Arzallus junto al árbol de Guernica. Foto: Iñaki Andrés
En el libro que ahora nos ocupa -como suele ser usual en el modelo de obra al que se acaba de aludir- la vertiente política conquista un primer plano, hasta el punto de que eclipsa o desplaza otras posibles vías de acercamiento, como la económica o cultural, que parece no suscitan tanto interés, debate o pasión. Esto no quiere decir que no se afronten esas facetas y, en este caso concreto, sería de justicia reconocer que al menos la dinámica inversora y la perspectiva empresarial ocupan un papel nada desdeñable, como se pone de relieve en las páginas que se dedican a los conciertos económicos, la industrialización y la conflictividad obrera, entre otros factores. Con todo, como ya se ha apuntado, la periodización y las grandes líneas de acercamiento siguen las pautas de la historia política convencional, con la distinción de tres grandes tramos que sirven para articular los capítulos centrales: el llamado "ciclo bélico" que, bajo la advocación de "fueros y Constitución" cubre la etapa 1808-1876; el denominado "ciclo del pluralismo" que, partiendo de la última fecha citada, se detiene en 1937, en plena guerra civil y, finalmente, la fase más pendular, que va desde la represión de la dictadura franquista a la recuperación de la democracia y el establecimiento del régimen autonómico con el Estatuto de Guernica (1979).
Frente a lo que muchos quisieron creer, no fue ése el momento de la esperada reconciliación. El terrorismo de ETA y sus consecuencias de toda índole siguió marcando la agenda política vasca, siempre a caballo entre una aparente normalidad democrática y una profunda anormalidad en la vida política y la mera convivencia cotidiana. Hasta el punto de que, como se reconoce en las páginas finales, tras tantas iniciativas y planes -en última instancia siempre frustrados- sigue siendo la desaparición definitiva del terrorismo el principal reto de la sociedad vasca en los albores del siglo XXI.
Como advierten los autores en el prólogo, el sentido de esta obra se halla en la capacidad de configurar desde ahora y para siempre un camino específico para abordar nuestro pasado próximo y lejano que orille de una vez, no ya sólo los tópicos pedestres o los mitos ancestrales sino, lo que es más importante en la "circunstancia autonómica", los análisis apriorísti- cos, las veleidades políticas o las aproximaciones ideologizadas. Frente a la tendenciosidad o el oportunismo, es la historia la que debe hablar con su lenguaje científico y riguroso. El lector que busque estos rasgos encontrará en esta Breve historia de Euskadi un relato básicamente empírico, sólido y preciso, con escasas incursiones en el terreno de lo opinable.