Casasviejas, enero de 1933
Sólo en los últimos años, y pese a los esfuerzos realizados desde algunos ámbitos políticos, se ha podido empezar a escribir que aquel régimen no es el inmaculado modelo democrático que a veces se nos ha querido presentar interesadamente. Y que, como señalara Ortega en su conocido artículo de septiembre de 1931, la República era una cosa y el radicalismo, otra. "'¡No es esto, no es esto!" fue la exclamación que dejó flotando en el ambiente.
Buena parte de esta tarea de revisión, realizada con rigor académico, ha sido realizada por una generación de jóvenes historiadores que, desde hace ya unos años, pueden considerarse a la vanguardia de la renovación de nuestra historia política más reciente. A su cabeza aparece en este volumen Fernando del Rey, un profesor de historia política que nos ofreció, hace un par de años, un apasionante estudio de la violencia y la intolerancia política republicanas en el ámbito local. Junto a él un elenco de especialistas de primera calidad que incluye los nombres de Gonzalo Álvarez Chillida, Manuel Álvarez Tardío, Hugo García Fernández, Eduardo González Calleja, Pedro Carlos González Cuevas, Diego Palacios Cerezales y Javier Zamora Bonilla.
Cada uno se encarga de una corriente política distinta aunque el libro es mucho más que la habitual yuxtaposición de capítulos que se da en algunos libros académicos, sino que se trata de una obra colectiva que responde a una verdadera unidad de criterio en la forma de analizar aquel periodo. Sólo cabe lamentar que, en un libro que está llamado a ser una obra de referencia sobre la vida política republicana, la editorial no haya incluido unos índices analíticos adecuados al final del volumen.
El primer gran acierto del libro es su capítulo inicial, en el que Del Rey sitúa el clima de intolerancia que padeció la República, en el contexto del deterioro de la cultura política liberal que se experimentó en los países del mundo occidental después de la primera guerra mundial. Fueron años de crisis de la democracia y de auge de los exclusivismos nacionalistas y de los fascismo. Un clima que G. L. Mosse ha descrito como de "brutalización" de la vida política europea. En el caso de la experiencia española de los años 30a esa brutalización sería patente en la imposibilidad de afianzar una República que albergara una gran mayoría social, desde las clases conservadoras católicas hasta los socialistas. De ahí que los capítulos dedicados a los socialistas (Rey) y a los católicos (Álvarez Tardío) se conviertan en textos claves para entender el clima de intolerancia que caracterizó al régimen.
Un periodo republicano que a veces se ha identificado en exceso con la figura de Azaña -omnipresente en el texto aunque no sea objeto de un estudio específico- que tal vez debería ceder algo de su protagonismo en la misma medida que vamos conociendo mejor la actuación de otros protagonistas como Alcalá-Zamora, Gil Robles o Martínez Barrios, de los que hemos recuperado nuevos documentos y han sido objeto de de excelentes investigaciones en los últimos años. Unos avances, en conjunto, que aseguran que la segunda República española sigue sin perder su atractivo.