Benedicto XVI. Foto: Anbtonio Heredia

Traduc: J. C. Gentile. Ed. MR. 383 pp, 21 euros

Rodari y Tornielli han publicado un libro sumamente ágil, ameno y bien informado. A él debe acudir quien quiera enterarse (no se asombren) de las sucesivas "meteduras de pata" de Josef Ratzinger desde poco después de convertirse en Benedicto XVI (sea aludir a las ideas que el emperador Paleólogo tenía del Islam, sea… lo que fuere). Quizá tiene que ver con una explicación tópica pero cierta, que es la de que, por primera vez en la historia de la Iglesia (y lleva 20 siglos), una de las eminencias de la teología católica se ha convertido en sucesor de Pedro. No había pasado nunca (que uno recuerde). Pero, claro, un teólogo melómano y alemán no es lo mismo que un comunicador polaco y deportista con la sensibilidad necesaria para cuidar al máximo las relaciones con la Prensa. Y ahora nos enteramos -por este libro- que el relevo de Navarro Valls como portavoz que era por nombramiento de Juan Pablo II no fue, en realidad un relevo, sino una relegación de la atención a la opinión pública. La oficina de prensa vaticana ha pasado a segundo plano con Benedicto XVI.



Eso ¿es malo? A lo mejor, ahora, es un acierto que haya un sumo pontífice que no se preocupa tanto de que la comunicación sea coherente con la "corrección política". El problema radica ahí. Si unos periodistas salen En defensa del Papa, ¿es porque necesita defenderse como obispo de Roma o porque no termina de casar con los periodistas? Para mí que es lo segundo y que el quid del asunto está en la importancia que tiene hoy -en la Prensa- lo que, para un sucesor de san Pedro, es secundario. Quiero decir algo que se entiende con facilidad: el gobierno de la Iglesia no depende de acertar en la cita que se haga de Miguel Paleólogo. Lo asombroso es que detalles como ése se constituyan en noticias.



En ese sentido, este libro es un reportaje sobre errores que no tienen que ver con el núcleo de las cuestiones que preocupan al "líder de la Iglesia católica", como lo llamaría cualquier periodista made in USA. Desde ese punto de vista, el libro no es sólo una defensa de Benedicto XVI, sino una buena ocasión para reflexionar sobre las razones por las que tanta gente reflexiona de modo tan curioso. Uno -que es lector del Ratzinger teólogo y del Benedicto XVI que sigue siendo teólogo- tiene la sensación de asistir a un partido de fútbol tal como entendió el llamado fultbhoac el creador de la Hoac española -Guillermo Rovirosa-, allá por los años 40: en el fultbhoac, cada uno de los dos equipos juega con su propio balón (o sea que se juega con dos balones) y eso hace que cada equipo no sólo tenga que arreglárselas para meter el gol, sino para evitar -al tiempo- que -con el otro balón- se lo metan a ellos. Benedicto XVI -advierten al final los autores del libro- ha hecho otras cosas que habría que valorar, como, por ejemplo, relacionar la verdad y la caridad. Podríamos añadir la reivindicación de la necesidad de la metafísica, la propuesta de unos principios que requieren la renovación de la teoría económica y la teoría política y otras cosas de parecido tamaño. Lo sorprendente -para mí- es que haya que defender a un hombre que libra esas batallas porque cita de forma inoportuna a un emperador Paleólogo y no porque propone unos criterios diferentes para abordar la crisis económica actual. Lo que asombra es que no sea noticia la indignación que ese pronunciamiento de Benedicto XVI ha suscitado en algunos ámbitos -españoles también, y católicos- afectos al liberalismo económico.



Lean el libro; no se aburrirán. Pero disfrutarán mucho más si lo hacen preguntándose por qué hay quien se plantea la defensa del Papa por hacer lo que -a lo mejor- a Benedicto XVI le importa un bledo.