Trad. de M. Martínez-Lage. Marcial Pons, 2011. 436 páginas, 25 euros

El título de este libro, Trabajos de cristal, admite al menos dos versiones. Por un lado la que le presta uno de sus capítulos que se centra en los trabajos de Newton sobre la luz y los colores en el campo de la óptica experimental. Había que trabajar bien los cristales, pulimentarlos, evitar sus imperfecciones, y hacer sus superficies planas y no convexas para garantizar los resultados. Y, por otro lado, el título se extiende metafóricamente al libro entero, si lo entendemos como "una fórmula que recoge la transparencia y la visualización de los hechos, pero también su carácter contingente, la fragilidad sobre la que se construye y levanta el edificio del saber". Son palabras de Juan Pimentel que ha tenido a su cargo la selección y edición de estos ensayos. Apresurémonos a decir que la edición es muy cuidada y la traducción impecable.



Otros ocho trabajos completan la obra que responde bien a su subtítulo, Ensayos de historia de la ciencia, 1650-1900. Y la ciencia que en ese tiempo florece de forma destacada era llamada filosofía natural, lo que hoy conocemos como física clásica pero que en algnos de los capítulos acoge estructuras básicas de investigación de la naturaleza que dominaron la cultura europea hasta el siglo XIX. El primero de ellos, titulado "El cuerpo de los filósofos naturales en la Inglaterra de la Restauración", nos habla de las experiencias con lentes, transfusiones de sangre y hasta de la sanación por medio del Tacto Real, relacionándola con las técnicas de que se servían aquellos físicos con el uso instrumental del cuerpo según la filosofía de la Alta Edad Moderna.



Imposible, en los límites de esta reseña, la menor anotación sobre los demás capítulos del libro, tan sugestivos como el de la exhibición pública de artilugios: bomba de aire, motor de condensación o la máquina eléctrica. O como los autómatas, que figuran en los tiempos de la Ilustración como máquinas en forma de seres humanos, con el reverso en términos filosóficos de seres humanos que actúan como máquinas. O el comercio de instrumentos científicos con China y el Pacífico. Y hasta las pompas de jabón como mercancías de física clásica. Incluso la defensa de ubicación de los laboratorios de física en idílicos campos victorianos, el "campus". Finalmente, las relaciones, fundamentales en la cultura del Romanticismo, entre los filósofos naturales y el "genio" -el "ingenio" del Barroco.



En suma, pequeña historia; o mejor, grande historia a partir de cosas pequeñas. Cualquier detalle cogido al vuelo le sirve para enhebrar un cúmulo de acontecimientos científicos y desarrollarlos con toda minuciosidad, amenidad y rigor, que nos llevan desde unas pequeñas estampas históricas a una inmersión a distintos niveles en el discurrir de la ciencia.