Jorge Oteiza, hacedor de vacíos
Carlos M. Gorriarán
25 marzo, 2011 01:00Jorge Oteiza. Fudación Oteiza
Una biografía no es posible sin una complicidad con el biografiado y, efectivamente, Martínez Gorriarán dedica, desde el reconocimiento, esclarecedores análisis sobre el significado y la contribución artística del escultor vasco. Pero hay una sana actitud crítica que cuestiona sistemáticamente el mundo y la personalidad de Oteiza, excepcional y desbordante tanto para lo bueno como para lo malo. El tono de las primeras páginas es muy significativo de este desapego que posibilita la percepción de nuevas perspectivas que parecían tan obvias y congénitas que pasaban simplemente desapercibidas. Decíamos que uno de los aspectos más significativos del texto que comentamos es estudiar la vinculación de Oteiza con el nacionalismo radical vasco. Así, a la luz de la biografía, Oteiza aparece como uno de los ejes del nacionalismo fundamentalista. El autor advierte que el conocido libro del escultor Quousque Tandem…! Ensayo de interpretación estética del alma vasca (1963), "influyó intensamente en la generación de jóvenes nacionalistas que fundan ETA en 1959". Gorriarán no solo está apuntando a las especulaciones desaforadas de un artista, sino que dispara a la línea de flotación de un nacionalismo extremo,a uno de sus imaginarios. Y es que el escritor es, además de profesor de estética, una persona implicada en empresas políticas: fue miembro fundador de la Iniciativa Ciudadana ¡basta ya!, plataforma de la que surgió UPyD con Rosa Díez, Savater…y del cual forma parte de su consejo de dirección.
Y, sin embargo, la fusión entre intención artística y proyecto político que se da en Oteiza no ha de sorprender. El escultor es hijo de su tiempo y participa de aquellas ideas, propias de la vanguardia histórica, según las cuales el arte ha de iluminar la sociedad y transformarla. Pero es que, además, las generaciones que despuntaron en la postguerra buscaron su verdad en los arcanos del arte primitivo, en los arquetipos del inconsciente colectivo, en los mitos… Esta es la generación a la que también pertenece Pollock, que se fascinó por los dibujos sobre la arena de los indios del oeste americano, igual que Oteiza por los "crómlechs". En este punto concreto la línea divisora entre el arte y "las esencias" se torna muy tenu. Más aún cuando el arte, desde siempre, ha vehiculado un imaginario mítico -y este es el núcleo de la cuestión-, que sin ser irracional es difícil de conceptualizar y que se expresa inalcanzable en la lejanía o en la utopía. Una utopía, dicho sea de paso, en nombre de la cual se han cometido atrocidades.
Arte y nacionalismo vasco: éste es un de los asuntos que, sin agotarlo, sobrevuela este libro. Y, uno de sus méritos es haberlo tratado. Pero no todos los contextos, ni todos los nacionalismos son equivalentes. Tàpies (1923), que comparte gestos con Oteiza y también algunas contradicciones, ha defendido los valores de la democracia. Esta es, al menos, la imagen que el artista catalán ha construido de sí mismo.