Lou Andreas-Salomé

Traducción de Roberto Bravo. Gallo Nero, 125 pp. 16 euros



En una breve nota de su Diario de Worpswede (sólo traducido parcialmente al español) Rilke hace una breve reflexión sobre el viaje que le ha llevado, acompañando a Lou Andreas-Salomé, a través de buena parte de Rusia: "Temo que estos días no pertenezcan ni a la vida ni a la muerte. Se trata de días subterráneos que pertenecen a un país crepuscular, un espíritu intermedio que genera una potencia intermedia entre los dioses y los hombres. Eso es lo que me ha enseñado Rusia: tener que llamar yo a esta conciencia sin vínculos que se precipita hacia un pozo vacío". La lectura de estas páginas es casi el reverso antagónico de esa mirada Rilkeana, pomposa y algo pesimista.



De Lou Andreas-Salomé suele contarse casi siempre su biografía sentimental antes que su vida intelectual. Tal vez el simple hecho de haber arrancado un piropo a la misoginia del ultramontano Nietzsche haya sido bastante como para situarla entre las grandes mujeres de la Historia, pero no sólo la cercanía a Nietzsche, sino también a Rilke y a Freud en sus últimos años la situaron por derecho propio en el ojo del huracán de la gran cultura centroeuropea. La relación con Rilke había nacido poco menos de una década antes del proyecto de este viaje a Rusia y de hecho la presencia del poeta brilla por su ausencia a lo largo de estas páginas.



El viaje de Lou Andreas-Salomé es, en realidad, un viaje privado e íntimo. Ya había viajado otras veces a San Petersburgo para visitar a su familia pero en esta ocasión el viaje le lleva hasta el corazón centenario de Rusia; Tula, Kiev, Poltava, Nosovka, Chúdovo, y, sobre todo, el encuentro con el anciano Tolstoi en Yasnya Poliana provocan una verdadera revolución integradora en el corazón de la escritora del diario. Especialmente este último encuentro, que sin duda puede citarse como uno de los grandes encuentros literarios de la Historia de la literatura: el de Rilke y Tolstoi, es consignado aquí con la emoción con la que una gran inteligencia sabe reconocer el encuentro entre dos grandes. Las notas de Lou Andreas-Salomé van, sin transición, de lo meramente descriptivo desde el punto de vista artístico, o de los juicios sobre el estado de la situación en Rusia en 1900 a lo absolutamente privado e íntimo. No es muy difícil apreciar que la autora está haciendo, a sus treinta y nueve años, un auténtico examen de conciencia del mezzo dell camino y como se da el caso de que era una intelectual excepcionalmente dotada, el examen resulta a la altura de las circunstancias.



Lou Andreas-Salomé tiene una idea rilkeana de la conciencia, pero en afirmativo, y un estilo sencillo, pero de una perspicacia aguzada que hace muy cierta aquella descripción que hizo Nietzsche: "tiene la inteligencia de un águila y la fuerza de un león".