vallejo en París. Se cumplía el destino.



Quizás,literarariamente, parte de las cartas más interesantes de Vallejo -que vivió un tiempo en Madrid- son las que dirige a sus amigos españoles, y en especial a Bergamín, Gerardo Diego y Juan Larrea, que hacen una segunda edición en España del gran libro vanguardista del peruano,Trilce, originalmente editado en 1923, su segundo libro ( tras Los heraldos negros) y el último que vió editado, pues fueron póstumos, España, aparta de mi este cáliz y el espléndido Versos humanos. Son también de gran interés las cartas que Vallejo escribe desde París a poetas peruanos nuevos que le envían sus libros, por el fervor y la modestia con que los acoge y por el deseo implícito de volver a su tierra, a la que jamás retornó desde su salida (tras haber estado unos meses en presidio) en 1923. Pero como es bien sabido, un corresponsal y amigo fundamental para Vallejo fue el diplomático peruano Pablo Abril de Vivero, que le ayudó cuanto pudo y al que escribió mucho. Naturalmente hay alguna curiosidad como la temprana y breve carta que (en 1917) Vallejo dirige al gran poeta simbolista de su país José María Eguren, del que en alguna medida (aunque pueda parecer contrapuesta) pudiera sentirse heredero. Como he dicho la situación de Vallejo -pese a libros en prosa como El tungsteno, que publicó en España- fue a menudo de extrema pobreza, pero como le dice a Pablo Abril: "Yo no soy bohemio: a mí me duele mucho la miseria, y ella no es una fiesta para mí, como lo es para otros." Dolor es un término contínuo (físico o mental) en la sensibilidad aguzada del cholo Vallejo. También le escribe a Pablo Abril: "Mi vida va pasando así, y ella sigue estirándose más y más, para toda labor. Ni yo saco nada de ella, ni nadie. Mi vida no me sirve ni a mí, ni a nadie." Su vida fue una vida honda y con fuertes creencias en el espíritu poético y en el comunismo como salvación de los humildes. Ahí las cartas al crítico peruano Luis Alberto Sánchez o a su amigo y largo exégeta , Juan Larrea. El epistolario puede no ser "completo" pero está pleno de vida y literatura dolientes, profundas, y merece mucho la pena.