Julián casanova. Foto: Archivo del autor
No es extraño que Julián Casanova se haya sentido intelectualmente atraído por esa confrontación furiosa entre europeos. Si hubiera que señalar un denominador común en su vasta obra, ése sería sin duda el análisis de la violencia en sus más variadas manifestaciones.
En Europa contra Europa, Casanova asume el reto de intentar explicar una época tan convulsa como compleja en un lenguaje comprensible por el gran público, con sencillez, amenidad y sin ayuda de notas. Y además en una extensión inusualmente breve (apenas 200 páginas de texto propiamente dicho), luego complementado con índices y apéndices -cronológicos y bibliográficos- que, en conjunto, alargan el volumen unas 50 páginas más. También en este caso había antecedentes notables de la propensión del autor a afrontar un desafío de estas características -la divulgación seria y eficaz- como atestigua la Historia de España en el siglo XX (2009) que escribió junto a Carlos Gil Andrés. En éste, Casanova establece, tras un capítulo inicial que constituye una "visión panorámica" del período en cuestión, una estructuración muy clara en seis apartados para dar cuenta de los principales fenómenos políticos que tuvieron lugar en esos 30 años de discontinua guerra civil europea.
Comienza con la revolución rusa, explicada en primer término como "venganza de los siervos", pero que alumbra pronto el primer monstruo, es decir, el primer prototipo de iniquidad institucionalizada, el régimen de los soviets. Le sigue el otro patrón de totalitarismo, el fascista, en su vertiente italiana, caracterizado como movimiento revolucionario de fachada pero en el fondo más tradicional en cuanto a sus apoyos reales de lo que Mussolini presumía. El siguiente capítulo describe el breve y dramático trayecto que lleva de Weimar al Tercer Reich, o también de Rosa Luxemburgo a Adolf Hitler, porque Casanova nunca se olvida de que la historia la hacen los hombres concretos y presta especial atención a los nombres propios que marcan la trayectoria de los pueblos. En consonancia con el tono y sentido del estudio, se examina nuestra guerra civil no como problema hispano sino, muy al contrario, en ese peculiar contexto europeo que la convierte -por usar las propias palabras del autor- en "guerra internacional en suelo español". En los dos últimos capítulos, "Dictaduras" y "Tiempo de odios" se dan cita elementos más heterogéneos que en los anteriores, constituyendo el colofón previsible de un estado de cosas dominado por el fanatismo y la ignominia. Al fin, la crueldad y el salvajismo más desaforados se enseñorean del viejo continente: del terror rojo al terror blanco, del Estado policial al genocidio, toda Europa sin excepción se convirtió en un inmenso campo de sangre.