Obama. Foto: Worldpress

Trad. de F. López Martín. Destino. 300 pp., 21 euros



Aveces los tópicos arraigan con rapidez, como puede verse en la portada de La próxima década, en la que China aparece en primer lugar, Rusia le sigue de cerca, Estados Unidos se ha rezagado y al fondo se vislumbran las estrellas de la Unión Europea. Aunque se echa en falta a India y Brasil, esto es más o menos lo que afirma hoy la sabiduría convencional acerca de cómo será el mundo dentro de diez años, pero parece que quien encargó la portada no había leído el libro porque la tesis de George Friedman en La próxima década, más original y también más verosímil, es que la primera potencia mundial en 2020 seguirá siendo Estados Unidos. Friedman es el presidente de una importante entidad privada dedicada al análisis estratégico, Stratfor, y su libro se dirige a aconsejar a la persona con más poder del mundo, el presidente de los Estados Unidos.



Su modelo es El Príncipe de Maquiavelo y como el gran florentino considera que un gran gobernante no tiene por qué ser una buena persona, así es que su libro no resulta recomendable para quienes prefieran pensar que una política basada exclusivamente en imperativos morales nos conduciría a un mundo mejor. El idealismo en política exterior, observa Friedman, se enfrenta a la contradicción de cómo conciliar el respeto a la soberanía de los Estados con la protección de los derechos humanos en todo el mundo. La fidelidad a los principios es necesaria para proporcionar una base sólida a la política de una nación, pero su aplicación práctica requiere flexibilidad y cierto grado de manipulación, como lo demostraron los presidentes a quienes más admira el autor, es decir Lincoln, F. D. Roosevelt y Reagan. Un consejo cínico de Friedman, o si se prefiere maquiavélico, es que un gobernante puede mentir a sus compatriotas, pero no debe mentirse a sí mismo. Ante lo cual el lector español quizá piense en Zapatero y su actitud inicial ante la crisis económica.



Las valoraciones fundamentales de Friedman acerca de Estados Unidos, que aunque sea de manera informal es de hecho el imperio; de Rusia, cuyo poderío está resurgiendo; de la Unión Europea, que es una gran área de libre comercio y poco más, o de China, que se enfrenta a más dificultades de las que se piensa, me parecen acertadas. Respecto a Europa sostiene que Alemania va a tender a prestar menos atención a sus vecinos occidentales para acercarse a Rusia, así es que, en su opinión, una de las prioridades de la política estadounidense debe ser evitar que se consolide ese bloque germano-ruso, que podría convertirse en un rival demasiado poderoso. Si a alguien esto le suena demasiado clásico, no anda descaminado, porque la propuesta de Friedman es que Estados Unidos favorezca los equilibrios de poder regionales que eviten el surgimiento de potencias dominantes, tal como Gran Bretaña lo hizo en Europa durante siglos. Sostiene por ejemplo que fue un error de Bush haber reforzado indirectamente a Irán al haber derribado el régimen de Saddam Hussein, aunque a su vez se muestra partidario de un entendimiento con el régimen iraní. Cree también que Israel tiene suficiente fuerza frente a sus vecinos árabes como para necesitar de la ayuda de Washington y propone una política más equilibrada en el Medio Oriente. A mi juicio, sin embargo, va demasiado lejos en su aplicación de su tesis del equilibrio de poder regional al preconizar una política de refuerzo de Pakistán frente a India. Si se me permite una predicción fácil y un poco malévola, en 2020 se seguirá leyendo El Príncipe pero se habrá olvidado La próxima década. En 2011, sin embargo, su lectura resulta estimulante. La traducción es correcta, salvo algún despiste en temas económicos.